Mientras las lágrimas recorrían su rostro yo no sabia que hacer en esa situación, tendría que calmarme, era solo una clienta, era un ángel de batalla, un derrotado y lastimero ángel de batalla. Mi deseo era acercarme a ella y consolarla, como su mejor amigo de secundaria que llega para salvar el día, como el héroe que salva en ultimo momento a la protagonista.
Pero era obvio, ella no es de esa clase de chicas que dejan que los chicos la salven, incrédulas y un poco tontas. Parecía de las chicas fuertes, inteligentes. Y yo tampoco era del tipo atletico del equipo de futboll de la secundaria, yo no era el héroe de ningún cómic, no merecía el derecho de salvarla como uno.
Ella no alzó la mirada cuando trate de hablarle con la excusa de pedir su orden, yo tampoco insistí mucho, realmente tendria que hacer algo mejor que eso. Así que me acerqué a la barra y saque la galleta que había guardado para el almuerzo. La hermosa galleta que llevaba esperando toda la mañana, y se la di a ella.
Me aleje a un cliente que estaba al otro lado del Café y note que mi ser moría por voltear a ver al triste ángel.
Su vida era una vida dura.
Estaba sola.
Un ángel, uno pequeño que acaba de dejar las armas en el piso y llorando había gritado su derrota. Un ángel que había perdido sus alas y se había vestido de Jeans y tennis. Uno aquel que se encontraba de frente mío, llorando sus pérdidas en una barra de un café de Starbucks. Uno observado por un pequeño mortal camarero.
Un mortal y un ángel de batalla, imposible imaginarlo.
