」Carta al cielo 」

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Una hora.. dos horas.. tres horas.. y él aún no volvía.
El pelinegro sabía que él no regresaría, pero su mente no quería ni iba a aceptarlo tan fácil.
Lo había visto morir frente a sus ojos y aún así allí estaba, sentado en la silla del escritorio que se encontraba en aquella habitación que ambos compartían, -que, por cierto, en este momento la sentía aún mas espaciosa de lo que ya era- esperando a que entrara por esa puerta y se pusiera a platicar con él como lo hacía siempre después de regresar de cada expedición. Pero en el fondo sabía que eso no pasaría esta vez.
Apoyó ambos brazos sobre la mesa y su cabeza sobre ellos; lo único que se atrevió a tomar de el comandante fue la chaqueta que tenía sobre sus hombros en estos momentos, ¿le quedaba grande?, si, y mucho, ¿le importaba?, no, en absoluto, porque era lo único que le quedaba de él.

Sobre la mesa había una hoja de papel y una pluma con su tintero al lado, "ha de ser de Erwin", pensó; siempre se preguntaba qué es lo que escribía cada vez que se sentaba en su lugar y tomaba la pluma. Nunca lo supo, siempre supuso que era algo "aburrido" porque las cartas iban dirigidas a la nobleza o al gobierno y jamás se le ocurrió preguntarle.
C

on una expresión desanimada en su rostro levantó su cabeza y tomó la hoja, la pluma, y al cabo de unos segundos sumergió el último objeto mencionado en el tintero; iba a escribir, no tenía idea de qué era lo que iba a plasmar en el papel, pero él iba a escribir. Iba a escribir para desahogarse, iba a escribir para sentirse mejor consigo mismo y convencerse de que la decisión que había tomado hace unas horas era la correcta.

Y por supuesto, la carta iba dirigida a él:

Erwin:

No pude despedirme y ya no podré hacerlo.. porque ya no estás aquí.

Es la primera y única vez que realmente me arrepiento de algo y quiero disculparme. ¿Pero a quien le voy a pedir perdón si tú ya no estás?... Disculparme no hará que vuelvas y ya lo tengo claro, así que cumpliré mi promesa, por y por todos esos soldados que "entregaron sus corazones" como tú dijiste.
T

e escribo como si de verdad pudiera hacerte llegar esto, pero es imposible enviar »una carta al cielo« , porque allí es a donde estás ahora ¿no?.
Al principio tuve un sentimiento de rencor, "¿por qué se sacrificaría de esa forma?", decía en mi mente; pero luego entendí que solo pensaba en mí, no quería que nos dejaras porque eras mí soporte, pero al parecer, ya era hora de que fueras a supervisar a Mike, Nanaba, Petra..y todas esas personas que ya no están en este estúpido mundo.
"Ojalá me hubieras llevado contigo", decía, pero no podría ir, porque aún no he cumplido mi promesa; pero cuando llegue el momento será la primera vez que todos me verán sonreír.

Firma: Levi.

Luego de escribir dobló la hoja a la mitad y la metió en un sobre el cual cerró con una estampilla. Soltó un pesado suspiro y se puso de pie colocándose la chaqueta ajena de la forma correcta, definitivamente era grande, pero no importaba porque era de él y tenía su olor.
Tomó el sobre y lo guardó cuidadosamente en su bolsillo para luego acercarse a la ventana. Había viento, varias nubes y ya era de noche, parecía que en cualquier momento comenzaría a llover y no se detendría en varios días, antes de que eso sucediera el pelinegro salió de la habitación y luego de la "casa".
Se acercó al establo y en silencio dejó salir al caballo que momentos después montaría, esa noche nadie debía saber qué es lo que haría, a donde iría o por qué saldría con tanta prisa.
Se sentía solo, pero si no era la compañía del rubio, no quería la de nadie mas.

El pelinegro siguió cabalgando hasta alcanzar una alta colina fuera de las murallas, allí bajó del caballo y miró al cielo.

Sacó el sobre de su bolsillo y alzó su brazo con el objeto en mano.

"es imposible enviar »una carta al cielo«", pensó en las palabras que había escrito, segundos antes de soltar el sobre y dejar que el viento se lo llevara sin rumbo alguno.

Volvió a montar el caballo y regresó en cuestión de minutos con mas silencio del que había cuando se marchó.
Llevó el caballo al establo, le dio agua y entró a la "casa" para dirigirse directamente a la habitación. Quería descansar -o al menos intentarlo- por lo que cerró la puerta con la llave correspondiente y se quitó la chaqueta del rubio. Se sentó por primera vez en mucho tiempo en la cama y volvió a mirar por la ventana, el viento y las nubes aún estaban allí, y por supuesto, aún era de noche.
¿Qué pasaría ahora?, no lo sabía, ¿quién se haría cargo de los soldados?, Hange lo haría; "pero ella no es Erwin" pensó, y luego abrazó sus rodillas y se cubrió con la chaqueta de quien era su comandante. Seguía mirando a la ventana con los ojos entre cerrados; quería descansar pero no dormir, porque no estaba listo para despertar y ver que el rubio ya no estaba allí.
Había nubes, pero el pelinegro lograba ver una brillante y pequeña estrella cerca de la luna. "las estrellas nunca se extinguen.. y tu espíritu tampoco, porque vivirás en nuestras mentes y corazones" pensó acomodándose un poco en la cama; podrá haber muchos otros comandantes pero la existencia del rubio era irreemplazable para el capitán.

"es imposible enviar »una carta al cielo«... pero espero que tú la recibas y la respondas de alguna forma... Al menos ven a buscar tu chaqueta y a dejar que me despida de ... Por favor.."

Susurró, dejó que un par de lágrimas salieran de sus ojos, y minutos después se quedó dormido. Como muy pocas veces lo hacía, bajó la guardia; esta vez no podía ser fuerte, pero la única persona que lo podía ver en ese estado era Erwin Smith, quien lo cuidaría desde el mas allá de ahora en adelante.


>Fin<

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