Los momentos dulces y ligeros en lluvias delicadas pero abundantes.
El calor del medio día.
La sonrisa que abarcaba mi alegría.
El descanso entre sus brazos que albergaban mis temores y me daban nuevas fuerzas.
El sonido de su voz apacible y a la vez el poder de su rugido.
Las horas y horas que invertía sólo en mí para que creciera y publicara.
El amor que me daba en la eternidad de sus días cercanos a los míos.
Todo quedará guardado en un candado de oro en el refugio de mis cantos... Para un día abrirlo y volver a sus amorosos brazos...