Capitulo cuatro: las sospechas.

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En ese período, Al Snedeker trabajaba en una cantera de piedra y Carmen estaba al cuidado de cuatro niños durante el día, lo que le permitía quedarse en casa con sus propios hijos. Eran católicos devotos y asistían a misa cada domingo. Carmen estaba involucrada en un número de actividades de la iglesia a las cuales dedicadas partes del tiempo libre de que disponía.

Fue en abril de ese año que Stephen contrajo una tos seca y áspera. Al fue el primero en notarlo y le preocupó. Pero Carmen había visto niños enfermarse con un número de combinaciones de toses, dolores de garganta, sarpullidos y dolores de garganta, salpullidos, y dolores de cabeza, así que tenía confianza que pronto sanaría.
 
No obstante, la tos permaneció.
 
-Mamá, ¿qué es esto? - preguntó Stephen un día, acercándose a Carmen con rostro preocupado y los dedos apretados contra el costado izquierdo de su cuello.
 
Carmen corrió con cuidado los dedos de él y los remplazó con los propios, justo debajo de su mandíbula encontró un bulto del tamaño de un guijarro.
 
‘’Hormonas, pensó con el más leve aguijoneo de preocupación atravesándole el pecho, eso es todo lo que es, solo sus hormonas comenzando a movilizarse’’.
Stephen se alejó en cuanto comenzó otro acceso de tos seca y áspera. ¿era que la tos había empeorado…  o solo era su imaginación?

Carmen pensó: ‘’pueden ser sólo hormonas, pero…’’
 
-Creo que solicitaré una cita con el doctor Ketchum- dijo ella descansando sus manos sobre los hombros del niño apretándolos levemente.

El doctor Paul Ketchum era cálido, agradable, y por lo general sonreía.

Ninguno de los muchachos Snedeker tenía miedo de visitarlo; confiaban en él; como también lo hacían sus padres, así que cuando el doctor dijo que deseaba que Stephen pasara un tiempo en el hospital para que le hicieran unos exámenes, nadie vio razón alguna para preocuparse.

Carmen llevó al muchacho para que fuera admitido en el hospital el lunes por la mañana. Parecía raro hospitalizar a Stephen cuando se veía tan saludable y energético como siempre. Excepto por esa tos. Excepto por ese bulto.

Ella lo internó y pasó la mañana con él en el pabellón de pediatría, pero debía regresar a casa para cuando los niños más pequeños volvieran del colegio.
 
-Disculpa, pero debo irme, querido – dijo ella, de pie junto su lecho.

Stephen sostenía el control de la cama en su mano y se divertía moviéndola hacia arriba y hacia abajo. El levantó la vista y le sonrió. Era una sonrisa tan joven, tan hambrienta de nuevas experiencias tan llena de entusiasmo crudo.

-Está bien, mamá – contestó-. Estaré bien.

Después de la cena esa tarde, Al y Carmen fueron al hospital a visitar a Stephen, camino a la habitación, divisaron al doctor Ketchum que caminaba hacia ellos por el corredor. Le sonrieron, pero su respuesta fue menos que entusiasta. Sus hombros estaban un tanto encogidos y su paso era más lento y energético de lo normal. Asintió una vez, saludándolos en silencio.

-Entonces, ¿cómo se encuentra Stephen? - preguntó Al, mientras mantenía su sonrisa, que amenazaba con desvanecerse.

-Stephen está muy bien-dijo el doctor Ketchum en voz baja-. No estoy tan seguro de los exámenes.

Carmen tomó una profunda y estabilizadora bocanada de aire, y preguntó: - ¿A qué se refiere?

-Bueno, desafortunadamente no nos están diciendo algo conclusivo sobre la condición de Stephen, así que creo que tendremos que dar otro paso hacia adelante. Hoy he conversado con el doctor Morley. Él es un cirujano muy bueno.

Al tomó la mano de Carmen y la apretó.
-Él está de acuerdo conmigo en que debemos realizar una biopsia y, en tanto que ustedes también estén de acuerdo, preferiría hacerlo mañana.

Al y Carmen intercambiaron una mirada oscura, preocupada.

Con voz seca, Al dijo:
- ‘’Así que esto… eh, significa que usted y el cirujano quieren llegar al fondo del problema de Stephen. ¿estoy en lo correcto?’’

El doctor Ketchum asintió y agregó para alentarlos: -sí, por supuesto, eso es exactamente lo que deseamos hacer.

Estuvieron de acuerdo con la biopsia, conversaron con el doctor Ketchum un momento, sus bocas secas y sus voces débiles; luego se dirigieron a la habitación de Stephen. No hablaron durante el trayecto, solo se tomaron de la mano.
Stephen estaba sentado sobre la cama mirando televisión y masticando la punta de una pajuela. Él les sonrió y ellos se acercaron a la cama. Se veía un tanto fatigado, pero todavía tan saludable como siempre.

- ‘’ ¿Qué tal pasaste el día en el hospital, campeón?’’ – preguntó Al, mientras le daba una palmada en la rodilla, cubierta por la frazada.

Stephen se encogió de hombros.

- ‘’Bien, supongo. Excepto por los vampiros. – estiró el brazo para mostrarles los apósitos en su antebrazo de donde le habían sacado sangre.

- Te traeremos unas cabezas de ajo- dijo Carmen con una sonrisa-, puedes mantenerlos lejos con eso.

-Todavía no sé qué me pasa- dijo frunciendo levemente el entrecejo-. Me siento bien. Solo me siento enfermo cuando me entra el hastío por estar acostado aquí.

-El doctor tampoco sabe lo que tienes- dijo Al levemente, mientras acercaba una silla a la cama y se sentaba en ella-. Por eso quiere realizar una biopsia mañana.

Los ojos de Stephen se agrandaron.

- ¿Una biopsia? ¿quieres decir cuando te abren y te sacan todo lo de adentro?

Al y Carmen rieron.

-No, no- dijo Al-, esa es una autopsia, y eso solo se lo hacen a los cadáveres. Una biopsia es cuando extraen un pequeño pedazo de tu bulto y lo eliminan.

- ¿Me va a doler?

-No sentirás nada. Justo antes de que lo hagan, una enfermera vendrá con un gran bate y te dará con él por la cabeza. Te desmayarás tan rápido como un rayo.
Stephen rio y le tiró la almohada a Al quien, junto a Carmen, escondió su preocupación detrás de una sonrisa.

El día siguiente, el martes. Fue uno de los más largos de sus vidas. Ellos aguardaron a la salida del quirófano escuchando cómo los doctores eran instruidos sobre el sistema P.A., cómo los pasos silenciosos de las enfermeras que usaban botas con suela de goma subían y bajaban por los pasillos, y respirando el aire antiséptico del hospital a medida que transcurría el tiempo con la velocidad de la melaza deslizándose por una superficie lisa, hasta que…

*Nota de la autora: ....

In a Dark Place Donde viven las historias. Descúbrelo ahora