La Maldición de Jeon; k. taehyung

Capítulo 1

Horang, 1931

Se oían los pasos lentos y marcados aproximándose. Jungkook abrazaba fuerte sus piernas mientras permanecía sentado en el inodoro. Se escuchó el primer golpe de la puerta en el primer cubículo. Después el segundo, después el tercero.

—Sé que estás aquí —dijo la voz maliciosa, que hacía eco en todo el baño—. Sólo queremos ser tus amigos.

El joven podía sentir cómo sus huesos comenzaban a temblar, aguantando las ganas de llorar, presionaba cada vez más fuerte sus piernas delgadas y para nada voluminosas, como la Ley de Boyle que había aprendido en las clases de física. El sonido de los golpes se detuvo y un silencio abrumador llenó el lugar, no se oía más que una llave de los lavabos que goteaba cada diez segundos. Sentía que el corazón le latía a la velocidad de la luz, incluso era tan fuerte que hasta podría delatarlo.

«¿Por qué otra vez yo?» pensaba.

No era la primera vez que se encontraba en esta situación, es más, ya hasta había perdido la cuenta de todas las veces que se encontraba escapando de sus compañeros de clase. Ya ni siquiera recuerda cuándo fue la primera vez, sólo quería que cada una de ellas resultara ser la última.

En Horangi, los estudiantes son enviados a estudiar, pero Jungkook pensaba que estaba mejor en una prisión. Irremediablemente, esta era una escuela para huérfanos que proveía el gobierno. No había nadie que pudiera apelar por él y lo defendiera. Y los funcionarios públicos parecían ser tan mediocres como ningún otro. «Ya lo resolverán, son jóvenes.» era lo que decían siempre, incluso viendo a Jungkook colmado de moretones en su cuerpo.

Sólo quedaba un año. Un año para poder salir de este instituto y comenzar una vida de adulto; este era su último año. Se convenció a sí mismo de que podría aguantar un poco más, por diez años ha soportado la persecución de los agresores, nueve meses más no parecían ser nada. Jungkook había perdido a sus padres a los ocho años en 1986, fue llevado al orfanato de Horang: donde conoció la desgracia. Desde entonces, ha luchado por su vida para poder mantenerse a flote. Con los pocos recuerdos de sus amorosos padres que lo acompañan en sus sueños y fantasías.

«Sólo un poco más» pensó.

Su única compañía, Minshik, quien tenía su misma edad, fue adoptado a los doce años por una familia extranjera. Compartió el cuarto 113 por unos largos cuatro años junto a él; crecieron juntos y el día de su despedida fue una gran tristeza para Jungkook. Su única alegría en medio de tanta agonía, se marchitaba. Las veces que leían cuentos juntos en medio de la noche, escondiéndose de las rondas de las encargadas del orfanato, y reían hasta más no poder eran los momentos más felices del día. Han pasado seis años desde que Minshik abandonó el cuarto 113, Jungkook cumpliría dieciocho años, pero se encontraba solo. En esa fría cama junto a la ventana, donde Jungkook se sentaba y observaba el paisaje pintado. No veía más que árboles y niebla, y en un punto lejano, la escuela Horangi, donde estudiaba.

Horang era una propiedad muy grande, con enormes árboles y caminos. A la izquierda estaba el edificio del orfanato, donde estaban los cuartos de los jóvenes. Allí vivían y comían. A la derecha, el edificio educativo de Horang, al cual le llamaron Horangi. Ambos edificios se encontraban en una misma propiedad con enormes zonas verdes, típico de un orfanato, lo que le permitía a los jóvenes tener bastante libertad de movimiento en sus tiempos libres. Durante el día se trasladaban a Horangi para recibir clases, como cualquier otra secundaria, y cuando sus clases finalizaban volvían a los cuartos en el otro extremo de la propiedad. El edifico del orfanato era intimidante, sus paredes eran enormes ante la vista de un niño de ocho años, con los colores desgastados y ladrillos que contrastaban un edificio victoriano con una gran capacidad de hospedaje. Tres pisos se apilaban sobre las bases de la construcción, dividido a la mitad entre la sección de varones y mujeres (aunque algunos de ellos no respetaban la división).