Prólogo

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Sus tacones hacían eco en la pequeña habitación mientras dos pares de ojos la observaban deslumbrados por la belleza de la joven, hoy se había arreglado más de lo habitual, pero se notaba en su rostro que estaba preocupada por algo. Y los hombres frente a ella no sabían que le sucedía, no era normal en ella, siempre andaba con una sonrisa en su rostro y ahora... Ahora no se veía feliz.

- Si sigues frunciendo el entrecejo de esa forma, te vas a arrugar más rápido.

Trató de bromear el joven de cabello rizado, sus ojos enamorados no se habían quitado ni un minuto de la castaña, desde que entró a la habitación quedó fascinado por cómo estaba vestida. Llevaba esa noche un vestido celeste claro, que combinaba a la perfección con sus ojos. Ella siempre estaba impecable, y el chico la amaba desde siempre, aunque sabía que su amor no era correspondido.

El padre de la muchacha se levanta del borde de la cama sin saber que hacer ante los nervios de su hija, pero sabía que un té podría ayudarla un poco. Tal vez así podría hablar tranquila con su mejor amigo.

- Los dejaré solos, pondré la tetera para que tomes un tecito, mi niña. Luego bajen, les haré unas galletas también.

Apenas el mayor salió de la habitación, Thomas se levantó casi de un salto del cómodo colchón y agarró por los hombros a la joven, la miró a los ojos preocupado por su forma de actuar en esos momentos.

- Habla conmigo, Bella mía. - Suplicó con una voz suave temiendo asustar a Isabella, que ya estaba pálida por lo que le haya sucedido.

Por primera vez, desde que entró a la habitación, sus labios se separaron y soltó un pequeño grito asustada, parecía que recién se daba cuenta de lo que sucedió esa noche. Ella había salido al parque y volvió corriendo a encerrase, y ahora sabía el porqué.

- Se lo llevó la policía...

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