Suspiré exasperado dentro del elevador con el habitual caramel latte en su respectiva cajita para llevar en mi mano derecha. Por supuesto, recién preparado exclusivamente de aquella popular cafetería sobrevalorada que ella adoraba y que siempre estaba abarrotada. Y durante un lunes en la mañana... Aquello había sido una maldita tortura para mí.
Las puertas se abrieron y salí del cubículo a paso firme sin mirar siquiera a mi alrededor, con mi mente abstraída en otro asunto, sucedido apenas el fin de semana... Y que no había podido alejar de mi mente sin importar cuánto lo intentara.
Ese día no parecía ser diferente a cualquier otro día laboral. Siempre que ella llegaba me pedía sonriente su café, la agenda del día y los informes pendientes para revisar. Todo parecía y era igual que cualquier otro día en la directiva de la exitosa cadena de entretenimiento KG... Todo, excepto mi cabeza que era un maldito revoltijo de frustración y coraje que trataba de disimular lo más posible con mi estoico semblante.
Me adentré al fin por el amplio pasillo del piso de presidencia y giré luego hacia la puerta de su oficina, convenientemente ubicado frente a mi modesto escritorio y junto a su atolondrada recepcionista pelinegra que me lanzó una sonrisita tonta al verme pasar, y que ignoré cabalmente como siempre lo hacía. Mi completa atención de esa índole estaba en otro lugar...
Toqué dos veces la reluciente madera y al escuchar su suave voz del otro lado consentir mi entrada, deslicé la manija e ingresé en la iluminada habitación.
- Tengo su pedido, Rin- sama - anuncié después de entrar y reverenciarme ante su presencia. Yo era totalmente consciente de que era mi obligación como su asistente personal actuar con esa formalidad con ella, pero después de todo por lo que habíamos pasado juntos... Me parecía casi absurdo tener que fingir incluso estando los dos solos.
- Gracias, Sesshomaru, porfavor déjalo sobre la mesa - dijo desde su escritorio sonriendome como siempre y luego sus ojos se desviaron a la computadora, llevando la bocina del teléfono a su boca y retomando la conversación que había interrumpido para responderme.
Suspiré con pesadez. Sí, me parecía una completa tontería, pero así lo habíamos acordado desde un principio. Nadie debía saber lo que sucedía... o... lo que había sucedido entre nosotros. Nadie debía hacerlo, más por la posición en la que ella se encontraba que por mí. A mi me valía un comino si todo el mundo se enteraba, era el menor de mis problemas, pero ella... ella además de ser mi jefe, estaba comprometida y al menos en ese lugar debía pretender que jamás la había desnudado y llevado a la cama incontables veces con anterioridad.
Ella continuó hablando en un fluido inglés, haciendo su trabajo como cualquier otro día, mientras yo me dirigía a la nada modesta sala de estar dentro de su amplia y elegante oficina, donde coloqué la caja de cartón que contenía su café en la mesita circular de vidrio y a su lado, deposité la pequeña bolsa de papel que contenía dentro una rebanada generosa de aquel pastel de queso que ella tanto adoraba.
Me quedé mirando ese estúpido papel marrón durante un par de segundos... Y finalmente mi mandíbula y mis puños se apretaron externando esa maldito coraje que había tratado de contener en lo que iba de la mañana.
¿Qué me había poseído para comprarle aquel postre que ella nisiquiera me había pedido? ¿Qué pretendía yo con eso? ¿Demostrarle que estaba equivocada? ¿Convencerla de desistir de su estúpida decisión? Por todos los infiernos, ¿Qué creía que pasaría? ¿Que ella dejaría al imbécil de su prometido para correr a mis brazos nuevamente y vivir felices por siempre?
Desvié la mirada con molestia. Pff. No... Me estaba comportando como un idiota.
Se suponía que no habría ningún compromiso de por medio en todo esto... Sólo sexo casual... Y nada más. Así lo habíamos decidido ambos desde un principio.
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Íntimo
FanfictionHistorias cortas [one-shot] SesshRin +18 🛑Contenido explícito no apto para menores de edad. Los personajes son propiedad de Rumiko Takahashi.