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De pronto se deslizó por el callejón, y al pasar por mi lado sus sorprendentes pupilas de obsidiana se detuvieron un instante en las mías

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De pronto se deslizó por el callejón, y al pasar por mi lado sus sorprendentes pupilas de obsidiana se detuvieron un instante en las mías. Debí morir un poco. No podía respirar y se me detuvo el pulso.

Cuando recuperé la compostura, tuve que saltar a la vereda, con riesgo de romperme algún hueso y correr en dirección a la calle que ella había tomado.

Cuando recuperé la compostura, tuve que saltar a la vereda, con riesgo de romperme algún hueso y correr en dirección a la calle que ella había tomado

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La muerte del hermano mayor Shinichiro Sano fue el parteaguas en la familia de los Sano.

Pero Saori siempre fue el pilar que sostuvo y mantuvo las piezas unidas de la estabilidad de esa familia.

El rubio le agradecía en silencio todo lo que hasta ahora estaba haciendo, le agradecía que nunca lo hubiera dejado caer, que le impidiera desmoronarse por completo, que se hiciera cargo de todos los ritos, el papeleo, los trámites y aún así tener la fuerza para poder consolarlo, con el peso de la perdida del hermano mayor Sano encima todavía tenía energía para mantener la casa en orden junto al abuelo, sin que nadie se lo pidiera. Y eso lo agradecía, de sobremanera.

Si bien al principio fue sumamente difícil para la fémina ayudar al abuelo y cuidar de los dos nietos se fue acostumbrando al ritmo que llevaba la propiedad, a cubrir las necesidades que se requerían y atender a aquellas tres personas que habitaban el espacio.

Aunque Emma se sorprendiera de la fuerza de voluntad de Saori y la resistencia para hacer todo lo que llevaba haciendo, sabía bien que le pasaría factura en un tiempo, pues era una responsabilidad enorme la que cargaba en sus hombros, y sobre todo, que nadie se lo había pedido pero tampoco rechazado.

Cada integrante de la familia Sano sobrellevaban el duelo como podían, individualmente, pero concordaban todos que Mikey era el más afectado, se estaba deshaciendo por completo y quizá por eso se sentían mejor cuando Saori lo vigilaba, tampoco se alegraban demasiado pues ella se estaba llevando la peor parte del proceso, que es la de ver a su amigo apagándose y no poder hacer nada, su mente sabía que no existía palabra suficiente para calmar sus gritos silenciosos, ni abrazo alguno que disminuyera su pesar ni su pérdida, ni medicina, ungüento o bálsamo que curara esa herida dentro de él, producto de aquella presencia arrebatada.

Setsunai - Manjiro SanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora