Eres mi droga

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  "La amistad es un alma que habita en dos cuerpos y un corazón que habita en 2 almas" 

      Holii.

      Me llamo Ainhoa Del Rocío Galo Durán, tengo 17 años y mi vida es una mierda como una catedral.

      Dos catedrales, una encima de la otra. 

     Ojalá pudiera cambiar mi vida, poder elegir a mis padres, porque no soy feliz, nunca fuí feliz, desde pequeña mi vida es una caca, mi padre era un borracho que siempre llegaba tarde a casa, siempre le pegaba a mamá por nada, solo para descargar su ira o solo por diversión o para sentirse el amo del mundo, mamá nunca lo denunció, no le decía nada, se quedaba callada mientras le pegaba y luego se iba a llorar a un rincón de la casa como una tonta desesperada, cada vez que oía que papá llegaba me encerraba en el baño, porque era la única puerta con pestillo, me sentaba en la bañera con los cascos puesto y la música a todo volumen para no escucharlos, pero aún así oía los gritos de mi padre hacía mi madre, mamá nunca salía de casa, papá cogió unos kilos de más y se puso gordo, muy gordo y feo, mi madre entró en depresión, nunca hablaba y siempre estaba llorando silenciosamente, las peleas iban a más, todas las noches me metía en el baño cagada de miedo por si se le antojaba pegarme a mi.

      Y entonces un día se fue, mamá me abandonó.

      Yo llegaba del colegio, sólo tenía siete años, estaba contenta porque había sacado la mejor nota de la clase, un diez, además sabía que papá no iba a estar porque estaría en el bar borracho como una cuba con su panza al aire. Recuerdo que llamé a la puerta un montón de veces, pero nadie me abría, me preocupé un poco pero yo que me iba a imaginar, trepé y entre por la ventana de la cocina que siempre estaba abierta, la casa estaba sumida en un silencio aterrador, caminé a paso lento, con la mochila en la espalda y mi examen en la mano, mire en su habitación pero no estaba, la llamé pero no me contestaba y entonces entre en el salón, recuerdo que grité y salí corriendo de mi casa, corrí hasta llegar a la plazoleta, lloré y lloré hasta que me quede sin lagrimas y la nariz se me atascó de mocos y volví a casa, cerré los ojos al entrar en el salón, no quería ver a mi madre colgada de la lámpara con una soga atada al cuello, pero tuve que abrirlos, tenía que quitarla de allí, sus ojos negros estaban ensangrentados y la cara la tenía morda, me subí en una silla y le quité la soga, me costó un poco y encima la manos me temblaban tanto que parecía que tenia taquicardia, el cuerpo de mi madre se calló al suelo de un golpe, yo salté de la silla y la arrastre hacia su habitación. ¿Sabes? Es verdad eso de que los muertos pesan el doble, con todas mis fuerzas la tumbé en la cama y la tapé con las sábanas, yo me tumbé a su lado, cogí su mano y la coloqué al rededor de mi cintura, hacia tiempo que mi madre no me abrazaba, bueno, solo me había abrazado tres veces más o menos, sentí su cuerpo a mi lado y mis ojos se llenaron de lagrimas, la quería a pesar de todo, era mi madre y toda una hija quiere a su madre, aunque también la odiaba, la odiaba porque nunca le plantó cara a mi padre, nunca protestó, nunca me dijo que me quería, nunca me sonrió, nunca me besó, nunca me leyó un cuento para que me quedara dormida, nunca se comportó como una madre y encima me había abandonado con ese idiota de padre que tengo, recuerdo que me levanté enfadada con ella y conmigo misma por odiar a mi propia madre y salí de su habitación cerrando la puerta de un portazo, no me había dado cuenta de que aún llevaba el exámen en la mano, siempre había sido una chica buena, la más lista de todos, porque quería que por lo menos mi madre se sintiera orgullosa de mi, arrugue la hoja y la tiré a un lado.

      Grite.

      Llore.

      Y grite como una loca. 

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⏰ Última actualización: Oct 23, 2021 ⏰

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