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Los pequeños pétalos rosados floreciendo lentamente, dando a indicar que la temporada de frío y lluvias terminaba, comenzando a iniciar la esperada y hermosa primavera.
El agua cristalina recorría el estrecho río lleno de lotos y otras plantas que crecían en aquellas condiciones. Una pequeña e inocente niña corría alegremente por el sendero de su pueblo, pues el festival que celebrarían para dar cobijo a la temporada de flores y felicidad iba a comenzar dentro de poco.
La pequeña y humilde aldea de Junyin, ubicada en Liyue, siempre le gustaba celebrar por aquella estación, pues el invierno no es fácil para ellos, y que todos hayan salido de este sanos y con suficientes recursos era digno de celebrar.
Los pequeños cerezos escaseaban por la zona, mezclándose con los demás árboles de anaranjadas hojas. Ese era uno de los únicos pueblos donde se podían ver aquellos hermosos pétalos rosados, que utilizaban para cocinar los exquisitos platos para aquel día. Lo que atraía a pequeños y curiosos viajeros de Teyvat.
Por supuesto Shui no iba a ser la excepción. Siempre había oído de aquel festival y aldea, por lo que no pudo resistirse más, visitando el lugar.
Cuando estaba ya casi en aquella humilde y hermosa aldea, se cruzó con la pequeña niña que correteaba por los lugares, cogiendo cualquier planta o flor que veía y se le hacía curiosa o bonita, con la esperanza de que su madre la dejara añadirlas en algún que otro plato para la celebración.
Shui miró a la niña con nostalgia, recordando los escasos días de felicidad que llegó a vivir en su infancia.
Cuándo ya estaba adentrándose en la aldea, observó la muchedumbre que había.
La joven no esperaba que hubiera tanta gente, pues la aldea tan solo era un rumoreo entre viajeros.
Buscaba con la mirada a una persona, persona que le notificó sobre la fecha del festivo.
Por más que dirigiera su mirada entre el gentío, no lograba divisar la silueta del individuo.
Rendida ante la ausencia de este, pensó que se había negado a acompañarla, decidiendo así disfrutar las celebraciones y manjares que le otorgaban el animado festival.
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Ya había pasado un rato desde que había llegado a la humilde aldea.
Había disfrutado cada bocado, cada baile, cada melodía, cada rincón, todo lo que pudo.
Pero se estaba empezando a aburrir. Había hablado con algún que otro viajero, pero igual no servía contra el aburrimiento que sentía.
Se sentía decepcionada, pues tenía planeado pasar el día con él.
Fue a un puesto de dulces, comprando alguno para dirigirse hacia el campo situado a unos metros del pueblo.
Camino hacia el lugar, pudo ver hermosas flores decorando las hierbas doradas del sitio, subió la mirada con intención de ver los escasos pétalos rosados que se encontraban a lo lejos, aunque se llevó una agradable sorpresa.
