Capítulo 1: Damon

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Mystic Falls, 1864

Empiezo a despertar acompañado por un gran dolor de cabeza. Gimo de dolor mientras me llevo ambas manos a las sienes, lo que solo lo empeora más. No quiero parecer quejica pero es que me duele, y mucho. Escucho una risita que conozco muy bien y, despacio, abro un ojo.

Sí, es ella, no me he equivocado. Katherine está frente a mí y es quien ríe. A pesar de eso o precisamente por ello, está preciosa. Como siempre.

- ¡Katherine! – me abalanzo hacia ella, sorprendido y contento de verla allí.

La brusquedad del movimiento me marea y cuando me quiero dar cuenta estoy en la otra punta del porche o del sitio en el que estemos. Es como una especie de mirador pero está techado y las paredes son de madera. La puerta, que está adornada con un cristal de la mitad para arriba, está entreabierta. Debido a mi sorprendente impulso he acabado al lado de esa puerta y alcanzo a ver una curva del río y mucha hierba.

- Mi dulce Damon... - dejo de mirar las vistas y noto que Katherine se acerca a mí, contoneándose de esa forma que me vuelve loco. – Empezaba a temer que no despertarías. – desliza el índice por mi pecho y se lo lleva a la boca para lamer la sangre.

Espera, ¿sangre? ¿Qué sangre? Miro hacia abajo y veo que mi camisa blanca tiene varios agujeros en la zona del abdomen y está teñida de sangre. Se me escapa un ruido de horror al ver tanta sangre, es demasiada... palpo debajo de la tela y no encuentro absolutamente nada. La piel está lisa y no hay heridas... entonces lo recuerdo todo.

Las imágenes se suceden en mente a toda velocidad: mi hermanito yéndose de la lengua con padre, la cacería de los vampiros, el intenso dolor en mi estómago y la sensación de pérdida mientras la sangre abandonaba mi cuerpo.

- ¿Estoy muerto? – suena absurdo, pero no puedo estar vivo después de semejantes heridas, a no ser... - ¿Soy un vampiro? – miro a Katherine en vez de mirar mi camisa destrozada.

Me está sonriendo y parece inmensamente divertida cuando asiente.

- En realidad estás en transición. Menos mal que fui precavida y te di mi sangre, ¿no? – me pregunta cogiéndome del mentón y asiento de forma automática.

Estoy tan abrumado por la situación que no soy capaz de hacer nada más. Ahora... ahora soy un vampiro como tanto quería, para siempre con Katherine. Pero, ¿qué ha pasado con mi hermano? Recuerdo perfectamente que estábamos juntos cuando nos dispararon, porque mientras agonizaba vi como Stefan recibía otro disparo.

- ¿Y Stefan? ¿Está muerto? – las palabras me queman en la garganta, por mucho que tengamos nuestras diferencias y últimamente nos hayamos distanciado, Stefan es mi hermano y le quiero. No quiero que esté muerto.

- Tan muerto como tú. – me sonríe Katherine y eso me extraña.

- ¿También es un vampiro? – preguntó extrañado.

- Muy bien, Damon. – me alaba, acariciándome la mejilla mientras sigo en shock preguntándome como puede ser eso. – Stefan se ha despertado antes que tú y está fuera, explorando un poco. ¿Por qué no vas a verle?

Vuelvo a asentir e intento salir. Un dolor intenso en mi piel, que solo se hace mayor a cada segundo, me hace retroceder y contemplo atónito mi mano quemada. Podría jurar que hasta me sale un pequeño penacho de humo negro de ella. Pero a la misma velocidad con la que mi piel se ha quemado, sana de repente y vuelve a estar tan rosita como siempre.

Katherine vuelve a reírse, llamando mi atención.

- Que adorable eres. – dice ante mi expresión de confusión y entonces su tono cambia, volviéndose más duro. – Emily, el anillo. – ordena.

Un comienzo diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora