En la soledad dela noche un gato caminaba por los techados de un pueblo casi fantasma.
Las personas dormían en sus lechos presos del cansancio de la faena del campo. Solo en las tinieblas se oía el maullido lastimero de este animal, era, como el lamento de un alma perdida buscando consuelo.
Los ancianos del pueblo contaban a sus nietos y esto se transmitía de generación en generación, que, aquel animal era un espíritu reencarnado en el felino que acecha en las noches de luna a los amantes furtivos.
En esta ocasión, la luna brillaba en lo alto y en los rincones, a escondidas, los amantes daban rienda suelta a sus calores más intensos.
A lo lejos, los grillos y aves nocturnas cesaron su bullicio. Los perros aullaban presagiando que esta noche estaría llena de sangre.
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