CAPÍTULO ÚNICO

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No eran ni las ocho de la mañana cuando ya se escuchaban ruidos por todo el departamento.

No es que no fuera agradecido con Chifuyu, por supuesto que era conciente de que tenía una deuda enorme con aquel chico, pues de no haber sido por él, seguiría vagando o habría reincidido. Había estado a la deriva hasta que el brillo en aquellos ojos azules le iluminaron el camino a casa. Aún así, no lo soportaba.
Con el tiempo habían formado vínculos y se completaban bien en los labores y tareas, tanto de casa como en la tienda de mascotas. De vez en cuando veían películas juntos y salían a cenar cuando tenían demasiada flojera como para respirar o cocinar.
Gracias a Chifuyu recupero amistad con sus antigüos amigos, tendría la osadía de decir que, incluso ahora sí podía considerarlos amigos, dado que en el pasado parecía que solo tenían "amistad" por Baji.

Baji, había días en que lo extrañaba demasiado, esas noches en las que el dolor consumía su corazón y lo encerraba en la oscuridad. Su mejor y único amigo.

Una de las razones por las que no soportaba a Chifuyu era que, el chico era un puto ángel, ¿Cómo pudo perdonarlo?, ¿Cómo pudo perdonar al culpable de la muerte del chico al que amó?
La reacción que hubiese esperado al ver a Chifuyu fuera de la cárcel, es que el chico lo insultará, le gritará y quizá le diera una paliza. Eso era lo normal y lo que había merecido, pero en cambio, le ofreció un aventón y un lugar al cual llamar hogar. Por más que trataba de darle respuesta a esas actitudes, no lo lograba. Dudaba entenderlo algún día.
Con un sabor amargo en la boca y una espinita picando en su pecho, se puso de pie. Claramente no iba a poder seguir durmiendo si Chifuyu se había dado a la tarea de golpear las cazuelas una contra otra y hacer sonar estás contra el piso. Debería mudarse, ya cuenta con el dinero y sustento suficiente para hacerlo. Pero no las ganas.

Asomó a duras penas la cabeza por el pasillo, demasiado reacio a ir a la cocina, pero el cómplice de su compañero de cuarto lo delató; el maullido de un gato viejo le hizo dar un respingo, pequeño bastardo, te doy comida a escondidas y tú me delatas. Se agachó para darle una caricia al pelaje negro, total, ya había sido descubierto, y las pisadas descalzas de Chifuyu eran la prueba.

—¿Por qué estás despierto? Hoy no tenemos trabajo, podías dormir hasta tarde, Tora.—Quiso gritarle que era justo lo que pensaba hacer de no ser por el escándalo que alguien se había montado. Se trago sus palabras cuando subió la mirada de a poco. —¿Pasa algo?

Pasaba todo, absolutamente todo. En ocasiones se odiaba mucho, demasiado. Se quería dar un golpe contra la pared por ser así. Pero por más que se esforzará por evitarlo, ahí iba de nuevo. Su mirada recorrió las piernas desnudas de Chifuyu; podía jurar que se depilo hace poco, ya que la piel se veía lechosa y suave, pero tenía una pequeña cortada, ojalá no doliera. El suéter de algodón que llevaba le cubría por encima de los muslos y le quedaba lo suficientemente grande para hacerlo ver así de pequeño. La primera vez que lo vio vestir así sus mejillas se habían calentado y tuvo que ser borde para no delatar lo que realmente le había provocado. Ahora, lo soportaba. Al levantarse disfruto en silencio la pequeña diferencia de altura que existía entre ambos.
El cabello azabache de Chifuyu caía sobre su rostro de forma armoniosa, casi delicada. Ese color resaltaba sus ojos azules y su palidez. Le provocaba cierto malestar.

—Bueno, seguiría en la cama de no ser porque te has montado los efectos de sonido de una película de acción de bajo presupuesto. —Atino a decir en cuanto se recompuso. La risa soñadora de Chifuyu también me molestaba,no debía de reírse así, era fastidioso, y quería escucharlo por el resto de su vida. — Iré a darme un baño, en un rato de ayudo con la comida, ¿Si?

—Claro. Tómate tu tiempo, ya casi estado todo listo.

Lo vio darse la vuelta y nuevamente, se recriminó por ver más de la cuenta. Si Baji estuviera vivo, sería el quien tuviera la oportunidad de ver ese aspecto de Chifuyu: el soñador y cálido. La faceta hogareña y llena de brillos y alegría. Les había arrebato la oportunidad de vivir un romance de cuento de hadas, y es lo que más se recriminaba.
El primer mes que vivió con Chifuyu fue lo más parecido a estar en el infierno, para ambos. No sabían cómo portarse, de que hablar o que hacer. Muchas veces escucho a Chifuyu llorar por las noches, y podía darse el crédito, después de todo, es su culpa que el azabache sufriera la perdida. Otros días, específicamente los sábados, Chifuyu salía al cementerio, antes lo hacía cada semana, ahora era dos veces por mes, a veces iban juntos. Tuvieron que pasar varios días para que dejarán atrás todo y avanzarán. Ya no había miedo en los ojos de Chifuyu, tampoco asco u odio, aunque estos últimos nunca estuvieron presentes en aquellos ojos de mar. Desearía que Chifuyu fuese un poco más cruel, que lo insultará, tal vez. Pero eso nunca sucedió, y dudaba que sucediera.

About Love [Kazufuyu] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora