Por Maeva
CAPÍTULO 1. EL DESFILE
Estaba apoyado en la pared, con un vaso de whisky. Odiaba esas presentaciones. Y eso que se trataba de sus propios diseños. Sabía que formaba parte del trabajo, pero eso no impedía que se aburriese soberanamente. Él era un diseñador. Lo suyo era imaginar sueños, texturas, colores; pero cuando ya estaba plasmado sobre el cuerpo de aquellas modelos, lo notaba como algo extraño a él. Sus creaciones adquirían vida propia. Miró el reloj de pulsera de oro, regalo de su padre cuando se graduó en Artes Plásticas. Había llegado muy lejos. Era el diseñador colombiano más famoso, el más conocido... Lo llamaban El Giorgio Armani colombiano. Y de pronto, ella entró en la sala.
Era normal que las modelos, después del desfile, apareciesen por la sala. Era su forma de promocionarse, de adquirir nuevos contactos... Se había fijado en ella durante los días de ensayos y sobre la pasarela, pero allá, abajo, era mucho más atractiva, más seductora si cabía, aunque no había hablado con ella. Iba muy sencilla vistiendo. Una falda corta negra, con gruesas tablas, imitando un estilo colegial, pero que contrastaba con los zapatos de tacón alto con unas cintas que se anudaban en el tobillo y el top plateado, que dejaba toda su espalda descubierta. Se dirigió directamente a la barra del bar y pidió una bebida... ¿Un combinado de vodka? ¿Sin nada en el estómago? Esa mujer debía tener un hígado de hierro o de platino.
Suspiró. Esa niña era muy atractiva, pero él NUNCA se acercaba a las modelos. Ya había tenido suficiente con todas aquellas que había conocido a lo largo de su carrera como diseñador. Además, después de... Meneó la cabeza. No deseaba repetir experiencia. Aunque con ella podía hacer una excepción...
Después la morena se dirigió hacia uno de los patrocinadores del evento y estuvo charlando con él. La sonrisa era hermosa, pero las carcajadas eran contagiosas. El vodka debía estar ya entrando en sus venas y provocando sus correspondientes efectos. Volvió a mirar el reloj. Se alegraba de haber concertado las entrevistas con la prensa especializada antes de la celebración del desfile, porque lo que deseaba era marcharse a casa. Le molestaba la maldita corbata y el traje de pingüino... Pero, claro, debía acudir vestido adecuadamente para cada ocasión, Armandito, como siempre le decía su madre, desde crío.
V: Ha sido todo un éxito, Armando. - Dijo una voz, a su lado.
Se volteó y sonrió.
A: Tienes razón, Hugo. Todo un éxito para la empresa... - Hugo sonrió.
H: Vamos a ser sinceros, Armando. - Hugo se apoyó también sobre la pared. - La empresa eres tú. Lleva tu nombre. Yo solamente la manejo. A ti te horrorizan los números, lo terrenal. Prefieres lo etéreo... ¿no es así?
A: Como me conoces, Hugo... Suerte tengo de ti. Tu manejas las cuentas y yo los bocetos de los diseños. Formamos un buen equipo... ¿No?
H: Sí. Un equipo perfecto. En la escuela ya funcionábamos así... ¿Recuerdas? Yo te dejaba copiar los exámenes de matemáticas y tu me ayudabas con plástica...
A: Y tu acabaste en finanzas y yo en artes plásticas.
H: Ajá. - Tomó un sorbo de champaña y siguió la dirección de la mirada de Armando. - Es bonita, ¿Verdad?
A: ¿Quién?
H: Betty. Esa modelo a la que le has echado el ojo. La morena, del top plateado.
A: ¿Así se llama? ¿Betty?
H: Sí; Betty. - Hugo alzó la copa de champaña y brindó golpeando el vaso de whisky de Armando. Armando volvió a mirar a aquella modelo. Podía acercarse a ella e intentar... Total, una noche no comprometía a nada más...
Los zapatos le estaban matando. Además debía regresar pronto a casa. En dos días tenía un examen de procesal civil y tenía esa asignatura atragantada. Sólo le quedaba aquella asignatura pendiente y sería toda una licenciada en leyes. Pero su agente la obligó..., bueno, la amenazó. Debía salir a la sala a hablar con todo aquel personal. Ella disfrutaba como una loca sobre la pasarela, le gustaba exhibirse con aquellos trajes caros que ella nunca podría comprarse, pero no haciendo relaciones públicas. Era un poco tímida y no se encontraba cómoda entre tanta gente. El único acicate que tenía era observar al boss, al diseñador Armando Mendoza. Tomó un sorbo del vaso de agua, con un gajo de limón que tenía entre las manos; debía mantenerse bien serena para al día siguiente ponerse a estudiar... Bueno la verdad, que en pocas horas, por que ya era mañana.
Nunca había trabajado para la empresa ARMANDO MENDOZA; aquella había sido su primera vez. Volvió a mirar al diseñador. Pero aquel tipo no se movía de aquella columna. Parecía que temiese que, si dejaba de sujetarla, todo el recinto iría al piso. Con ese pensamiento, una carcajada espontánea salió de su boca.
Miró de nuevo el reloj. Bien... Ya era una hora prudencial para marcharse de allá. Se acercó a Hugo.
A: Disculpa Hugo, pero... - Señaló el reloj y puso cara de horror.
H: Okey, okey. Ya que has realizado el gran esfuerzo de aparecer por acá... Puedes marchar a casa. Anda, te doy permiso.
A: Gracias jefe.
H: Pero mañana te quiero ver trabajando en la próxima colección... ¿Okey?
Se volteó y se dirigió hacia el guardarropa, en busca de su abrigo.
Por fin. Su agente, con sus miradas de súplica, le había dado permiso para poder marcharse. Le susurró un gracias, se volteó y se dirigió hacia los camerinos de las modelos. Agarraría su bolsa, su abrigo y saldría disparada hacia casa.
Iba caminando por el corredor, cuando de pronto, todo se quedó a oscuras. ¿La luz? Se había ido la luz... Se paró y sonrió. Como se pondrían los jefazos de ahí dentro. Que la luz se fuese en pleno post-desfile... era un desastre. Ya se imaginaba la cara de Mendoza... Bueno, eso a ella no le importaba... Las pocas veces que lo había visto antes del desfile, aquel tipo estaba gritando. Estaba que crujía... pero era demasiado gritón. Claro que también tenía su atractivo. Esos ojos negros, su boca... Hizo una mueca. A ver si retornaba la luz por que quería marc...
B: Aughhh... - Alguien había chocado con ella en la oscuridad. Mmmm... Que olor más rico hacia ese tipo... Por que era aroma de hombre, de eso no cabía duda.
A: AY!!! - Estaba caminando por el pasillo cuando arrolló a alguien que estaba parado en medio del corredor. Pero... ¿Por qué estaba ahí? Lo lógico era que si no quería moverse, que se apoyase en la pared, que se quitase de en medio. - ¿QUÉ HACE ACÁ? PARADA EN MEDIO DEL CORREDOR!!!
Betty alzó una ceja. ¿Y ESE MENTECATO NO SE DISCULPABA?
B: Mire... Tomar un tintico, si le parece.
Era una voz femenina. Una voz peculiar...
A: AH, salió chistosa la niña...
B: Señor... Es que para obtener respuestas inteligentes, las preguntas deben ser ingeniosas.
Armando sacó el encendedor de su bolsillo y lo prendió entre ellos. La repentina luz que se hizo entre ellos, provocó que ambos parpadeasen esperando que sus retinas se acostumbrasen a la luz del encendedor.
Cuando Betty lo reconoció, se tapó la boca con la mano. Ahora estaba segura que se trataba de su último trabajo para ARMANDO MENDOZA. Después de ese armonioso y agradable intercambio de palabras aquel hombre comenzaría a gritarle. Pero no. Simplemente la estaba observando.
A: Hola. - Dijo, quedamente.
B: Hola. - Contestó, en un susurro.
De pronto, Armando apagó el encendedor y se lo metió de nuevo en el bolsillo. Inconscientemente, Betty pegó un respingo. La oscuridad no le gustaba... Pero... Sintió una mano que le rodeaba la cintura y un cuerpo que la empujaba hacia la pared. Cuando notó la frialdad del muro en su espalda desnuda, intentó frenar a aquel tipo colocando sus manos sobre su pecho, pero eso no iba a detener a Armando. Aquella mujer le gustaba y él sabía como funcionaban las modelos. Pegó sus labios a los de ella, introduciendo su lengua en su boca. Betty no se lo esperaba. No se esperaba ni el abrazo ni el beso. Estaba tan sorprendida que ni siquiera podía negarse, ni podía luchar contra ese tipo.
Betty notó como él había deslizado la mano por debajo del top y se dirigía a uno de sus pechos. Ella se encogió; esperaba sentir su mano brusca sobre su pecho, oprimiéndolo fuertemente. Pero no. Su mano fue muy suave, acariciándola delicadamente. Si esas caricias hubiesen sido desagradables, bruscas... ella se hubiese negado a continuar. Pero aquel hombre la excitaba, besaba de maravilla y acariciaba... CÓMO ACARICIABA!!! Poco a poco la mano que rozaba su cintura fue bajando hasta encontrar el borde de su falda. Se coló bajo ella y su mano vagabundeó hasta que acabó acariciando sus nalgas. Betty sentía que Armando se pegaba a su cuerpo, la oprimía contra la pared para que ella supiese y sintiese lo excitado que estaba.
Betty se daba cuenta de cómo iba acabar todo aquello, y, aunque también lo deseaba, estaban en un corredor...
B: Por favor... Acá no...
A: ¿Acá no? Acá es un sitio perfecto... - Le susurró en el oído, jadeante.
B: No... Pero nos pueden ver...
A: Shhh... Se fue la luz...
B: Pero puede volver y...
A: ¿Nunca has fantaseado con hacer el amor en un sitio público? Esta es la ocasión. Estamos en un corredor; en cualquier momento puede llegar alguien o volver la luz... Hemos de aprovechar.
B: Pero... - Armando tapó la boca de Betty con su propia boca, besándola y provocando en Betty el deseo de muchos más besos. Durante unos breves instantes la soltó, se bajó la cremallera de su pantalón, bajó la braguita de Betty y le levantó uno de sus pies, para quitarle la prenda interior. La agarró sus manos y las colocó sobre su nuca. Se mordió un labio. Estaba muy excitado. Aquella mujer le provocaba miles de sensaciones, a cual más agradable. Levantó la corta falda y la alzó, colocándola, aprisionada, entre la pared y su cuerpo.
Betty notó una brusca embestida y él ya estaba dentro de ella. Cerró los ojos. DIOS MIO!!! Aquello era maravilloso. Se sentía en una nube. Hacia mucho tiempo que no estaba con nadie; desde Sandro y Armando Mendoza era genial. Ella hubiese preferido algo lento y tranquilo pero...
A: Aug!!! - Betty le había mordido en el cuello. Debían ser silenciosos; no podían gritar o jadear. La única forma que tenían de liberar esa pasión era con su boca y sus manos. Y aunque le había dolido, ese bocado lo estimulaba a continuar con aquellas embestidas, a darle mas placer a esa mujer y a disfrutar él también. En pocos minutos alcanzaron el climax; no tenían tiempo para mucho. Oían acercarse a unos guardias de seguridad con linternas. Betty ya veía el resplandor de la luz de una de ellas.
Cuando uno de los guardias los enfocó, encontró a Armando Mendoza frente a Betty, con la mirada baja y las manos apoyadas en la pared, una a cada lado de la cabeza de ella.
G: Buenas noches, señor Mendoza. ¿Están bien usted y la señorita?
A: Sí, gracias... - Ni Armando ni Betty alzaron la mirada.
G: Pues, con su permiso...
A: Vaya, vaya... - Respondió Armando, aun agitado.
Betty no se atrevía a levantar la mirada. Realmente, es que no sabía que decir. Nunca le había sucedido todo aquello antes con nadie. No había cruzado con ese hombre más de tres frases y... ¿Qué le decía? De pronto volvió la luz y todo el corredor quedó de nuevo iluminado.
A: ¿Estás bien?
B: Sí... ¿Y tu?
A: Uff... Ah... Jadeante... - Dijo, con una sonrisa en los labios.
B: Sí... yo también... - Betty levantó la mirada y se perdió en esos ojos negros, que la miraban fijamente.
A: Creo que... No me he presentado como debiera... Armando Mendoza... Ni me he disculpado por la trompada que le dí...
B: Mi nombre... es Betty... Y creo que yo tampoco fui excesivamente diplomática...
A: Supongo que ibas a algún sitio...
B: Sí... Iba a camerinos a buscar mis cosas... y marchaba a mi casa...
A: Ah... Yo también me marcho... ¿Te dejo en algún sitio?
B: No, no hace falta. Tengo mi carro...
A: Okey... - Durante unos segundos, se produjo un embarazoso silencio. - Te llam...
Betty colocó suavemente su mano sobre la boca de Armando.
B: No me mientas... ¿Okey? No me vas a llamar... Eso lo sabemos tu y yo...
Armando retiró la mano de Betty de su boca, acercó su cara a la de ella y la besó ligeramente en sus labios.
A: Okey, Betty. No te mentiré...
Betty se separó de la pared y respiró hondo.
B: Me voy... - No había mucho que decir... Y lo poco que había, no se le ocurría a Betty. - Adiós.
A: Adiós.
Betty se volteó y se marchó a camerinos.
M1: Por cierto... - Golpeándose ligeramente la frente con la palma de la mano - Tengo un chisme... sabroso, sabroso...
M2: ¿Sí?... Cuenta, cuenta.
M1: ¿No te has dado cuenta que hay una compañera nuestra... muy modosita y santa ella... que últimamente hace muy mala cara?
Puff... Lo habían sentado en aquel restaurante junto a una mesa de cotillas. Iba a enterarse de la vida y milagros de todas las modelos colombianas. Por que esas tipas eran modelos. Las había visto un par de veces en algún evento. Lo único que podía hacer era enfrascarse en la lectura del periódico que tenía entre manos, intentar aislarse y esperar a Hugo, para almorzar juntos.
M2: ¿Mala cara?
M1: Sí... Mala cara y con un poco de... - hizo un gesto con la mano. - pancita.
M2: ¿Pancita?
M1: Ay, si, mujer, pancita... Híjole... Que tiene humo en la cocina!!!
La segunda mujer se tapó la boca con la mano, haciéndose la escandalizada.
M2: ¿Está...?
M1: Está embarazada DE DOS MESES Y MEDIO!!! Y yo no sé quien es el padre... - Dijo, con toda la mala intención.
M2: Sí, por que desde que rompió con Sandro... No se le ha conocido nadie...
Madre mía; una modelo embarazada. Bueno... podría aprovechar para modelar pre-mamá... Armando hizo una mueca y volteó la página de la gaceta.
M1: Pues fue al tocólogo, al doctor Gómez,... SOLA!!!
M2: ¿Sola?
M1: Sí... Y cuando el medico le preguntó sobre el grupo sanguíneo del padre... - Calló, intentando dar más misterio a su relato.
M2: ¿Qué? Sigue, sigue...
M1: Dijo que lo desconocía por que se había tratado de una relación T-O-TA-L-M-E-N-T-E esporádica, de una sola noche!!!
M2: ¿No sabe quien es el padre del niño?
Inconscientemente, Armando pasó su mano por su cuello. Aun duraba la marca de aquel mordisco de Betty.
M1: Ah!!! Eso no puedo asegurarlo. Dijo que no mantenía contacto con el padre... Y el doctor le aconsejó realizarse una prueba del VHS
M2: ¿VHS?... Será VHI...
M1: Bueno... La prueba del sida.
M2: Y tu ¿cómo sabes todo eso?
M1: Por que la cuñada de la prima de mi suegra trabaja como auxiliar en esa clínica, y me lo contó todo.
M2: ¿Y qué va a hacer? Ella trabaja con su cuerpo; es modelo como nosotras... Un crío estropea y deforma mucho...
M1: ¿Qué va a hacer? No puede hacer nada más que abortar... Pero, calla, que entra ella... Cuando se siente en la mesa, haz como si no supieses nada... ¿Okey?
Armando se volteó para mirar hacia la entrada del restaurante. Había escuchado toda la conversación y no podía evitar sentir curiosidad. Y la vio a ella entrar en el salón. NO, NO!!! ¿ELLA? ¿EMBARAZADA? ¿UNA RELACIÓN ESPORÁDICA? No. No podía ser. Seguramente esas mujeres se referían a otra... Pero se acercaba a la mesa de esas dos cotorras... y se sentaba. Era verdad... Tenía muy mala cara. ¿Panza? Bueno, panza con dos meses... era casi imperceptible. Comenzó a calcular y por lo poco que sabía de embarazos... ese bebé podía ser suyo. ¿Otra vez? ¿Otra vez? No, esta vez si que no lo iba a permitir.
Ella aún no lo había visto. Estaba pendiente de sus dos amigas. Pero... alzó la cabeza y lo vio. Estaba sentado en la mesa del lado y la miraba fijamente, con una cara en la que se mezclaba incredulidad y... ¿rabia? ¿Aquel hombre estaba rabioso con ella?
Armando se levantó de la mesa y se acercó a la Betty. Durante unos segundos se quedó ante ellas, silencioso. Las tres modelos levantaron la mirada, esperando una explicación por parte del diseñador.
A: Buenos días, señoritas. - Al unísono contestaron las tres mujeres al su saludo. - Si me permiten, desearía hablar con Betty... Si nos disculpan... - Agarró a Betty de la mano y le obligó a seguirle fuera del salón del restaurante. Betty miró a sus compañeras, dando a entender que no comprendía nada de lo que sucedía ni por que el diseñador quería hablar con ella. Las dos modelos se quedaron en la mesa, muertas de curiosidad. ¿Qué tenían que platicar aquel par?
Cuando ya estuvieron en el hall del restaurante, Armando se paró frente a ella.
A: Me he enterado que tienes ciertos... problemas.
B: ¿Problemas? ¿Qué problemas? Yo no tengo ningún problema. Soy una mujer muy feliz.
A: No es eso lo que me han dicho.
B: Mire, señor Mendoza. Le repito que yo no tengo ningún problema. Y si los tuviese no creo que fuesen de su incumbencia. - Betty hizo el ademán de dar por terminada la conversación y marcharse de allá. Armando la agarró del brazo y la otra mano la colocó sobre la panza de ella.
A: Yo creo que ESTE sí es mi problema.
Betty palideció. ¿Lo sabía? Pero ¿Cómo? Ella no se lo había dicho a nadie.
B: No. Ese sigue siendo MI problema. No el suyo. - Apartó su mano de ella, aunque Armando la continuaba sujetando por su brazo.
A: Y... ¿Qué vas a hacer? ¿Perderlo? ¿Abortar? - Betty lo miró. Pero ese tipo ¿Con que derecho le hacía esa pregunta? ¿Ella le había reclamado algo? No. ¿Entonces? Por supuesto que no pensaba abortar. El modelaje ya se había terminado para ella, si aprobaba el último examen. Se licenciaría y ya no le importaría engordar a causa del embarazo... - ¿No me contestas? ¿Quieres dinero? Si tu preocupación es el dinero, no debes inquietarte. Yo me ocuparé de las necesidades económicas del bebé.
Aquella conversación la trasladó a un año atrás con Sandro... Toma dinero para el taxi... Dinero, dinero... ¿Es que el mundo pensaba que se arreglaban todos los problemas con dinero? Aquello le enfureció...
B: No se preocupe, Don Armando Mendoza... No le pienso pedir nada, por que no lo voy a necesitar. Abortaré, no tendrá ninguna responsabilidad respecto a mí... Buenos días.
Dejó a Armando, hirviendo de rabia. En ese instante entró Hugo por la puerta del restaurante y vio a su amigo, totalmente fuera de sí, con la cara congestionada.
H: ¿Qué sucede, Armando? ¿Ocurre algo?
A: Nada... Te invito a almorzar, pero en otro restaurante.
Hugo echó una ojeada dentro del salón y vio a Betty como se sentaba en una mesa, descompuesta y muy pálida. Miró a Armando ¿Qué había sucedido entre esos dos? Por que estaba seguro que Armando estaba en ese estado después de hablar con la modelo...
H: Okey... Vamos a otro restaurante.
Ya había anochecido en Bogotá. Betty bajó de su pequeño carro, cerró con la llave y comenzó a caminar hacia su casa. Aquella noche estaba muy feliz. Había acudido a buscar la nota de su último examen... Y HABÍA APROBADO!!! Ya estaba licenciada!!! Por fin dejaría el modelaje y se dedicaría al derecho, a su pequeño y a ella misma. Un hombre, vestido con traje y corbata se acercó a ella.
H: Disculpe señorita pero... ¿podría decirme la hora? - Preguntó, con una agradable sonrisa en los labios. Betty se detuvo.
B: Por supuesto. - Betty bajó la mirada y miró su reloj. - Son las nueve y...
No pudo continuar. Sintió un paño sobre su boca y su nariz con un olor muy especial. Le recordaba a los hospitales. ¿Cloroformo? De pronto una voz, se coló por aquella neblina que se estaba expandiendo por su mente.
H2: Cuidado con ella. Agarradla bien. Que no se dañe.
La cabeza... Le dolía horrores. No se atrevía ni abrir los ojos. Todo le daba vueltas y se encontraba muy mareada. Más mareada de lo normal, con ese torbellino que llevaba dentro. Tan pequeño y ya se hacía notar con los mareos, los antojos... Pero la cama... SE MOVÍA MUCHO!!! No era sensación suya... LA CAMA SE MOVÍA!!! Pero ¿Dónde estaba? Abrió lentamente los ojos y se encontró en una habitación que no era la suya... ¿La noche anterior había bebido? No!!! Desde que se enteró del embarazo, no había probado el alcohol... Ese dormitorio le era extraño. La ventana era muy pequeña, la cama era inmensa. Frente a ella había una estantería llena de libros y adornos náuticos. También había un pequeño escritorio, con una silla. Todo en madera oscura. Lentamente, se incorporó y se sentó sobre la cama. Se miró a sí misma. Llevaba puesto su propio pijama. Ella no recordaba nada que le pudiese dar pistas sobre que estaba haciendo allá.
De pronto, oyó unos ruidos en la puerta. Alguien estaba abriendo la puerta con llave... ¿Estaba encerrada en un dormitorio con llave?

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EL YATE
عاطفيةHistoria de Maeva, mi intención no es apropiarme de ésta obra ni de ninguna otra. Disfruten la lectura. Estaba apoyado en la pared, con un vaso de whisky. Odiaba esas presentaciones. Y eso que se trataba de sus propios diseños...