La oscuridad era algo a lo que ya estaba acostumbrado, pero incluso cuando ya habían pasado millones de años, aún le quedaban recuerdos borrosos de su antiguo hogar, el Tercer Cielo. Miraba con añoranza hacia arriba y se aferraba a esos recuerdos que noche tras noche lo atormentaban, pero era imposible regresar ¿verdad? Dios no lo aceptaría jamás, después de todo lo había traicionado, él mismo se había condenado para convertirse en una copia barata de Satanás, un demonio, un esclavo que fiel del primer pecador, pero ya no más, estaba decidido a abandonar el Reino de las Tinieblas y regresar a el paraíso, él quería volver a sentir esa calidez que alguna vez lo abrazó. Desplegó sus enormes y descuidadas alas negras con dirección al aposento de la Gran Serpiente, aunque no quería admitirlo tenía mucho miedo por la respuesta de Mefistófeles, en el peor de los casos lo volvería un desterrado, un ser sin conciencia que no pertenece ni al Cielo ni al Infierno, también era probable que borrara su existencia.
Volar en el infierno era una tortura, incluso para los demonios más poderosos era todo un reto desplazarse en el paraíso del demonio, el ambiente era pesado y caluroso con un olor putrefacto que fácilmente podría matar a un humano, acompañados de los alaridos que nunca cesaban y las disputas entre los demonios, un espectáculo agradable digno de Satanás. Después de un buen rato finalmente estaba ahí, guardó sus enormes alas, observó una sencilla puerta blanca y con las manos temblorosas en la manija empujó con miedo para entrar en la casa de su Padre.
Aunque las descripciones de los humanos afirmaban que el palacio de Satanás era un castillo pretencioso y de color rojo, con fuego y lava en todas partes, no podían estar más equivocados. Satanás envidiaba a Dios y deseaba volver al paraíso, por eso creó un ambiente similar, donde no existía la oscuridad, con un firmamento blanco y un hermoso campo de flores blancas que no terminaba nunca y para rematar ordenó que lo llamaran Padre. Una vez dentro, la puerta desapareció y empezó a caminar por el bello campo sin una dirección en específico, después de todo el Diablo ya sabía que estaba ahí y era cuestión de tiempo de que se presentara en cualquier lugar. Con cada paso que daba su cabeza se llenaba de voces, algunas se reían, otras lloraban y otras gritaban, jodidamente molesto, pensó mientras guiaba su vista hacia abajo, ahí observó una cara ensangrentada y sonriente de un bebé se formó en una de las flores, asqueado, aumentó la velocidad y siguió su camino hasta que notó manchas de sangre en las flores que había pisado. Así que esas voces venían de ahí, miró su camino de sangre y sonrió.
- ¿Esto te divierte verdad?, incluso después de la muerte no dejas de atormentarlos - expresó el demonio mientras caía de rodillas. – Responde ¿esas eran las almas que guié a su muerte? - Dijo sin expresión arrancando una flor.
- Hijo mío, deberías ser más considerado y recordar al menos las almas que comes - Respondió una voz. - Eso no es muy educado de tu parte - agregó sonriente.
Es él. Tetsuhiro alzó su vista rápidamente y observó a su Padre, estaba en su lecho alimentándose de frutas que caían de un árbol frondoso, a sus costados había unos pequeños manantiales con el agua más cristalina que podría existir. Poniéndose de pie, frunció el ceño y se acercó a Satanás lentamente.
- ¿Por qué has venido mi querido hijo? - lo miró cálidamente extendiendo sus brazos con exageración.
- Deja de jugar, tu sabes muy bien porque estoy aquí. - dijo sereno lo suficientemente cerca para volver a arrodillarse.
- JAJAJAJA, ¡eres un maldito descarado!, ¡¿Cómo coño te atreves a pedirme tal cosa?! - habló burlonamente. - ¡¿Sabes que desear algo del señor de arriba en mi cara es pedirme que quieres ser un desterrado?! - Exclamó y en un abrir de ojos, Satanás estaba cara a cara con Tetsuhiro.
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El Pacto del Arcángel
FanfictionTetsuhiro es un demonio que ansia volver al paraíso con Dios. Para cumplir su deseo entregará el alma de un mortal al Diablo, sin imaginar que el dueño de esa alma es un ¿tirano? . . . Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Hinako Takanag...