Prólogo

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—Han roto el pacto.— Dijo una voz misteriosa.

—¿Cómo ha sido eso posible?— preguntó uno de los dos miembros de La Corte de la Sangre con los ojos prácticamente fuera de sus órbitas por la furia y el terror.

Yo estaba situado detrás de las cortinas escuchando la conversación atentamente sabiendo perfectamente lo que me iban a pedir en cuanto el chico de la voz misteriosa se marchara.

—Han tratado con el enemigo.

La conversación transcurrió sin cesar y para cuando creí que ya había terminado, los miembros de La Corte de la Sangre dijeron al unísono:

—Hay que matarlos. A los tres.— Dijo uno de ellos.

—¿Cuál es el plan, mi rey?— Preguntó el miembro femenino.

—Hemos de cumplir con la obligación de asesinar a los padres. Después tendremos que idear un plan para mandar a la criatura concebida al lugar donde debe estar.

«Quieren que vaya a Victoria.»

Jamás había visto a los Padres así de furiosos. Eso que acababan de escuchar era como una explosión de fuego sobre sus cabezas. Era lo único que no podían permitir entre los de nuestra especie.

Dos de los nuestros iban a concebir a una humana. Dos de los nuestros habían tratado con el mayor de nuestros enemigos. Estaba prohibido tratar con los ángeles y ellos se habían saltado las normas a su antojo. La humana que habían concebido no era una humana cualquiera. Era una humana con la sangre de sus padres vampiro en las venas. Se convertiría en la más poderosa y fuerte de todos los vampiros. Nacería siendo humana y tan solo al alcanzar la mayoría de edad podría ser convertida. Había que tener otro dato más en cuenta: únicamente podría ser transformada por sus padres. Y por eso debían de ser asesinados. Morir o vivir, querida humana.

Y yo, Cassius Montgomery era el elegido para arrebatarle el alma.

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora