Capítulo 1: Frío

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Escuché el viento golpetear en la ventana, pronto se escucharían gotas de lluvia.
Sentí mi mente despertar, de a poco mi consciente le ganaba a mi inconsciente, sentí el frío de lo que quedaba del invierno, sobre todo en mis pies.
Antes de abrir los ojos repasé lo que había soñado la noche anterior, es una costumbre que tengo, siempre los sueños nos dicen cosas y es importante escucharlos.
Prendí el calientacama, era sábado y no tenía planes, por lo que no pensaba levantarme en todo el día, menos con el clima gris que hacía afuera.
Finalmente abrí los ojos y sentí la tenue luz de las nubes iluminar mi habitación, corrí las cortinas y observé la ciudad.
Mi departamento era pequeño  tipo estudio, pero la vista era impagable, podía divisar cada rincón de mi querido Santiago, en el día los cerros que lo rodeaban y por la noche cada edificio iluminado.

Encendí la televisión y me quedé algunos minutos en la cama, en el fondo la encendía para sentir algo de ruido en mi hogar. Ya llevo un par de meses viviendo sola y aún no me acostumbro al silencio.
En la tele estaban pasando una serie asiática, coreana sospecho. Trataba de un chico con un tatuaje de mariposa y una chica. La quise ver pero mi estómago me pedía comida, por lo que anoté el nombre y me levanté a desayunar.
Mis pantuflas como siempre se encontraban bajo el velador, me agaché para ponérmelas y junto a ellas encontré una margarita pequeña, tal vez se me pegó a la ropa ayer cuando me senté en el parque cercano a mi casa.

Luego de desayunar un café con leche ordené el lugar y me senté a estudiar, tenía examen de química el martes y necesitaba repasar mucho contenido.
Cuando me dispuse a almorzar me di cuenta que ni si quiera quedaba arroz y con eso mis planes de quedarme en casa se fueron a la basura.
Tomé una ducha corta y me vestí lo más cómoda posible, un canguro y un buzo. Me calcé las zapatillas, tomé una bolsa y salí al supermercado.

La calle estaba bastante llena para ser un fin de semana, incluso hice una fila para entrar.
Tomé lo que necesitaba, un paquete de arroz, dos latas de atún, algunas verduras, un té helado y me dirigí a la caja.
Hice la fila atrás de un matrimonio mayor, se veían muy contentos y despertaban mi lado hopeless romantic que la verdad se encontraba bien escondido. Con mis amigas siempre le hacía asco al amor, ellas se burlaban de mí y me decían "un día te vas a enamorar y vas a cambiar de opinión" y la verdad solo nos reíamos. Pero ellas no saben que muy en el fondo yo amo los clichés, los libros de romance y las parejas que se ven en la calle. Probablemente nunca lo sepan, es mejor mantenerlo bajo llave.

Llegó mi turno y pagué mis cosas, las metí en la bolsa y salí a la calle, para variar se había largado a llover y yo no había llevado paraguas.
Corrí rápidamente a mi departamento, no tenía interés en agarrar un resfrío cuando quedaban un par de días para la primavera.
Un trueno me sobresaltó y corrí más rápido.
Pensé en resignarme al clima y lo hice, mi cabello y mi ropa ya estaban empapados, ya no podía estar mas mojada.
Alenté el paso y crucé la calle con la mayor cara de resignación de la vida.
Mientras iba cruzando pasó un auto al doble de la velocidad permitida en zona urbana y salpicó toda mi ropa y mi bolsa de compras, lo cual no me hubiese importado si no es porque el agua estaba sucia y se ensucio absolutamente todo lo que traía puesto. La persona que iba manejando ni si quiera se inmutó y probablemente no se hubiese dado cuenta sino es por mi bocota.

— Imbécil —. Grité a todo pulmón.
Más de la mitad departamentos alcanzaron a escucharlo y la gente que había en la calle se me quedó mirando.
El auto frenó y pude ver como se orilló frente a mi edificio, quería ponerme a correr en dirección opuesta, en parte por vergüenza y por miedo, quién sabe si iba a ser una persona muy enojada, pero ya estaba por llegar y lo hecho está hecho.
Caminé lo más rápido que pude preparada para confrontar al conductor. Siempre tuve mucha personalidad pero desde el momento en que bajó la ventanilla simplemente se fue a la basura.
Me miró con sus ojos castaño claro y esperó a que le dijera algo.
No, no había quedado flechada por él, pero había algo que tenía que simplemente hizo que me cohibiera, que mi personalidad se ocultara en el rincón más profundo.
No salió palabra alguna de mi boca, es más, hasta mis pensamientos se callaron. Simplemente me di la vuelta y tapándome la cara entré casi corriendo a mi edificio, subí al piso 20, entré y golpeé la puerta tras de mí.

Entre Fuego Y AireDonde viven las historias. Descúbrelo ahora