La habitación se encontraba casi repleta, todos guardaban silencio o al menos trataban de mantener sus sollozos guardados en lo más profundo de su pecho.
El mejor flautista de la comarca tocaba la melodía más tranquila que los guardianes de la luna pudieran escuchar. La tonada lograba escabullirse por los muros protectores de aquella fortaleza.
Todo el festejo sobre el segundo equinoccio del año se llevaba a cabo con rapidez, trataban de no dejar que hela les pisara la capa. Unos momentos más de música y entonces un elfo de la comarca del sol arribó a la habitación.
La hora de narrar los cuentos que tanto encantaban había llegado.
—Atravesó el cielo y se plantó en el final de la comarca, justo a tiempo para que el sol le dedicara su ultimo rayo antes de esconderse para siempre.
Minho escucha atentamente el relato, todos a su alrededor prestaban atención a cada mínimo movimiento que hacía. Sus carcajadas mantenían a los hechiceros en guardia, pues se creía que el joven lunar se desvanecería incluso por un ataque de risa.
El solsticio de invierno marcaba un día largo y tortuoso. Minho sería capaz de sentir empatía a toda su situación si no fuera por la dicha que ahora mismo le invadía, la compañía de todos sus seres queridos lograba que olvidara que hela estaba rondando por los muros de su habitación.
— ¡Convénceme alfrodull! —levanto la voz el elfo. Todos jadearon con sorpresa. —Convénceme que aquella criatura no vino a salvarme de la oscuridad —repitió en un tono pausado y melancólico.
Al fondo de la habitación, se mantenía de pie un muchacho de cuerpo menudo que apenas asomaba su cabeza por las solapas de la capa que vestía, trataba de mirar a su hermano mayor por entre los cuerpos. Un ligero codazo por parte de su madre detuvo su acción desesperada.
— Seungmin, más vale que te detengas ahora mismo —susurro la mujer con severidad.
Seungmin detuvo sus pies ansiosos, ya sabía de sobra aquella historia.
Minho se había ocupado de acunarle en las noches de pesadillas mientras le susurraba aquel relato.
Los jóvenes príncipes percibían que las lunas transcurrían eternamente cuando ellos permanecían sin tener contacto mutuo. Antes de que Minho enfermara, seungmin fue alejado de su protección. Las historias y besos nocturnos cesaron.
La reina se había encargado de separar a los príncipes en torres apartadas una de otra.
La fiesta concluyo en más risas que preocupaciones. El clan lunar poco a poco se fue dispersando a excepción del más joven de los príncipes.
— Hoy percibo tu olor distinto –susurro minho a su joven hermano que se aproximaba a su lecho. Min tenía un rastro de lágrimas en sus mejillas pero eso no impidió que iluminara la habitación con una sonrisa juguetona.
— Fui a buscarte algo que lograra reponerte —se aproximó con mayor seguridad para sentarse a su lado.
Minho no demoro en tomarle de la mano aproximándolo a su pecho, el más joven se apresuró a rodear con sus brazos el torso de su hermano.
–Por la luna, añore tanto tenerte nuevamente –susurro el mayor.
— Madre no tardara en darse cuenta que no estoy sosteniendo su falda –susurro de vuelta. Minho en respuesta estrujo con más fuerza el cuerpo ajeno.
— Mi estado de salud y la pesadumbre que agita mi corazón es demasiada para dejar que madre te aleje de mi otra vez. Esa salvaje...
— No abrumes a tu mente con esos pensamientos hacia tu madre — regaño.
—Te quiero más de lo que te imaginas seungmin, acúsame de odiar a quien te aparte de mi
— Si así fuera tendrías que hablar mal de hela –exclamo el menor. El mayor asombrado por las palabras recibidas aflojo el agarre de sus brazos. Min logro separarse rápidamente.
Sus ojos conectaron frente a frente. El menor fue el primero en bajar la mirada.
—Han traído a los mejores hechiceros de la comarca y lo único que estos logran es armar un gran revuelo por todo el pueblo. Madre dice que estas siendo castigado por la luna y padre dice que estas siendo llamado por los ancestros –exclamo con fuerza antes de comenzar a sollozar.
Minho entreabría la boca en busca de algunas palabras que consolaran a su joven hermano.
—La reina y yo fuimos a la comarca del oriente. Toda una estación en la que buscamos a hechiceros que lograran predecir qué era lo que te ocurría y lo único que recolectamos fueron unas bolitas de color oscuro que apestan a humedad. Ponen feliz a las personas cuando comes dos o tres de ellas, madre no quería traerlas pero logre robar algunas –el tono alto con el que comenzó a hablar se fue esfumando conforme avanzaba el relato. Antes de que minho lo retara por extraer sin permiso aquel fruto seungmin se levantó y de entre el ropaje de su cadera saco una vaina donde colgaban pequeñas esferas oscuras.
— La llaman Atropa belladona, esta mañana seleccione las más bonitas y oscuras — uno por uno comenzó a desprender el fruto, con cuidado. — tres de ellas te hacen reír, espero que veinte de ellas sean suficientes para hacerte saltar de esa cama.
El brillo en los ojos del menor sacudió el corazón de minho. Quería atiborrarse de aquel fruto enseguida para poder correr descalzo tras él, atraparlo y luego llenar su rostro con besos.
—¿Podre tenerte nuevamente?—Pregunto minho sin apartar la mirada de la vaina que era despojada de sus frutos.
seungmin sintió sus mejillas tibias —Las veces que quieras
— Entonces comamos belladona.
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—Hela atrapo a dos guardianes de la luna aquel equinoccio — relato el salix alba.
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