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Desde el principio del día Jaemin se sintió nervioso, observaba con demasiada frecuencia el progreso de la caída del sol. Tal vez inconscientemente sabía que, al caer la noche, las cosas no serían como todos suponían para él.

Hacía ya días que en su entorno se sentía un ambiente pesado, como si todos los sentimientos de los cachorros en torno a su revelación frente a la luna se materializaran de alguna forma en el aire. No eran sólo los jóvenes, los adultos también se encontraban ansiosos.

Algunas de las familias líderes habían apostado a determinada posición social para sus hijos e hijas desde el comienzo de sus vidas, mucho antes de que fuera posible saber si serían alfas, betas u omegas.

Para chicos como Jeno y Jaemin, era obvio que todos imaginaban que serían grandes alfas, las chicas del instituto los miraban con ojos llenos de deseo y anhelo desde hacía años, cuando ni siquiera tenían edad para pensar en cortejar a alguien.
Y Jaemin no dudaba que Jeno fuera un alfa, porque tenía todas las aptitudes y los instintos para ello, incluso aspiraba a tener un alto cargo en la manada, para lo cual la jerarquía de su familia era favorable.

Pero él,  por otro lado, estaba prácticamente seguro se que la luna le diría que siempre fue un beta. No es que no tuviera las aptitudes fisicas, era fuerte, pero sentía que le faltaban instintos de fiereza. No quería ser un beta, a sus ojos eso le quitaría cierto sentido de identidad y pertenecia, que durante toda su vida había tenido muy asegurado.

Tal vez gracias a su mejor amigo, Jeno, o tal vez en parte gracias a la cantidad de actividades a las que el mencionado y su madre lo habían arrastrado, fuera cual fuera el motivo siempre había tenido una buena presencia y renombre. Conocía a todo el mundo, se llevaba bien con la mayoría y quienes no lo conocían le tenían respeto, le gustaba eso. Y nadie respeta o reconoce a un beta, lindo o no eran invisibles para la sociedad.

—¿Estás listo, amor? Llegarás tarde, no hagas que la luna espere por ti— dijo su madre en un dulce tono de broma desde la puerta de su habitación.

—Si, Jeno dijo que pasaría por aquí así vamos juntos, ya debe estar por llegar.

Su madre sonrió. —Cuando tengan a sus omegas las muchachas se enamorarán de ambos, de tan pegados que andan siempre y lo encantadores que son.

Jaemin sintió que su estómago se revolvia al escuchar las palabras de su madre, porque realmente deseaba poder decir que era un alfa y eventualmente encontraría a una omega al final de la noche.

—La chica que esté conmigo no necesitará a nadie más, tal vez la pareja de Jeno si tenga problemas para conformarse con él —bromeó con fingida arrogancia, ya había sentido el olor de su mejor amigo en la planta baja y sabía bien que su oído era lo suficientemente bueno para escuchar sus palabras y mucho mas.

—¡Eso quisieras poder decir, Na!— gritó Jeno mientras subía las escaleras, más para anunciarse con la madre de Jaemin que para hacerse oír realmente.

La mujer sonrió y fue como si toda su mirada se iluminara cuando vio a Jeno. Lo quería como a un hijo y desde el día uno había caído por toda su actitud encantadora, actitud a la que el joven ponía énfasis cada vez que la madre de su mejor amigo se encontraba cerca.

—Bueno, váyanse ya mis amores, que prepararé algo rico para cuando vuelvan mis pequeños alfas.

Estaba claro que Jeno notaría el desanimo de Jaemin, el castaño caminaba más callado que de costumbre sin despegar la mirada de la acera. Tenían que ir hasta donde terminaban las calles de la ciudad y correr por el bosque hasta el claro en el cual las transformaciones ocurrirían.

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⏰ Última actualización: Nov 16, 2021 ⏰

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