Su móvil suena con la entrada de un WhatsApp nuevo, así que cuando termina de apretar las tuercas de la caja de cambios y frotarse las manos en el mono gris para quitar el exceso de grasa, coge el móvil para leer el mensaje de Raoul. Entra en la conversación, ve una fecha, una hora y el lugar de la fiesta de Halloween.
Agoney no da crédito a que su chico, porque sí, después de las idas y venidas que tuvieron durante años, ahora ya podían decir alto y claro que eran pareja, se quisiera disfrazar el día de Halloween. Él no contaba con salir de casa, prefería quedarse tirado en el sofá sin hacer nada. Bueno sin hacer nada tampoco, su idea de Halloween era no salir de dentro de su novio, o que su novio no saliera dentro de él, pero en ningún momento se le paso por la cabeza la idea de disfrazarse e ir a la fiesta con Alfred, Ricky y compañía.
"Ni de coña voy a ir a esa fiesta" Piensa después de contestarle a Raoul que ya lo hablarían más tarde en casa.
Raoul y Agoney llevan viviendo juntos y conociéndose como pareja algo más de seis meses. Están siendo los momentos de las primeras cosas como pareja, y no podía faltar la fiesta de Halloween.
Agoney es reacio a la celebración de esta fiesta inglesa, no le encuentra el sentido. Raoul en cambio es amante de esa cultura, y le encanta disfrazarse y salir a la calle. Intenta no repetir disfraz año tras año, pero ya se le agotan las ideas.
En el momento que Raoul siente la vibración del móvil en el pantalón, sabe que es Agoney diciéndole que él no irá a ninguna fiesta, que si quiere que vaya él. Lo conoce. Agoney no tiene ningún problema que su chico salga y se divierta, mientras él se queda en casa. Pero Raoul no quiere eso, él quiere que su novio le acompañe, se disfrace y pasen juntos una noche diferente. Y cuando lleguen a casa, seguir la fiesta ellos dos solos como más les gusta. Follando, jadeando, gimiendo, sudando y teniendo algún que otro orgasmo.
Cuando Agoney está terminando de cambiarse en el vestuario del taller por su propia ropa, escucha la puerta de metal abrirse y cerrarse de un portazo. Está acabando de ponerse los pantalones antes de que le dé tiempo a girar e ir en dirección a la puerta, cuando ve a través del espejo la figura de Raoul apoyada en el marco de lo que sería la puerta si no fuera por la falta de esta.
—¿Qué haces? — Le pregunta sin quitarle la mirada del espejo.
—Observarte.
—Eso ya lo veo, pero ¿por qué?
—Porque me pone mucho verte manchado de grasa, desnudo, ves...
—Te pongo, lo sé. - Le responde comiéndole con la mirada y mordiéndose el labio inferior.
—Lo sabes, sí. — Le contesta avanzando lentamente hasta dónde está él para rodearle con sus brazos. —¿Mucho trabajo?
—Raoul, te vas a manchar — le dice cuando siente los brazos rodearle la cintura desnuda. —Tengo que ducharme.
—No me importa — le aprieta un poco más. —Así yo también tendré que ducharme.
—Ahora al abogado pijo le gusta mancharse de grasa – Le contesta con una sonrisa en la cara. -Y hace unos meses te pusiste como loco porque casi mancho tu coche. — Escucha la risa cantarina de Raoul.
—No es lo mismo la grasa que el semen en la tapicería del coche, mi amor. — Le contesta dándole un beso en la nuca.
Agoney se da la vuelta entre sus brazos, quedando frente a frente y viendo la cara de no me voy a reír que tiene Raoul.
Agoney se acerca poco a poco a esa boca que le vuelve loco desde hace años, y que por fin ahora puede besar cuando quiera. Mientras se besan jugando con los labios, con las lenguas y con la respiración, las manos de Agoney se deslizan por la baja de espalda de Raoul hasta cogerle las nalgas y a la vez que las aprieta, le hace ponerse más de puntillas. Agoney reconoce que el culo de su novio le vuelve loco y le encanta manosearlo.