Prólogo

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Parado frente al gran edificio que tenía en frente, Félix tomó el poco equipaje que traía con él y observó el establecimiento a detalle. Benayes, según lo que le habían dicho, era un buen lugar para vivir; fue por esa razón que decidió mudarse allí teniendo 19 años para estudiar su carrera universitaria. Con algo de ayuda de su madre había logrado encontrar un pequeño complejo de apartamentos que parecían ser perfectos para lo que buscaba.

Respiró profundo antes de dar el primer paso hacia su nueva vida, y una vez se sintió listo, caminó dentro del lugar. En el primer piso había un par de personas haciendo algunas cosas, quienes dirigieron su mirada inmediatamente en su dirección, haciéndolo tensarse en su lugar. Las miradas fijas en él permanecieron atormentándolo durante apenas unos segundos, sin embargo, para él parecieron haber pasado horas en las que sintió todos esos ojos vigilando cada uno de sus movimientos.

De pronto, las miradas cesaron, dejándole sólo la sensación de incomodidad.

Cuando estaba por volver a caminar, sintió una presencia a escasos centímetros de su cuello; una suave respiración sobre su piel causó que un escalofrío recorriera su columna vertebral. Se volteó rápidamente y se encontró con la agradable sonrisa de una mujer

— Bienvenido. — el tono dulce de su voz logró tranquilizarlo y por fin recuperó el aliento.

— Oh... disculpe, ¿usted quién es?

— Mis más sinceras disculpas; mi nombre es Lucy, y soy la dueña del edificio. — era verdad; estaba confundido porque era la primera vez que la veía en persona. Además de ser alta, tenía un lindo cabello rubio y unos gentiles y brillantes ojos azules.

— Cierto, hablé con usted la semana pasada para organizar mi mudanza; no reconocí su voz.

— Es algo completamente normal; mi voz por teléfono es algo... distinta, pero me alegra que haya decidido venir a vivir a este lugar. ¿Sabes? No solemos tener a muchos chicos de tu edad por aquí.

— ¿Habla en serio?

— Ah, sí, no muchos jóvenes buscan venir porque son muy apegados a sus amigos y familia. Apuesto a que un muchacho tan lindo como tú incluso tiene una novia que va a extrañarte. — acarició su hombro suavemente.

— Ehm... en realidad no; no tengo novia y soy hijo único, así que antes vivía sólo con mi madre.

— Oh, ya veo, es una lástima. — siguió acariciando el hombro de Félix. — No te preocupes, estoy segura de que aquí conocerás personas que podrán apreciar... tu valor. — volvió a sentir la tensión invadiéndolo; juraría que la mirada de esa mujer lo estaba analizando como si tuviera visión de rayos x durante lo que pareció ser el minuto más largo de su vida. — Dicho esto, ¿qué te parece si te ayudo con tu mudanza? Estoy segura de que has de estar exhausto después del viaje.

— No se preocupe, señora. No tengo tantas cosas para desempacar; estoy seguro de que me las arreglaré solo. — trató de disimular la leve desconfianza que le dio la mujer en una sonrisa nerviosa.

— Entiendo, en ese caso, aquí está la llave de tu departamento. — la mujer tomó la muñeca de Félix, puso la llave sobre la palma de su mano y luego usó la suya para cerrarla. — Que te vaya bien, y no olvides decirme si tienes algún problema; siempre estaré disponible para ti... y el resto de personas en este lugar.

— Gracias.

A pesar de que su comienzo fue algo extraño, Félix decidió hacer caso omiso a lo recién ocurrido; después de todo el viaje sí había sido largo y lo único para lo que tenía energía era recostarse en una cama y dormir una larga siesta. De ese modo, se encaminó hacia el elevador al fondo del pasillo en el que podría llegar al nuevo lugar donde iba a vivir durante los próximos cinco años; presionó el botón en la pared y esperó unos segundos antes de que pudiera entrar en el ascensor, y una vez estuvo adentro, repitió su acción presionando otro botón para indicar el tercer piso.

Estuvo algunos segundos en silencio, cuestionando la actitud de la dueña de aquel edificio. No es muy común que alguien se acerque a ti y respire cerca de tu cuello; eso logró espantarlo un poco, en especial porque no lograba encontrar una explicación razonable a ese comportamiento, a excepción de una novela sobre vamipo que su madre le mostró una vez. Rió un poco al recordar eso, y se tomó con humor la mala experiencia que pasó minutos atrás bromeando con que la dueña del edificio podía ser un vampiro que se obsesionó con su sangre apenas la percibió. Porque siendo sincero, Félix sabía que algo como eso era imposible, y quizás la reacción de la mujer fue debido a que llevaba una colonia muy fuerte o algo por el estilo.

Las puertas se abrieron delante de él, indicando que llegó al piso que había seleccionado anteriormente, y salió del ascensor mientras buscaba su departamento; el número 88. No le costó mucho encontrarlo considerando que los pasillos estaban vacíos, y usó la llave que le dieron para abrir la puerta y adentrarse en el lugar. Espacioso, grande y muy elegante; era esa la única forma con la que podía describir el apartamento, y definitivamente se veía mucho mejor en persona que en las fotos que encontró por internet. De hecho, por un momento consideró que era demasiado para una sola persona, pero luego se dio cuenta de que era mejor ser agradecido por haber encontrado un lugar tan bueno como lo era ese.

Dejó sus maletas cerca de un sillón antes de sentarse en el mismo, dando un largo suspiro de alivio al encontrarse más calmado. Lo que sucedió mientras estaba en el primer piso lo había asustado bastante, y a pesar de que todavía tenía pendiente el llamar a su madre un momento para avisarle que llegó a salvo, se decidió mejor por dormir un poco antes de eso, porque definitivamente no resistiría más tiempo despierto en ese estado. Aún en el sillón, se quitó los zapatos y se recostó sobre el mueble en una posición apenas cómoda para dormir en paz.

La vida normal de FélixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora