Vida de kurvas

CAPITULO 2

DESS

Sábado en el pueblo, que ilusión, ¿no?, bueno, en parte. Los fines de semana son los únicos momentos que tengo para liberarme de la carga semanal y de mi primer año de instituto. Obtengo un mínimo de felicidad y libertad al poder ver a mi perro que vive en la casa de mi abuela.
Creo que los sábados son los mejores días, algo neutro, ¿por qué? Bien, de lunes a viernes sufro en el instituto; soledad en el recreo, insultos en clase, amenazas y risas por ser quien soy... y mira que desde el principio me propuse hacer amigos, pero no ha funcionado, seré la renegada hasta segundo de bachillerato debido a que mi clase no se mezcla con otras.
Por las mañanas tristeza, pero las tardes son peores: mirar a la pared durante horas sabiendo que te has confundido en todas tus elecciones en la vida, sabiendo que ese instituto no es el apropiado y que nadie estaría a tu lado por ser... mejor dicho, por no ser como ellos.
El viernes, momento de ir al pueblo; voy a música durante horas y los adolescentes se ríen de mí con el propósito de pasárselo bien, todo porque no me defiendo ya que no tengo mucho que defender...
El sábado, sin duda, es un día neutro pero mejor que el resto, considerablemente. Como explicaba, tenía un perro, un cachorrito de Teckel muy especial que vivía con mi abuela. Creo que la única esperanza de seguir en el mundo era volver a verle.
Y el domingo... toda la tarde haciendo nada con la presión de saber que al día siguiente todo comenzaría...

Ese sábado era muy diferente, créeme, tenía cumpleaños, creo que era la cuarta vez en mi vida que me invitaban a uno, encima una persona con la que tenía poco contacto pero, que simplemente, me conocía por ir a música con ella. Socializar desde luego no es lo mío, pero me sentí obligada a ir a su cumpleaños. Solo tenía que aguantar unas horas allí y volver a casa, tardaría poco y saldría un rato de casa, no parecía un plan tan malo como llegaba a creer.