snowgrave.

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Se decía que por las lejanías existía un castillo encantado, en la cima de una montaña, protegido por un gran dragón que en lo más profundo de la torre; se hayaba una doncella de piel fina, durmiente y congelada en su lecho de cristal.

ㅤNadie había osado en siquiera pasar cerca. Era una leyenda que rondaba por los pueblos más bajos a la montaña, y que pasaba de generación en generación; así concurriendo en setenta y nueve siglos.

ㅤLa leyenda hablaba de una joven hechicera que un día por accidente congeló a su mejor amigo, y al no poder soportar tal sufrimiento, se comenzó a cubrirse del frío cristal, dejándola finalmente una noche congelada, durmiendo profundamente.
Si algún valiente caballero se atrevía a escalar aquel alcázar, vencer el dragón y llegar al cuarto de la princesa; lograría despertarla con un beso de amor verdadero.

ㅤPero claro, leyendas son sólo leyendas. Y a pesar de que todo pueblo conocía la existencia de esta historia, decidieron dejarla como un simple cuento de hadas.

ㅤLa valiente Susan galopeaba ferozmente hacia el castillo. Siempre había buscado aventuras, y desde pequeña le había llamado la historia de aquella princesa congelada.
Había leído todos los libros del reino que hablaban de ella. Encontrarla iba a ser su más grande hazaña, y claro que no se iba a quedar atrás.

ㅤCuando cumplió veintiún años su padre forjó una espada para ella, dándole la oportunidad de ser quien deseaba ser en la vida. Era la más ruda, fuerte, audáz, y rápida del pueblo, y eso la llevó a convertirse en un brillante caballero.

ㅤLa espada podía atravesar la más gruesa piel de bestia, y con ella, estacó el corazón de hielo del magno dragón.
Subió rapidamente las escaleras rocosas hasta llegar a lo más profundo del palacio gélido, abriendo suavemente la puerta del aposento donde yacía la bella durmiente.

ㅤAl llegar, observó toda la habitación. Había hielo por todas partes, y un gran lecho fino que parecía ser de aquellos usados por un pudiente huesped.
Se acercó a la cama de cristal y pudo presenciar el bello rostro de la doncella de los cuentos de hadas.

ㅤCabello dorado, piel delicada, ojos grandes que derramaban lágrimas hechas cristal brillante. Yacía dormida sujetando ambas manos como si buscara consuelo.
A pesar de los años transcurridos, la muchacha lucía jóven, no había envejecido. Desde su dedo índice de la mano brillaba un precioso anillo.

ㅤSusan se había quedado estupefacta con la belleza y purez de la doncella. Abrió grande los ojos y se acercó con sigilo a los labios contrarios sin apartar la mirada del bello rostro que tenía en frente. Una helada brisa sacudió sus cabellos, y al suspirar el aire se hacía vapor.
Posó sus labios con los de ella, y así; la besó cálidamente.

ㅤAl apartarse volvió a verle la cara, esperando que despertara del sueño profundo que aquellas ramas de sufrimiento le otorgaron pasados los años en desgracia.
Un haz de luz logró cruzar por la pequeña ventana del aposento, y se posó en el anillo de la jóven. Con la luz del sol, y el cálido amor del caballero, iban derritiendo el pobre cuerpo congelado de la muchacha, y las lágrimas de sus ojos comenzaban a volver a fluir.

ㅤAbrió los ojos lentamente, mirando al techo, y dando su primer respiro después de mucho tiempo.
Volteó hacia la contraria, observándola con sus ojos cristalinos, y boca entreabierta que echaba vaporcito.
Su corazón había sido descongelado.

ㅤSusan se puso de pie, pasando su mano por su nuca, volviendo a atisbar a la más baja en altura.
Se examinaban mutuamente con la vista, y después de unos segundos, la doncella de hielo verbalizó:

ㅤ—¿Quién eres? —Calló nuevamente.

ㅤEl caballero volteó. —... Mi nombre es Susan, caballero real que ha venido a salvarte del invierno eterno.

ㅤLa contraria miró los ojos de Susan. Bajó la cabeza recordando a su pobre viejo amigo. Toda su dolencia había causado un frío invierno en la montaña donde el castillo pisaba. Después de los años, sus sentimientos se habían transformado en un terrible dragón de alma helada, compartiendo su consciencia con la de la hechicera, queriendo estar sola hasta el fin.

ㅤSecó sus lágrimas delicadamente, y volvió a observar el rostro de la más alta, y sonrió.

ㅤ—... Soy Noelle, mucho gusto, Susan.

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𝐂𝐔𝐀𝐋 𝐃𝐎𝐍𝐂𝐄𝐋𝐋𝐀. DR ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora