*~Oneshot~*

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- Bastardo, ¿por qué no me dijiste que te habías operado?

Con una sonrisa me contestó.

Me encontraba sentado bajo un árbol, disfrutando de su fresca sombra y de la suave brisa. Mi soledad se veía alterada por las palabras que el viento arrastraba hasta mí.

- Fue una verdadera pérdida de tiempo enamorarme de ti- Confesé al cerrar los ojos.

- ¿Te me estas declarando, Chuuya?

- Ni en tus mejores sueños.

- En mis mejores sueños has hecho muchas otras cosas conmigo...

- ¡¿Qu-?! ¡Desgraciado!

Él se rio de mi expresión avergonzada. Debí haber notado que estaba mintiendo.

- Podríamos haber cometido un suicidio doble juntos, al menos en sueños.

- Tú estabas buscando a una bella dama.

- Tú pareces una linda y enana señorita.

- Chks. Insoportable como siempre. ¿Así es como vas a recibirme después de tanto tiempo?

Se mantuvo en silencio unos segundos. No pensaba responder a eso.

- Realmente creíste que tengo sueños.

- ¿No cuenta tu deseo de morir como uno?

Le vi ahí, sentado sobre esa piedra fría. No se movió de su posición desde que llegué a ese lugar. Su rostro no daba ni la más mínima pista de lo que estaba pensado.

- No sé si puede seguir considerándose un sueño. Eso es algo más real que un simple anhelo.

- Ya lo sé, y quiero escuchar una explicación de tu parte.

- ¿Debo hacerlo? Sé que me llevas investigando desde que volviste de Francia.

Cerré un puño en furia. Me estaba empezando a sacar de mis casillas.

Suspiré profundo.

- Te operaste de hanahaki a los 4 años.

- 4 años y 11 meses son prácticamente 5 años.

Empecé a plantearme el motivo por el cual no le molía la cara a golpes en ese mismo momento.

- Olvidaste todo sobre tu amor de la infancia, comenzaste a actuar raro y después caíste en depresión.

- Mm~

- Cualquier cosa te superaba. Lo más mínimo ya te hacía sentir triste. Así fue hasta que entraste en la preparatoria y nos conociste: A Akutagawa, a Nakajima y a mí.

Esperé una respuesta que nunca llegó. Solo balanceaba sus pies con calma.

- Nunca paraste tus intentos suicidas.

- Háblame también de ti, Chuuya. Todo esto ya lo sé.

Mantuve el silencio unos segundos.

- Me enamoré de ti... no sabría decir cuándo. Algo me decía que no me correspondías, así que me fui a estudiar a Francia para tratar de olvidarte. Para no tener que operarme de Hanahaki. Aunque no funcionó.

- Bueno, tú sigues vivo.

Su sonrisa ladina no iba a perderse nunca. Ya estuviese triste, feliz, dolido o en un intento de suicidio.

No pude evitar gruñir molesto. - Si tan solo hubiésemos sido un poco más sinceros el uno con el otro... Quizá podría sonreír ahora justo como tú.

- ¿Sinceros? ¿En qué?

- En que tuviste el amor infantil más patético del mundo.

- ¡Chuuya!

Ignoré sus súplicas. - ¿Tú lo recuerdas?

Y por primera vez, se puso serio, con un rostro teñido en melancolía. - Me lo imagino.

- Algunos piensan que tenías un patético amor platónico por tu madre como todo niño. Sin embargo, eso se puede refutar con mi simple existencia.

- Entonces, ¿a qué conclusión llegaste?

Lo miré a los ojos. Estaba desafiando a mis dotes de detective. A pesar de que solía preferir ser el malo en ese tipo de juegos, mi deducción tampoco se quedaba tan atrás.

- Estabas enamorado de la vida.

- ¿Es posible?

- Tú lo estabas. Pero fuiste acosado en preescolar y testigo de un asesinato, además de que perdiste a tus padres a corta edad. Tú amabas la vida, pero la vida te odiaba a ti. Mori-san te operó antes de que llegases a morir sin saber lo que hacía. Terminaste olvidando tu amor por la vida, así como la forma correcta de vivir o el motivo por el cual no morir. Ya no sabías cómo ser feliz.

- Sí que te diste cuenta.

- Pero que te operases no significa que la vida te hubiera perdonado. Seguiste sufriendo pequeñas tragedias que cualquiera pasaría por alto, pero tú ya habías perdido tu camino y cualquier cosa era una razón para huir. Y si tu primer sentimiento fue el dolor, el segundo fue el odio. Un odio dirigido a la vida que arraigó en lo profundo de tu corazón, sustituyendo las cicatrices que el hanahaki dejó. Entonces, el sueño de suicidio dejó de ser solo un sueño.

- ¿Cómo lo supiste?

- Hablé con Mori. Y era obvio que no estabas enamorado de tu madre, porque de ser así hubieras perdido el hanahaki cuando ella murió, así como yo... 

- . . .

- Debo agradecerte. Si no hubieses muerto, también me hubiera tenido que operar de Hanahaki.

El viento me trajo sus palabras. Esta vez se convirtieron en un silencio

- Y por tu culpa ahora le estoy hablando a una mugrosa lápida. Esto me está volviendo loco.

Me levanté del suelo y miré una vez más a donde lo había visto sentado. Él seguía ahí, con su sonrisa burlona y una felicidad poco propia de él.

- Ahora que estás donde la vida no puede alcanzarte, ¿estás feliz?

- Si.

- Apuesto a que no pensaste en la gente a la que le importas antes de hacer toda esta mierda.

- No voy a negar eso. No pensé que llorarías por mí.

- ¿Llorar? ¿De qué demonios... hablas?

Mis mejillas estaban húmedas. ¿En qué momento empezaron a caer las lágrimas? ¿En qué momento iban a parar? Sentía que llevaba tanto tiempo ahí sentado, llorando, que ya no podía ni escuchar mi propia voz.

- Vete ya, Chuuya. No quiero ponerme triste.

- Idiota egoísta. Si estamos tristes es por tu culpa. Carga al menos con tu responsabilidad.

- Lo siento.

Retuve las lágrimas. - Volveré. Espero que seas más hablador la próxima vez.

- ¡Buen viaje de vuelta, Chuuya!

Apenas parpadée y ya no estaba ahí. Me giré para poder regresar a mi hogar.

Algo que no le dije, es que sabía que su suicidio no fue por nada. Después de tantos intentos, solo el último salió bien. Porque la vida le odiaba tanto que no le dejaba ser egoísta. Porque ese último no era por él, sino para evitar que yo muriese por su culpa.

- Estúpido, no era eso lo que quería...

Si tan solo hubiésemos sido más sinceros,

Si hubiésemos hablado sobre nosotros mismos,

Quizá hubiera evitado enamorarme de él,

Quizá se hubiera evitado su muerte.

Pero era tarde, ya no importaba.

Todo pasó...

- Porque no me lo dijiste.

Porque no me lo dijisteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora