Madeleine se encontraba vagando en aquel bosque desierto que con aquella soledad era el escenario perfecto para empezar a alucinar sucesos extraños; se había perdido saliendo de un pequeño pueblo llamado "El árbol", que estaba a pocas distancias de aquel bosque, pero este era tan grande que le impedía encontrar el camino de regreso. Sus cansados pies rogaban descanso y su frente sudada indicaba que había estado vagando por horas en aquel terreno. Ya el sol estaba por ocultarse en el ocaso y el terror inundó sus ojos al ver que no había ni una pisca de luz que alumbrara el camino. Pocas horas antes se había despedido de su madre y caminaba rumbo a la ciudad para comprar lo necesario para esa noche de Pascua, por lo que sus hermanos debían estar buscándola y rogaba que la encontraran pronto. De repente, un susurro entre los árboles la dejó estática, pero en ese momento no sabía si era producto de su miedo o si en realidad había algo detrás de aquel viejo árbol a su lado, este tenía un aspecto imponente y aquellas secuoyas gigantes alrededor amenazaban con tragarse aquel tétrico bosque.—Perdón, no quería asustarte— susurra una voz infantil a su lado, no era de menos pensar que estaba alucinando, no había nada ahí, a excepción de un alto y viejo árbol con hojas a las que el viento se llevaba a su paso.—¿Quién es? — Pregunta Madeleine con voz entrecortada, mientras trata de pasar saliva por su garganta seca. — soy el árbol. Madeleine se queda perpleja por unos instantes y responde con algo de escepticismo. —los árboles no hablan. — aunque no lo creas niña, estos árboles que vez a tu alrededor si pueden hablar, también escuchar y además de eso pueden hacer que jamás encuentres tu camino a casa. Los ojos de la pequeña Madeleine se perdieron en la infinidad del bosque, por alguna razón sentía que no podía avanzar. — te doy una opción— dice el árbol con malicia —cuando mueras, tu alma puede contenerse en uno de estos árboles, solo si haces una luz en las noches para los espíritus. —¿Cómo hago eso?—Con fuego, niña. Madeleine hizo una pequeña lámpara de aceite con cosas que encontró en el bosque y así, guio a los espíritus hasta el día de su muerte. Fue ahí cuando renació en un joven árbol.