The night we met

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I am not the only traveler
Who has not repaid his debt
I've been searching for a trail to follow again
Take me back to the night we met

Si existe algo como el cielo y el infierno no lo sabemos, y Leone Abbacchio no era la excepción.

De niño, por supuesto que creía en el cielo y el infierno, su familia tenía la tradición de ir a la iglesia desde que él recuerda, siempre le alegraba jugar con los niños de otras familias, y cada domingo sin falta cantaba en los coros de la iglesia. Leone siempre se aseguró de ser un buen niño para tener el cielo ganado, incluso se resistía a probar las modas góticas que tanto le llamaban la atención por pensar que eso lo haría un niño malo.

Y ese pensamiento de ser un niño bueno y hacer lo correcto estuvo siempre presente hasta su juventud, donde todavía veía al mundo color de rosa, donde pensaba que existía la justicia, donde pensaba que podría lograr su sueño de ser policía para tener el mundo a salvo.

Leone Abbacchio era un ingenuo.

Hasta ese día.

El día de la tragedia, el día en que todo cambió, en que su compañero murió, y con él, una parte de Leone también murió.

Ya no creía que el mundo fuera bondadoso, ya no creía que el mundo fuera justo, ni siquiera se atrevía a creer en esas creencias que le habían inculcado de pequeño, años de una infancia feliz se fueron a la basura, ya no creía en el cielo el infierno, lo que Abbacchio pensara ya no iba a lograr nada, eso creía él. Se la pasaba metido en el alcohol, golpeando a gente por dinero para así conseguir cómo vivir, claro, si con vivir se refería a vivírsela en aquel establecimiento donde su compañero murió, bebiendo enormes cantidades de alcohol, alcohol era lo único que consumía, ahogado en su miseria, esperando el momento en que muriera a causa de un coma etílico, pero nada sucedía, no podía sobrellevar la muerte de su compañero, ni tampoco conseguía morir, esto le aterraba.

Entonces Abbacchio pensó que definitivamente él estaba en el infierno.

Vivía su agonía día a día, hasta que un día, empezó a dudar de sus creencias, ¿Por qué?

Él llegó.

Un hombre en un pulcro traje blanco con motas negras, su piel aceitunada podía resaltarse con ese traje que incluso dejaba una ventana para mostrar su muy bien dotado pecho, cubierto por una fina y hermosa lencería, por lo que veía, a pesar de ser hombre, tenía un cuerpo que arrancaría suspiros incluso a hombres, poseía una cintura pequeña que incluso te hacía pensar si era posible que un hombre pudiese tener una cinturita para que al ir bajando más, te encontraras con unas caderas anchas, Abbacchio sentía que ver ese cuerpo era demasiado para sus malditos ojos, no merecía deleitarse con esa hermosa vista, sin embargo aun así lo hacía.

Abbacchio apostaba que debía tener una buena retaguardia, si así de bueno estaba su cuerpo, así de buena debía de estar su retaguardia, pero alejó esos pensamientos de su mente, dios, que asco se daba, pensar de esa sucia manera sobre alguien tan perfecto. Perfecto. Aún no veía su rostro, de seguro no era la gran cosa, nadie podía ser así de perfecto.

Y Abbacchio se engañó así mismo.

Cuando aquel hombre alzó el paraguas para descubrir su rostro, Abbacchio quedó sin aliento, ¿Es un dios? ¿Es acaso un ángel que lo vino a recoger porque ya había muerto? Dios, realmente era perfecto, un rostro varonil, pero a la vez con finos rasgos, cabello negro como el ébano en un corte bob que solo reafirmaba su fino mentón, una trenza en la parte superior de su cabeza, la cual era sostenida por un par de broches dorados, y para cereza del pastel, unos ojos color mar, Abbacchio siempre había considerado que el mar era hermoso, que el mar lo hacía sentir en paz y libre.

Take Me BackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora