Noa
Hace un calor insoportable, detesto el calor. Sentirme sudada y pegajosa no está dentro de mis sensaciones favoritas. Ni siquiera la ventanilla abierta del auto mejora las cosas. La brisa que entra es caliente y áspera, nada refrescante. Frank me mira como queriendo disculparse, mi expresión debe mostrar abiertamente lo que siento, pero ni siquiera es su culpa. Yo quise venir.
Al llegar al portón que marca el principio del perímetro que abarca la zona del hospital Frank vuelve a preguntar si estoy segura de querer entrar. Le repito que sí, con una media sonrisa incómoda, y con un suspiro poco convencido asiente y llama al portero con un grito, quien sale de la garita y acciona el mecanismo que abre la reja, saludando a Frank con cortesía. Frank le devuelve el saludo y arranca, atravesando áreas verdes que se extienden por todos lados alrededor de la gran edificación que conforma el hospital. En pocos minutos encuentra dónde aparcar y salimos del auto. Algo impaciente y escéptica me muevo en silencio detrás de él. No sé exactamente qué espero descubrir en este lugar, básicamente me causa una gran curiosidad ver de qué se trata realmente. O al menos alguna parte de la realidad. Nada más de cruzar la entrada al edificio principal el ambiente se siente muy diferente al exterior. Pasamos una recepción atendida por una enfermera que no necesariamente presta atención a lo que hace, y se dedica a observar algo en su teléfono. Frank le llama la atención y sigue de largo. Yo me vuelvo para ver con cierto reproche cómo regresa a su postura sin molestarse en disimular.
Los corredores son amplios y poco amueblados. Hay algunos bancos de madera largos y viejos, muchas puertas cerradas con carteles informativos, personal que se desplaza de un lado a otro, saludando o no a Frank que sigue su camino con la seguridad de quien repite los mismos pasos a menudo. Entramos a una sala, la primera, y no causa tanta aprensión como había imaginado. Los pacientes caminan y deambulan tranquilos, en sus asuntos. Algunos supervisados, otros solos. A simple vista hay personas de todo tipo. Cruzamos la estancia solo de paso, la oficina de Frank no está ahí. Quisiera quedarme a explorar en el lugar pero no digo nada, acordamos que haría todo acompañada por él para evitar cualquier tipo de accidente. Pasamos de largo dos salones más y el paisaje no es muy distinto. Algunos pacientes gritan de pronto, o vociferan cosas insistentemente. Otros andan por el suelo, hablando con las paredes o sus propias sombras y gesticulan exageradamente a la nada. Pero nada que me impresione o asuste ha ocurrido todavía. Sinceramente no sé qué estoy esperando sacar de esta experiencia, pero sigo a Frank observando en silencio. Cosa rara en mí porque tengo ya un montón de preguntas que lanzarle sin pausas. Entramos al último salón, según me dice, antes de llegar a su oficina, y Frank aligera el paso, instándome a hacer lo mismo. Aquel no es un lugar para hacer visitas, me dice muy críptico y eso genera aún más curiosidad en mí como es natural. No obstante, aunque me es imposible no esperar que suceda algo distinto en aquel lugar, todo transcurre igual que en los demás salones y puedo ver cómo se forma una expresión de alivio en el rostro de Frank cuando estamos a punto de atravesar la puerta que nos debe conducir fuera de ese espacio. Desgraciadamente para su prematura ilusión, el alivio no dura. Un bullicio se abalanza en nuestra dirección y Frank se pone serio y enjuto. Casi nunca lo he visto así de severo. Los gritos se hacen más fuertes e insistentes y puedo discernir que pertenecen a varias personas diferentes gritando indistintamente: "detente, basta, agárrala, está por tu lado, busca a alguien".
Frank suspira con agotamiento y se dirige a una enfermera ya madura y bajita, quien permanece sentada tranquilamente en su buró, detrás del cristal que la separa de nosotros; la cual no se ha inmutado aún por el espectáculo que se avecina.
— ¿Está Kai afuera hoy? — interroga Frank a la mujer que ni lo mira para responder "Umju", asintiendo con desinterés.
Frank da otro suspiro largo y cansado. Le pide a la enfermera un sedante leve y ella lo saca de inmediato de una gaveta, como si lo tuviese ya preparado de antemano. Frank guarda la jeringa en un bolsillo de su bata y se va hacia el grupo de enfermeros que forcejean alrededor de alguien a quien fallo en ubicar. Yo me quedo en mi sitio, sin querer entrometerme, contenta con mi "asiento" en primera fila para el primer evento diferente del día hasta el momento. Claro, que ahora tengo una nueva pregunta que definitivamente guardaré para luego: quién es Kai.
Frank llega al grupo que continúa forcejeando y algunos se apartan para dejarle espacio. Mientras lo hacen puedo ver que a quien agarran entre los tres es a una chica, incluso un poco menor en estatura que yo, la cual se debate con fiereza entre los brazos que la retienen, como si de un animal salvaje se tratase. Su expresión es de pura rabia y miedo, mucho miedo.
— ¿Por qué no puedes pasar un día tranquilo como cualquier otro paciente Kai? ¿No ves que estas actitudes te perjudican más a ti que a nosotros? — dice Frank a la chica que lo mira con puro odio, cuando lo ve acercarse con la jeringa lista para accionar.
Los ojos de la que ya concluyo que es Kai le espetan un montón de cosas a Frank en una mirada fija y cortante, pero no pronuncia palabra alguna, no articula nada, ni siquiera un grito. Solo se le escucha una especie de gruñido gutural que logra intimidarme un poco. Claro que Frank es diferente, él está acostumbrado y no se impresiona. La inyecta en el cuello rápidamente y en pocos instantes la chica comienza a relajarse, y por su expresión es evidente que es contra su voluntad. Los tres que la aguantan también empiezan a ceder y en unos minutos que pasan con increíble celeridad ya Kai es incapaz de sostenerse sobre sus propias piernas sin ayuda. No puedo evitar que la imagen me despierte algo de lástima por ella. Se ve tan joven, incluso como de mi edad. Y parece tan indefensa y vulnerable tirada en el suelo, sin poderse mover prácticamente, con los ojos encendidos en ira como si de una fiera enjaulada se tratase. Frank indica a los enfermeros que la conduzcan a su habitación, y estos asienten con evidente mala gana. Luego regresa a donde estoy y recoge su maletín de trabajo, indicándome que seguimos camino. No puedo evitar lanzar una última mirada hacia atrás antes de cruzar la puerta que me sacará de ahí, y alcanzo a ver a uno de aquellos tipos golpeando la cara de la chica que se llevan casi arrastrada.
— ¡La están golpeando! — denuncio inmediatamente parándome en seco, pero Frank ni siquiera se vuelve hacia mí y sigue caminando
— Debes haber visto mal, probablemente estén confirmando que está sedada. No te escandalices por eso, es un procedimiento casual
— No creo que nadie haga eso dándole un puñetazo a alguien Frank — replico molesta
— ¿Estás completamente segura de que fue eso lo que viste? — interroga, ahora sí deteniéndose y enfrentándome
— Eso fue lo que me pareció, estoy casi segura de que...
— Casi segura — me interrumpe enseguida — si no tienes absoluta certeza no iré a demeritar la labor de uno de mis empleados por una suposición tuya, sugestionada por la impresión que debe haberte causado lo que presenciaste. Lo siento cariño, pero estos son temas serios, no puedes siempre apelar a la lástima. —
Me siento profundamente ofendida por su actitud pero no digo más nada. El entusiasmo por estar ahí se me esfuma de golpe y siento unas enormes ganas de largarme, pero tampoco lo hago partícipe de ello. Me limito a caminar en silencio a sus espaldas.
El resto del tiempo de mi "visita" transcurre igual. Frank resuelve algunos asuntos burocráticos antes de sacarme a hacer un par de rondas por los salones para contestar todas la preguntas que pueda tener. Intento aclarar mis dudas, que he estado guardando desde el principio a medida que avanzaba, para luego disipar. Sin embargo, la imagen del altercado me disocia de la mayoría de inquietudes que tenía y en cambio solo quiero ver si la tal Kai está bien. Si realmente está golpeada o no. Si le hicieron algún daño. No puedo evitar que me cause una terrible curiosidad el hecho de que de tantas estancias con pacientes, solo ella dió problemas. Y parecía tan normal, tan distinta a los demás. ¿Por qué estaba ahí? ¿Qué era lo que había estado intentando lograr inútilmente?
Después de un rato callada, con la cabeza dándole vueltas a aquellas interrogantes sin cesar, le pregunto a Frank que primero me dice que lo deje estar, que no piense en eso. No obstante, luego de darse cuenta de que no sucederá me responde lo más escueto posible.
— Kai sufre de Trastorno de identidad disociativo, posible comienzo de esquizofrenia o muy probablemente una psicopatía en sus inicios, por eso está aquí. Y hoy estaba intentando escapar, como hace cada vez que la dejamos salir de la reclusión
— Y ¿por qué siempre intenta escapar?
— No lo sé, no hemos podido entenderlo a cabalidad. Kai no ha pronunciado una sola palabra desde que ingresó, no ha tenido un acercamiento con absolutamente nadie, no ha interactuado con otros pacientes o personal en general. Nada, cero. Lo único que sabemos es que se comporta de manera salvaje, impulsiva y constante. Es inteligente y aún no he llegado a discernir cuánto. Es violenta y tiene cero consideración por reglamentos o terapias. Por eso está en el pabellón de los casos complejos. Se mantiene en solitario por la seguridad de otros pacientes y solo la dejamos salir en algunas ocasiones debido a que, como fuiste testigo, cada vez que lo hacemos hay un nuevo intento de escape.
— Quizás no se comunica con nadie porque solo han logrado hacerla sentir amenazada en lugar de ganarse su confianza
— No es como que no lo hayamos intentado, pero es válida tu interrogante —
Eso es todo lo que decide compartir conmigo sobre la misteriosa Kai, y no lo presiono, estoy segura de que no llegaría a nada haciéndolo. En el camino de regreso a casa escucho música concentrada, mirando silenciosa por la ventana. Frank no rompe el ambiente tranquilo y tampoco en la cena, con los demás, comenta nada sobre el altercado o la paciente problemática. Sin embargo, la chica no sale de mi cabeza. Tengo sus fieros ojos oscuros llenos de odio clavados en la mente. Daba la impresión de que podría quebrarse con apenas un suspiro.
Como casi siempre que algo me ronda los sentidos insistentemente, termino en mi habitación haciendo bocetos de su rostro, de las expresiones que había alcanzado a ver. Después de terminar algunos me da por pensar si realmente la había hallado tan hermosa en aquel momento o solo la estaba romantizando en mis dibujos. Tampoco es que importe, me causa mucha curiosidad pero estoy segura de que no la volveré a ver nunca más. No obstante, hago algo muy impropio de mí y me dirijo algo dudosa hacia la sala de estar, donde mi madre y Frank a esta hora siempre suelen ver televisión. Me acerco al sofá y le entrego dos de los bocetos a Frank. Mi madre me mira sin comprender de qué se trata todo aquello, y Frank también me dedica una mirada confusa.
— ¿Qué es esto?
— Unos simples dibujos, pensé que podrías hacérselos llegar a esa chica — comento con toda la naturalidad de la que soy capaz
— Cariño no creo que eso sea... correcto
— No es nada malo, es un regalo para ella. Supongo que no deben hacerle muchos en ese lugar y puede que eso le haga sentir mejor, quizás puede que lo agradezca. Si se los entregas o no es a tu criterio Frank, son para ella de mi parte
— Eres demasiado amable — me dice y se sonríe. Intento devolverle la sonrisa pero no me sale del todo bien, así que regreso a mi cuarto y los dejo hablando, o más bien, dejo a mi madre atacando con preguntas al pobre Frank.
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INQUEBRANTABLE
RomanceKai es un ser misterioso y algo trastornada, que vive atrapada en un hospital psiquiátrico, puesta ahí por una familia que no sabe o quiere lidiar con ella. Torturada, a punto de perder por completo la cordura, presa del más vívido infierno conoce a...