Capitulo unico

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Comenzaba a preocuparme por el  Feña porque no tenía ni rastro de él desde hacía más de una semana, y cada vez que  pensaba en eso me entraba la desesperación y el miedo que atrapa a la gente en estos días.

Recorrí  las calles que frecuentaba por si es que andaba de juerga por ahí. El lugar donde le gustaba beber de vez en cuando, la plaza que estaba cerca de su casa y la cafetería donde trabajaba.  Parecía que la tierra se lo hubiera tragado y la gente que lo conocía parecía no saber nada.

Lo más extraño es que no me había dejado ningún mensaje con sus colegas del café  o con algunos conocidos que teníamos en común. Ninguna llamada por teléfono, ni recados con su hermana.

Mientras yo me sumía en una vorágine  de pensamientos dirigidos y repletos de él.  Esperaba  junto al teléfono cualquier noticia, por mínima que fuera acerca de su paradero. 

 

El seductor de Fernando estudia en la facultad de Artes, lo conocí por pura casualidad y me pidió un par de veces que lo ayudara con unos ramos  que según  él no entendía;  y era cierto. No entendía nada porque ni siquiera cursaba esos ramos.  Los había usado como excusa para conocerme y le había funcionado.

 Recordar esos días siempre me hace sonreír.

Lleno de vida, seductor peligroso  y riéndole en la cara a  cualquier vicisitud que se le plantara en el camino  fue como le conocí.

 Terco a un nivel inimaginable e incorregible.  Se le daba muy bien eso de manipular a la gente a su favor y también de  corresponder cuando se entregaba en alma a algún proyecto que se le ocurriera abrir cauce entre sus millones de pensamientos.              Idealista nato, así que era solo cuestión de tiempo. Lo sabía.

  ***

Caminar  con los lienzos y las pinturas veinte cuadras por Santiago nocturno no era la mejor opción pero era la única, porque me había gastado  la plata de la micro de una semana en los materiales.  Jodidamente mi escuela de artes cerraba temprano y no tenía donde seguir trabajando con los cabros. Mi hermana trabajaba duro y  no le podía ir a meter gente a la casa que era bastante modesta y le daba vergüenza verla invadida de jóvenes.

 Me daba pena molestarla si se esforzaba tanto  para ayudarme a pagar la universidad y mantenernos en su casa. A la única persona que le permití  entrar, quedarse y conocer a Sonia fuiste tú Sebastián.

  Y se afligía contigo porque parecías niñito rico  y mi hermana, me reclamó por semanas.

La casa del Juan estaba siempre abierta para nosotros.  Lo más seguro es que su mamá ya los tenía a todos trabajando en el patio  para poder  poner la mesa  y que nos tomáramos un tecito  y comiéramos  unos pancitos.

Llegué a duras penas con las manos adoloridas por el peso y los compañeros ya me esperaban hace rato por los materiales. La tía, madre de Juanito me saludó con un abrazo cálido, maternal  y me plantó enseguida un tazón de té y me pasó uno de sus famosos panes amasados.

Tenía sintonizada la radio y desde hacía  meses no paraban de hablar de Allende y de los cambios que traería para todos.  “Unidad Popular para un Gobierno Popular “   Decía la radio y la propaganda que había estado circulando por todos lados  y de la campaña para la que habíamos participado con lienzos y  todo tipo de actividades con bailes, canciones y voces por la alameda de Santiago.  Esos días habían quedado atrás y ahora seguíamos metidos en terminar el semestre lo mejor que podíamos.

FernandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora