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Cuando el mundo se derrumba sobre ti, no lo oyes antes crujir. Lo hace de repente, en un instante de absoluto silencio y, cuando eres capaz de darte cuenta, ya todo es escombros.

Serkan lo descubrió en una mañana de finales de invierno, en las inopinadas palabras de un hombre con una bata blanca que resquebrajaba el aún vibrante eco de un día perfecto y en la expresión de consternación con la que lo miraba, mientras le mostraba una imagen en blanco y negro adonde se dirigía su nombre.

En el aturdimiento que lo asaltó y en el vacío que llenó su mente. En la sonrisa de la mujer que amaba mientras escuchaba distraído, luego de ocultarle la verdad que no tenía fuerzas para confesar. En el sentido de derrota y en las promesas que ya no podía cumplir... en el estruendo, ensordecedor, que hacen los sueños al romperse.

Eda lo descubrió una noche tres días después, en la confusión que la dejó sin aliento mientras miraba un informe médico que no debería haber existido. En los ojos culpables del hombre que amaba mientras, con los suyos, pedía una explicación que sola no podía encontrar. En la mirada confusa que ella le dirigió y el asustado que luego lo devolvió.

Lo descubrió en el miedo que le hormigueaba bajo la piel, el mismo que lo atrapó a él también... en el terror, aterrador, que solo dan las cosas que terminan.

En Cada RespiroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora