Fueron pasando los días y con ello mi nerviosismo aumentó.
Mi mire a el espejo antes de salir.
Mi pelo ondulado castaño recogido en un moño desordenado y mis ojos del mismo color no destacaban mucho. Mi estatura tampoco era nada del otro mundo.
Un autobús pasaría a recogernos a todos en media hora.
- ¿Sabes si las demás también vienen? - le pregunté a mi madre.
-Me encontré a la madre de Maddie en el super, ella tiene que ir-.
Antes del virus teníamos un grupo de amigas: Maya, Elle, Madd y Leah.
Hacía un par de meses que no hablábamos, desde que se cayó el Internet.
-Dame un beso- me dijo mi madre.
-Hasta dentro de tres meses-.
Caminé sola por la calle arrastrando la maleta, haciendo bastante ruido.
Cuando llegué a la estación, mis ojos se fueron hasta un grupo de chicas, apartadas de la gente.
Eran ellas.
- ¡Hola! - grité.
- ¡Ahh, Elisabeth! - chilló Madd.
Me acerqué a ellas y las abracé a todas.
- ¿Cómo estáis? -.
-Mi madre murió la semana pasada- dijo Mia.
Ups.
-No sabes cuánto lo siento-.
-Era A-, nos lo esperábamos-.
Mucho tiempo había aguantado, pensé.
Llegaron cinco autobuses.
-Menuda mierda, ¿no? -.
-Estamos jodidas- me respondió Leah.
Subimos a el tercer autobús y me senté en la ventanilla.
Gran error.
Ciento sesenta y siete cadáveres.
Todos tirados en el suelo.
Los conté yo misma, mientras que escuchaba Infinity en el MP3.
Fue un poco sádico.
En dos horas llegamos a un edificio bastante grande, con una puerta central donde entraban todos los vehículos.
Esta daba a una gran plaza central, con algunos árboles.
Era una ciudad en miniatura.
Una ciudad como eran antes.
Todo estaba rodeado de edificios, se distinguía lo que debería de ser el instituto y el hospital.
-Bienvenidos a los quincuagésimos juegos del hambre- dije bajito.
- ¿Qué? - me preguntaron.
Incultas.
Una mujer con un micrófono se acercó a nosotros.
-Buenas tardes a todos, acompañadme, por favor a esta parte de la plaza-.
Le seguimos hasta unas tablas que habían colocado a modo de escenario.
-Esperad aquí- nos dijeron.
Me giré hacia mis amigas.
-Estoy cagada-.
-Me tiemblan las piernas- me contestó Madd mientras se agarraba a mi brazo.
-Te van a temblar más un poco más adelante- respondió Elle.
No pude evitar reírme. Lo siento. No pude.
Pero vaya si tenía razón.
-Ay que miedo- saltó Madd.
-Hemos superado cosas peores tranquilizaros- les dije.
-Cuando estés pariendo el niño de un desconocido a ver si me dices lo mismo- replicó Elle.
Pero no sería un desconocido.
¿Verdad?
Un señor se subió a aquel escenario.
-Ay que empieza- habló Maya.
-Ay que miedo- dijo Madd, que parecía no saber ninguna otra frase.
Al otro lado del escenario el grupo de chicos.
- ¡Mira ese! - susurró Madd, señalando a un chico alto y pelirrojo de ojos verdes.
- ¡Te quieres centrar! - le reprochó Elle.
- ¡Callaros joder! - gritó Maya.
El señor comenzó a hablar.
-Que me toque el pelirrojo, por favor el pelirrojo...- susurró Madd-.
- ¡Te quieres callar pedazo de imbécil! - le espetó Elle.
- ¡Jonathan Morgan! -.
Un chico de cabello oscuro subió al escenario.
- ¡Anne Cooper!
Soltamos un suspiro. Subió una chica rubia, de ojos claros, vestida bastante elegante.
- ¡Oliver Durrel! -.
Un chico de pelo rubio, ojos castaños. Vestido con un chándal gris.
- ¡Maddie Johnson! -.
Subió al escenario.
Su pelo largo, castaño claro y sus bonitos ojos verdes no destacaban demasiado al lado de ese chico.
Le tendieron un sobre y unos cuantos documentos y ambos se adentraron en el edificio más alejado de la plaza sin mediar palabra.
- ¡Michael Stanley! -.
Era un chico de pelo negro ligeramente largo, ojos azules y completamente vestido de negro.
- ¡Maya Carson! -.
El chico sonrió al ver a Maya subir al escenario. Ella, con su pelo corto castaño y sus ojos color miel se colocó a su lado mientras firmaban y les daban las llaves de su piso.
- ¡Alexander Auster! -.
Subió al escenario un chico alto, de pelo oscuro, y ojos color miel. Vestido en vaqueros y camisa negra.
- ¡Eleonor Murphy! -.
Elle se acercó a él, con un semblante serio.
Eran completamente diferentes, Elle, con su cabello rubio y sus ojos claros, parecía un ángel comparado con él.Y digo que lo parecía, no que lo fuera.Bueno, todo era cuestión de suerte.
- ¡Joseph Allan! -.
Un chico de pelo castaño y ojos verdes, vestido con unos vaqueros negros y una camiseta simple del mismo color se subió al escenario.
Se acercó al señor, le susurró algo en el oído.
Me giré hacia las demás y fruncí el ceño.- ¡Elisabeth Jones! -.
No sé cómo logré subir, firmar un papel que fingí leer y recoger las llaves de mi apartamento.
Nuestro apartamento.
Entramos en el edificio que nos correspondía.
Se giró hacia mí, y con una sonrisa me dijo.-Soy Josh-.
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Cero negativo
RomanceDespués de que la población mundial disminuyera considerablemente, Elisabeth, con el fin de ayudar a su familia, es internada en un centro de repoblación. Una vez allí, conoce a Josh, su compañero, el cual muchos jurarían que eran almas gemelas. ¿E...