CAPÍTULO X

21 2 0
                                    

Los árboles y casas pasaban a medida que los dejábamos atrás. Sentía voces a mi alrededor, pero no era capaz de prestarles la atención necesaria para saber de qué hablaban. Me mantenía mirando por la ventana del automóvil intentando ordenar mis pensamientos y mantener en orden mis emociones. Todo se había convertido en un absoluto desastre.

Elevé mi vista hacia el cielo solo para encontrarme con grises nubes de verano que recluían un poco el molesto resplandor del sol. Pequeñas gotas comenzaron a caer sobre el parabrisas de manera lenta, avisando lo que podría venirse luego. De lejos podían escucharse algunos truenos y eso ya era indicación del diluvio que le seguiría. 

El clima acompañaba a mi estado de ánimo. Haciéndome revivir los días anteriores, donde lo vi por primera vez.

Tobías había aparecido en mi vida nuevamente y así de rápido como lo vi, desapareció. Él solo se había dado media vuelta y se marchó, lo único coherente que había logrado hacer en ese momento era darme la vuelta y salir corriendo a casa, sin detenerme a mirar por mi hombro para comprobar que no estuviera siguiéndome. En cuanto había puesto un pie dentro de casa, cerré con llave y me encerré en mi cuarto, abrazada a mi peluche, sintiéndome presa del pánico que me abordaba. 

De todos los lugares, él había tenido que venir a parar justo donde yo me encontraba. El por qué es algo que supe más tarde esa noche, era una fácil deducción: me estaba buscando.

Sabía que no era coincidencia, presentía que no lo era. No podía serlo. Él había estado preguntando por mí, había estado buscándome y siguiéndome. Esperó a por el momento indicado solo para asegurarse de que lo viera y entendiera a su silencioso requerimiento. Me pedía quedarme callada.

Lo vi un par de veces más luego de aquel día. Esperaba escondido detrás de algún árbol o un auto fuera de la escuela con una capucha en un vano intento de ocultar un poco su rostro, y con sus manos en los bolsillos; o lo encontraba en el camino a casa, pero nunca se acercaba, solo estaba ahí, mirándome un par de segundos o un largo minuto y luego se marchaba a paso lento.

Había varias cosas que no me quedaban en claro aún y era todo lo que sentía lo que no me permitía decirle a nadie sobre él. No necesitaba nuevos dramas en mi vida. Al menos no por el momento. Mucho menos que lo involucraran nuevamente a él.

—¿Qué opinas, Lucy?

La pregunta había sonado tan baja en mi mente que ni siquiera me había dado tiempo a pensar si había sido mi imaginación o si en verdad estaban hablándome. Giré mi rostro hacia los asientos traseros del auto, donde Josh y Clare se encontraban. Ambos me miraban expectantes a una respuesta que no sabía tenía que dar. Miré a Nat unos instantes antes de comenzar a balbucear como una niña pequeña.

Nos dirigíamos a una cafetería, ellos habían pasado a casa por mí sin siquiera preguntar y me sacaron de allí con toda la ayuda de mamá.

Frenamos en uno de los semáforos y Nat se volteó hacia mí, con una de sus cejas elevadas, esperando a por una respuesta.

—Perdón, ¿de qué?

—¡De la fiesta! — profanó Clare.

Volteé mi rostro rápidamente hacia ella, su rostro se veía teñido de una felicidad que nunca antes había visto en ella. Una enorme sonrisa tiraba de sus labios tanto que parecía que dolía. Pasé mi vista hacia Josh y él solo me miró de vuelta encogiendo sus hombros antes de tomar su teléfono y teclear algo en él.

—Es mi fiesta de cumpleaños — comentó Nat en cuanto el semáforo estuvo en verde de nuevo y avanzamos.

—¿Tu cumpleaños? — inquirí.

Desde Que Te PerdíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora