Algo que experimentar

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Las manos viajan por debajo de la ropa y la levantan con la misma precisión con la que toma un pincel impregnado en pintura: firme y seguro, consciente de que aún si se equivoca en algún trazo, siempre podrá arreglarlo con una nueva capa de pigmento. Para el caso, sabe que, si algo no es del agrado del otro, este no tendrá problemas en decírselo, al fin y al cabo, tienen planeado llegar hasta el final y lo último que quiere es hacer de esto una situación incómoda y en el peor de los escenarios dolorosa.

Yatora los derriba sobre su cama, quedándose quieto, sentado sobre sus piernas, una a cada lado de los muslos de Yotasuke. El azabache ha perdido su camisa en algún punto entre la entrada y la sala de estar, dejando a la vista una sarta de lunares repartidos por el pecho y estómago, la piel pálida y casi lechosa los hacía resaltar todavía más, como bonitas gotas de tinta distribuidas para ser conectados por líneas, Yatora está más que ansioso por hacer el recorrido con la lengua.

Mira los ojos del chico debajo suyo pidiendo permiso para continuar, el azul profundo como la zona del mar a la que la luz no llega le regresa la mirada cargada de anticipación, los finos labios de Yotasuke se curvan en una sonrisa.

"Continua"

La palabra es simple, pero es más que suficiente para Yatora. Se inclina hacia delante, apoyándose en sus manos para no recargar todo su peso en el cuerpo del azabache.

Se besan un rato largo, tomándose el tiempo de grabar en la memoria el sabor de las bebidas energéticas y chuches de arándano que comieron de camina al departamento de cena. Yotasuke levanta las manos y sostiene la playera del otro por la espalda, tirando de ella por aferrarse a algo que le mantenga en la tierra, el calor le sube a la cara y puede sentir el pecho arder de vergüenza.

Sube su tacto y lo deja cómodamente sobre el cabello de Yatora, enredando los dedos en los mechones crecidos y que siguen siendo tan suaves como los recuerda aun cuando ha pasado un tiempo desde la última vez que pudo hacerlo. Tironea teniendo cuidado de no excederse, y se regocija con el gemido que el rubio ahoga en su garganta.

Eso fue algo que siempre se quedó en su mente: a Yatora le gusta que tiren de su cabello.

La saliva se desborda por las comisuras de labios enrojecidos e hinchados, Yatora se detiene, deposita un último beso en la nariz de Yotasuke y relamiéndose los labios se desliza hacia abajo. Deja una mano sobre las costillas del azabache y lame la línea de la carótida justo donde el pulso late acelerado, baja tranquilo, sin prisas, llega al pecho impecable y besa el primer lunar justo donde las costillas se fusionan en un solo hueso.

La piel de la zona se torna rosada y brillante por el sudor. Yatora dibuja trazos con la lengua y sonríe para sí cada vez que escucha al azabache soltar gemidos por lo bajito intentando conservar algo de la dignidad.

"Quiero escucharte" pide el rubio levantando el rostro y mirando fijamente a su novio.

"Es vergonzoso" murmura Yotasuke correspondiendo a la mirada.

Yatora lo toma como un reto, se desliza hasta el final del cuerpo del otro y se coloca entre sus piernas mostrándose gratamente sorprendido de su colaboración. "Te avergüenza gemir, pero no abrirme las piernas"

"Cállate"

"Eres tan lindo"

Con dedos ágiles Yatora desabrocha el botón del pantalón del azabache quién instintivamente bajó sus manos para frenarlo, la acción repentina lo preocupó.

"Si no quienes seguir no hay problema" intentó decir el rubio.

Yotasuke, percatándose de loque su simple acción pudo causar en la mente del otro se apuró en corregirlo "No es eso... simplemente... no quiero ser el único sin ropa idiota"

Demasiado lindo pensó Yatora.

Sin mayor problema se retiró la playera lo más lento que pudo, disfrutando de lo sacado de quicio que se veía Yotasuke dentro de su propio revoltijo de excitación.

Nuevas fijacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora