My only love

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El camino de regreso a casa sucedió en un abrir y cerrar de ojos. Siempre, entre las 4 y 6 de la mañana, en Gotham reinaba la paz. Ni criminales ni peatones. Sólo las luces de las lámparas de la calle y las pocas personas que abandonaban los recintos nocturnos, coloreaban la ciudad.

Después de varios años, aquella era una escena a la que estaban acostumbrados. Encontrándose con ella siempre después de patrullar pero esta vez se sentía diferente. Era difícil para Raven poner en palabras el bonche de emociones que se acumulaban en su interior, golpeteando con fuerza contra su pecho que ahora resultaba débil en contenerlas.

Giró la cabeza y observó a la persona en el asiento del piloto, sus esmeraldas concentradas en el camino cómo si no pudiera llegar al destino con los ojos cerrados, y permitió que la sonrisa que llevaba cargando por horas se ensanchara antes de regresar la vista al exterior.

Cuando llegaron a su destino, Raven se quitó las zapatillas antes de bajar del coche. Sus pies descalzos se estremecieron ante el toque del frío cemento debajo, pero el calor que albergaba dentro de sí borró la molestia en cuestión de segundos.

Alzó la vista y recorrió el lugar. Todo se veía cómo siempre, pero al mismo tiempo era como si viera todo con diferentes ojos, pero abandonó cualquier pensamiento cuando los dedos de Damian se entrelazaron con los suyos, jalándola delicadamente en su dirección. Raven se dejó guiar como si fuera la primera vez.

Caminaron por el vestíbulo, hacía el elevador, hasta el último piso del edificio. En una mano sus Manolo Blahnik, y en la otra, Damian.

De pronto la puerta de su departamento yacía delante de ellos. Y mientras Damian abría la puerta, Raven no pudo evitar contener la respiración ante la expectativa de lo que había detrás de la puerta.

No es cómo si hubiera un nuevo sillón o comedor. Titus ni siquiera estaba ahí para recibirlos. Probablemente habrían algunos regalos que arribaron en su ausencia, pero nada lo suficientemente grandioso a lo que Raven ansiaba.

El sonido de la puerta abriéndose la trajo de vuelta, pero antes de que pudiera avanzar por su propio pie al interior del lugar, Damian la levantó en sus brazos. Instintivamente, Raven pasó sus brazos alrededor de su cuello.

"¿Qué haces?" La sorpresa se hizo presente en su voz, con sus cejas arrugadas, conteniendo una risa.

"Siguiendo las tradiciones, señorita Roth." Una sonrisa orgullosa adornaba su rostro y Raven le devolvió la sonrisa.

"Ya soy señora. Te pido que por favor te dirijas a mí correctamente." Dijo con rostro completamente serio, pero la sonrisa de Damian solo se agrandó, asintiendo con la cabeza.

"Lo tendré en cuenta." Damian avanzó, entrando en el oscuro departamento con sumo cuidado de no golpear a Raven en el camino. Las luces de la entrada se encendieron automáticamente, la puerta se cerró detrás de ellos. "Bienvenida a casa, señora Wayne."

Había escuchado esas palabras durante toda la noche, pero sólo viniendo de él, tomaban un significado diferente y se clavaban en lo más profundo de su ser, estremeciendo hasta el más pequeño de sus cabellos.

Sin decir una palabra más, ambos juntaron sus labios en un beso. Fue un rose casto, no llevaba la desesperación con la que otras veces se habían juntado, tampoco fue lento ni rápido. Fue perfecto. Era un beso de bienvenida. La bienvenida para el inicio de una vida juntos.

"Bienvenido a casa, señor Wayne."

Damian bajo a Raven con suavidad, una vez de pie, ella acomodo el entallado vestido de encaje que cubría, desde su cuello, todo su cuerpo. Encima una adorable capa, también de encaje. Damián la observaba en silencio, y una vez que Raven terminó su ritual, Damian pasó ambas manos a los lados de su cabeza, jalando el gorro de la capa sobre su cabeza. Dejando sus manos sobre las mejillas de Raven al final.

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