Días después
Fernando asistió a la casa cuna, en representación de Clarissa ya que el pequeño Fer se encontraba con un poco inquieto por la reacción a una de sus vacunas. Entonces él sería quien les contaría el cuento que semanalmente su chica hacía. Hugo se encontraba con él con esa sonrisa que lo caracterizaba, entre los dos comenzaron a narrar el cuento, estando todas sentadas frente al hermoso pino que habían decorado.
El caballero comenzó a observar el rostro de las pequeñas sonreír, se carcajeaban al escucharlos hablar, todas excepto Emily quien extrañaba a Clarissa. Él detectó la carita de tristeza que reflejaba la niña, se acercó a ella. Emily elevó su rostro para lograr observar a Fernando; quien al notar lo grande que se veía en comparación con la pequeña se inclinó para quedar a su nivel. La tomó en sus brazos y prosiguió contando el cuento, haciéndola participe, la niña comenzó a esbozar una hermosa sonrisa, sus ojos comenzaron a brillar por la felicidad que empezó a sentir estando en sus brazos.
Se sintió cautivado por esa chiquilla que tenía una hermosa sonrisa, comprendió el cariño que Clarissa sentía por ella. Así pasaron las fiestas decembrinas y junto a ellas dos meses más.
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Clarissa se encontraba mirando la ciudad desde la terraza de su casa, aunque su dicha era inmensa por la hermosa familia que tenía, algo le hacía falta.
Cada que iba a la casa hogar su corazón palpitaba de manera diferente, sus ojos se inundaban de un brillo especial. Por alguna razón desde la noche que Fernando había ido a contarles el cuento, asistía con mayor frecuencia, procurando salir más temprano de la oficina para poder ayudar a Clarissa, a Lucy y a Hugo a prepararles la cena que les llevaban una vez a la semana, mientras todos repartían, él se escapaba para ayudarle a las niñas, disimulando para estar cerca de Emily.
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Una mañana Claudia llamó a Fernando pidiéndole que fuera a la casa hogar, sin decirle nada a Clarissa, supo que algo sucedía, por lo que antes de irse a laborar dio prioridad a su llamada. Al llegar con ella observó su rostro desencajado.
—¿Qué sucede? —peguntó Fernando.
—Se trata de Emily, su madre se presentó ante el juzgado, diciendo estar arrepentida de haberle abandonado, alegó que no tenía con qué alimentar a la pequeña, pidiendo que la reintegren a su hogar de nuevo.
Fernando abrió los ojos sorprendido y sintiendo la furia correr por su sistema nervioso.
—¿Hay alguna posibilidad de que la reintegren? —preguntó angustiado.
—No lo sé, su proceso legal aún está incompleto, estábamos intentando hacer que perdiera todo derecho sobre la niña, pero su 'repentino arrepentimiento' puede entorpecerlo.
Fernando tocó el puente de su nariz, cerrando sus ojos
—Déjame consultar a mi abogado. —Finalizó la conversación.
Fernando se sirvió una copa, bebiéndola de un jalón
— ¿Te sucede algo? —Clarissa preguntó preocupada.
—Sí. —Inhaló profundo. Narró la situación legal de Emily. Observó llorar amargamente a Clarissa, sintiendo que su corazón se partía al pensar que podría ya no verla.
La tristeza se apoderó de ellos cuando llegó la resolución del juez otorgando la custodia a su madre. Tuvieron que arrancarle de los brazos de Clarissa a la pequeña quien se aferraba de igual forma a ella.
—Lamento no haber podido hacer nada, para que no se la llevaran cariño. —Las lágrimas corrieron por las mejillas de Fernando.
—Yo amo a esa niña, como a una hija —Clarissa externó con dolor—, no necesito haberla llevado en mi vientre para amarla. —Rompió en profundo llanto.
Fernando comprendía perfectamente su dolor, porque el sentía exactamente lo mismo.
Así pasaron tres meses de angustia y zozobra sin saber nada de Emily, hasta que...Claudia los hizo acudir con urgencia.
Una vez dentro les comentó que habían encontrado a Emily en la calle, por la noche sola y descuidada, les explicó que la niña presentaba fiebre, por lo que estaba en reposo con ellos. Clarissa se puso de pie, entregando a Fernandito a los brazos de su papá, salió disparada en dirección a la enfermería donde sabía que se encontraría, entró rápidamente y se acercó a su cama sentándose a su lado.
La mirada de la pequeña se iluminó al verla, le regaló una sonrisa que le llegó hasta los ojos.
—Mamá —expresó emocionada Emily, estirando sus bracitos para poder abrazarla.
Clarissa la estrechó con fuerza a su pecho, mientras las lágrimas corrieron sobre sus mejillas. De pronto sintió como Fernando se acercó a ellas, con él bebe, integrándose a ese abrazo. Permaneció cuidando de la pequeña durante la noche, su corazón saltaba de emoción cada que recordaba las palabras de Emily «mamá».
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Un Hogar para Emily
Short StoryFernando y Clarissa son un matrimonio que gozan de ayudar como benefactores, en la casa hogar en donde ella da clases de ballet clásico desde hace un par de años. En la actualidad viven el mejor tiempo en sus vidas, disfrutando de su pequeño hijo, q...