Capítulo Único

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Cuando Harry conoció a Draco era un chico amable, gentil y una persona buena. Después de tantos años de una relación tan sana, Draco le propuso matrimonio y el acepto... Ese fue su más grande error. El lo alejo de todo, sus amigos, su familia, su vida. Todo y poco a poco conoció a el verdadero Draco... Un monstruo. Tan cruel y malvado, que le daba asco pensar que algún día el pensó que el era un ángel.

Su mirada plata, era letal y cruel.

Los primeros días era todo color rosa, las mañanas eran hermosas y llenas de amor, ahora él deseaba no despertar. Las comidas eran tan lindas y cálidas, ahora eran gritos de parte del rubio hacia el azabache. Las noches eran apasionadas y llenas de amor, ahora eran una tortura para el oji-verde.

Todo era tan perfecto, tan...falso.

Se sentía usado, sucio y eso era una mierda completamente. Cuando trato de escapar fue peor, solo se ganó más infierno para el. Sentía que morir ahora no era tan malo.

Veía como su esposo traía hombres y mujeres a la casa, ya que los pasaba en frente de el. Cuando preguntaban por el los amantes de su esposo, él decía; "El es un amigo que no tiene a donde ir, así que se queda conmigo".
Sentía que una bala dolía menos...si una bala dolía menos.

Miró a la nueva amante, cabello negro, ojos avellana, buen cuerpo, por al menos era amable ya que lo saludo cayendo entro de forma educada. Miró a su esposo, este solo lo miro con desprecio y se llevó a la chica a la habitación. Desde ahí solo gemidos de placer se escucharon, Harry solo lloro en silencio mientras estaba sentado en el sofá de la sala.

Cuando la chica se fue, supuso que era hora de los gritos de "amor".

—¡Estúpido, que haces todavía hay, ve hacer la cena!— el grito se escuchó fuerte y claro. El solo obedeció a la orden y fue a preparar la cena, aunque eran las tres de la madrugada, era normal para el oji-verde.

Preparo la cena y la llevo a la mesa, vio como Draco comía con hambre y cuándo terminó el sonido del plato rompiéndose se escuchó... Draco tiró el plato a el suelo para que se rompiera.

—¡Que asco de comida, un vagabundo cocina mejor que tú!- escupió las palabras de su boca como veneno puro—. ¡Y que esperas, levantalo!

El se acercó para levantar los pedazos de vidrio del plato, sabía que el hijo de puta sonreía. Se cortó pero no se quejó sabía las reglas que Draco hizo.

—Me voy a dormir, mañana iré a trabajar— el rubio solo se fue del comedor dejando solo a el azabache.

Las reglas de las casa eran simples.
Número uno; no hablar al menos que Draco lo permita.
Número dos; no hablar con nadie que sea Draco, al menos que esté lo permita.
Número tres; si Draco no se complace con sus amantes, el tendrá que complacerlo.
Número cuatro; el no tiene ni voz, ni mando en esta casa.
Número cinco; no salir de la casa, nunca.
Número seis y última; solo le puede servir a Draco, y a nadie más.

El no trabajaba se mantenía del dinero de Draco. El quería trabajar, pero Draco lo impedía, el estudio medicina, el quería ser doctor.
Pero Draco le impidió todo, maldecía el día que el lo conoció. Aunque todavía sentía algo de amor por Draco, cada día se perdía poco a poco.

Las miradas que antes eran de amor "puro", ahora eran de desprecio y asco. Draco solo quería que el fuera suyo, el quería que Draco lo dejara en paz, para volver a ser libre como antes.

Un día todo se fue abajo.

Harry estaba sentado en el comedor comiendo, cuando escucho que Draco había regresado. Supuso que traía una amante, pero no venía solo. Vio como este tiraba todas sus cosas a el suelo y parecía molesto, y eso le asustaba.

Todo fue una simple ilusiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora