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Satanás era la propia representación del mal, un ser espiritual maligno.

Alguien que peleaba contra el bien para que el mal se esparciera sobre la creación de Dios, los contaminaba para que sacaran lo peor como raza.

Era el tentador de la humanidad.

Y vaya que lo cumplía, se formó un tira y afloja entre el bien y el mal, se mofaba de los ángeles que enviaba Dios para purificar la tierra, cosa que por supuesto no sucedía del todo.

Su naturaleza era cruel y despiadada al ser maligno, disfrutaba de las atrocidades que cometían los humanos contra ellos mismos.

Los ángeles aborrecían a los demonios, así como los demonios a los ángeles. Eran enemigos naturales destinados a pelear hasta el fin de los tiempos. Pero, incluso con eso dictado había un ángel en particular que no lo veía así, ni siquiera le importaba la pelea que se formaba entre los dos bandos.

Su atención era centrada únicamente en la creación de su padre, los amaba con todo su ser llegando incluso a pelear con su padre por una verdad que solo él y Dios conocían, una verdad que el ángel le recriminaba siempre.

Satanás comenzó a tener curiosidad por el ángel que de cierta forma iba en contra de las ordenes de su padre, grande fue su sorpresa al conocer el nombre y procedencia del ángel.

Lucifer, un nombre raro para un ángel, pero no era lo único también era hijo de la estrella Aurora, guiadora de luz a los perdidos hasta la mañana cuando la luna no salía, de ahí el significado de su nombre y seudónimos.

Nunca lo pudo ver en persona ni cuando esperaba por días en la tierra, ansiando encontrar al ángel misericordioso, que se rumoreaba era mucho más que Dios, nunca lo conoció hasta ese día, ese fatídico día para el lucero de la mañana.

El cielo se volvió oscuro, las nubes amenazaban con soltar una tormenta que arrasaría con todo a su paso. Los animales se ocultaron al sentir la furia de Dios, el cielo se abrió de repente y de este salió una bola de fuego que cayó en la tierra seguido de un trueno que resonó con fuerza, llegando incluso hasta las profundidades del infierno.

Eso fue lo que alertó a Satanás, quien subió lo más rápido que pudo hasta el lugar, queriendo saber que era lo que causó la furia de su enemigo. Cuando subió a la tierra lo único que escuchó fueron lamentos desgarradores y fue ahí cuando lo vio.

En medio de un cráter se encontraba Lucifer arrodillado a espaldas de él mientras lloraba, las imponentes alas ya no estaban, sus plumas habían sido quemadas, y se encontraba desnudo. Sus gritos y lamentos llenaban el lugar mientras se mecía hacia atrás y adelante.

—¡No hice nada! —Gritó con dolor, mirando hacia el cielo— ¡No lo hice! —agachó la mirada mientras susurraba—Los amo, les di misericordia como me enseñaste.

Sus lamentos siguieron hasta quedarse sin voz, y aun así siguió llorando en su lugar mientras se abrazaba a sí mismo con una mirada llena de dolor, dolor puro que agobiaba su corazón.

Gracias a sus lamentos, Satanás entendió por qué Lucifer fue desterrado del cielo. Dios no había dado la misericordia ni perdón de la que tanto hablaba a uno de sus ángeles, lo había abandonado de la forma más cruel.

Dios... que nunca abandonaba a sus hijos, lo hizo.

Por supuesto que a Satanás se le hizo hipócrita de su parte, tanto que decía amar a sus hijos, promoviendo el amor y el perdón ¿y terminó abandonando uno de sus ángeles, además de quitarle las alas? Parecía un chiste, pero la escena frente a él lo confirmaba.

El ser de luz no era precisamente bueno, ¿verdad?

Se quedó entre las sombras observando al ángel caído, el lugar donde cayó quedó en penumbras por orden del creador, era el único lugar oscuro aun cuando el sol salía. En su castigo hubo alguien que aun en contra de Dios si se apiadó, Aurora lo iluminaba con su luz cuando caía la noche hasta la mañana.

La estrella solo podía consolarlo de esa manera, con su luz lo abrazaba en su desnudez para darle algo de amor, Aurora le dolía que su hijo fuera desterrado tan cruelmente sin dejar que por lo menos se defendiera.

Satanás observó la escena durante siete noches hasta que decidió actuar, si el cielo perdió un ángel... el infierno ganaría uno.

—Parece que tu padre no es tan misericordioso como lo dice ser, ¿verdad angelito? —una sonrisa se formó en los labios del ser maligno. —Has sido abandonado, y de una forma cruel—comenzó a rodear el cráter, mirando hacia abajo. Quería estar frente al ángel y verle la cara. —No tienes un lugar al que llamar hogar, pero eso yo puedo arreglarlo, —rio con descaro, importándole poco el dolor que podía causarle. —Si aceptas venir conmigo yo-

Se detuvo al bajar la mirada hacia el pecho del ángel, no era plano como se suponía debía ser y si bajaba más la mirada no encontró un miembro masculino. Le tomó unos segundos procesar todo y cuando lo hizo soltó una carcajada antes de aplaudir con diversión.

—¡Así que tengo una niña! —Extendió sus alas y bajó, quedando acuclillado frente a ella. —extendió su mano izquierda, no tuvo cuidado si una de sus alargas y afiladas uñas dañaba la piel cuando la agarró del mentón para que lo mirara—y una muy linda. —sus ojos cobrizos brillaron con maldad cuando vio los ojos color lavanda. —puedo darte un nuevo hogar, solo tienes que decir que sí.

Lucifer lo miró por segundos antes de quedar inconsciente.

—Lo tomaré como un si—la cargó en sus brazos y alzó la cabeza hacia arriba—perdiste algo valioso y no lo sabes, pero... yo si se aprovechar las oportunidades. Idiota.

La tierra tembló y bajo los pies de Satanás el suelo se abrió, un fuego emergió y envolvió al ser maligno con el ángel en sus brazos para ser arrastrados al infierno.

Ese fue el inicio de una disputa que duraría milenios para ver quien tenía poder. 

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⏰ Última actualización: Feb 04 ⏰

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𝐒𝐄𝐑𝐄𝐍𝐃𝐈𝐏𝐈𝐀 ━━━ 𝑲𝑨𝑹𝑴𝑨 𝑨𝑲𝑨𝑩𝑨𝑵𝑬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora