Lunático(s)

329 33 9
                                    

A lo lejos del punto en el que había estacionado la caravana en aquella ocasión, se desenvolvía el ambiente de la vida nocturna.

Jesse era capaz de ver las distorsiones del cielo desértico; emisores de contaminación típica de la industrialización. Franjas de colores que parecían haber pasado por una plancha de vapor para indefinir el tono natural del firmamento.

Estaba absorto en la imagen. El amarillo chirriando el azul le daba una apariencia irreal, como una pintura surrealista. Por supuesto, Jesse no se sabía el nombre de ningúna corriente de arte, pero recordaba cierto grupo de imágenes de uno de sus libros de secundaria.

Las tenía muy frescas en la cabeza. Particularmente por las alteraciones que, entre clases y para matar el tiempo, les había hecho con lápices de colores.

Se le ocurrió que en el firmamento de aquella noche, también había un detalle que parecía haber sido dibujado encima de un cuaderno. Era la enorme luna llena que abordaba el centro del paisaje. Era amarillezca y aunque no había mucha reminiscencia entre la imagen del horizonte de Manhattan con el que tenía él en Alburquerque. Se la imaginaba justo como esa imagen de su libro de secundaria. Con boca y ojos, sonriendo hacía él.

Rodeó su cigarro con un par de dedos y le dió una calada que ardió en su boca, la ceniza se acumuló en la punta.

Había suspendido la jornada intensiva de trabajo exclusivamente con la intención de fumar un cigarro, pero salir de la caravana no se había sentido como salir realmente. Se había sentido como adentrarse en otro sitio. En una noche que, por alguna razón, se sentía diferente a otras.

Walt fue a reunirse con Jesse un momento después. Sus mocasines crujían bajo el sonido del cristal de una botella aplastada, con esa pauta rígida de profesor que cortaba todas las charlas en un aula a penas se anunciaba. Pero eso no pareció sacar a Jesse de su fascinación con el cielo.

A Walt no le quedó otra opción más que la de dar él el primer paso y buscar a su compañero con la mirada. El reflejo azulado en las pupilas de Jesse, engradecidas por el crepúsculo, lo hicieron voltear hacia lo que sea que estaba mirando. Pero al encontrarse sólo con el triste cielo masacrado por el auge, no comprendió ni un poco la evidente idealización de su compañero.

— Hey... Va pensar que estoy delirando... — se explicó de pronto, como si supiera la pregunta antes de oírla. — Pero la luna... La luna se ve grande.

Desde hacía un tiempo, Walt se había acostumbrado a reformular las oraciones absurdas que salían de la boca de Jesse.

— ¿Que si la luna parece estar más cerca de lo usual?

— Se ve más grande... — Hizo una mueca y el cigarrillo se deslizó lo suficiente para despejar algo de ceniza — Supongo que eso, sí. Más cerca.

Walt entornó los ojos y se sorprendió de que con tantos rastros de contaminación, Jesse pudiese fijarse en la luna.

— Jesse ¿Qué día es hoy?

— Martes.

— Oh. — murmuró, como si eso explicará todo. Jesse golpeó sus brazos contra sus costados, pidiéndole que compartiera lo que sea que estaba pensando. Walter volvió a mirar, inexpresivo.

— En realidad, sí está más cerca. La órbita de la luna tiene su propio ciclo. Cuando llega al perígeo en la tierra se manifiesta en, lo que parece, una luna descomunal. Es una superluna.

Los párpados de Jesse cayeron sobre la mitad de sus ojos, había arrugas de detonada confusión en su frente

— Superluna...

Lunático(s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora