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"I must admit you were not a part of my book

but now if you open it up and take a look

you're the beginning and the end of every chapter.

You're the best thing I never knew I needed

when you were here I had no idea.

You're the best thing I never knew I needed

so now it's so clear I need you here, always." La princesa y el sapo.


... Se sentía eufórico, no importaba la tragedia por la que al fin había sido liberado, lo importante era que era libre. La sonrisa no cabía en su rostro y se tornó más pícara al idear todo lo que tenía que hacer para recuperar el tiempo perdido, almas que pervertir, caos que crear. Dio unos pasos al mundo que ahora era suyo de nuevo, iba a ir a su nuevo objetivo... Y no podía creerlo, aunque su piel siseaba al quemarse allá donde lo apretaban esas cuerdas negras no quería creerlo.

—¿Por qué siempre a mí?

La mano le tembló ligeramente. Eran tres simples letras, lo había escrito millones de veces en todas sus historias. "Fin", esa palabra que siempre le producía sensaciones encontradas de satisfacción y pérdida, pero que esa vez sólo parecía provocarle ese último sentimiento. No quería acabar aquel libro, no podía poner punto y final a la historia de Fear. Su pequeño demonio rebelde era tan especial para ella, era único, y ella como una tonta se había enamorado de su propio personaje, sólo producto de su imaginación. Itzel suspiró, se frotó suavemente los grandes ojos marrones y casi sin querer ver escribió esas tres malditas letras que tanto había empezado a odiar desde el mismo instante en que se percató de que ellas serían las que acabarían con su pequeño sueño.

Observó el gran montón de folios de colores que componían su pequeña gran historia, esa que de momento era sólo suya, pero que pronto podría disfrutar el resto del mundo. Una leve sonrisa se formó en sus finos y rosados labios cuando puso la hoja de color verde junto al resto. Desde antes de empezar a escribir en serio ya recordaba haber preferido usar hojas de diferentes colores para plasmar esas ideas que le sobrevenían en cualquier momento, en un par de ocasiones había retrasado unos segundos un buen polvo sólo para poder apuntar una sorpresiva idea que le había llegado como inspiración divina en los calientes preliminares. Los colores eran una de sus manías, al igual que la de escribir siempre a mano, había tenido que hacerlo así cuando empezó ya que en su casa no había dinero para un ordenador, aunque luego lo pasaba a ese aparato con los que habían puesto en su instituto, pero cuando ya consiguió tener su propio portátil para la universidad le había resultado extraño escribir directamente en él, incluso con esas plantillas de colorines del Word.

Alineó bien los folios, se soltó el pelo cobrizo que había amarrado en un desordenado moño cuando los traviesos mechones empezaron a hacerle cosquillas, y miró ese dibujo que había mantenido en el proceso de la historia en un lugar especial en su mesa de trabajo. Fear la miraba desde ahí con esos intensos ojos negros y su sonrisa torcida, pícara y demasiado atrayente por esos labios jugosos que ella había descrito tan cuidadosamente en el libro.

—No me mires así, Fear, se acabó —dijo sin dejar de mirarlo como si esperara una respuesta, como si él fuera a salir en cualquier momento del folio en el que estaba su retrato y se personara delante de ella.

Rio ante su idea alocada, ojalá eso pudiera ocurrir. Suspiró de nuevo y se recostó sobre la mesa, apoyando la cabeza en su brazo mientras con la otra mano acariciaba esos labios que eran su maldita perdición, hasta que sin darse ni cuenta el sueño la venció y pasó a soñar directamente con ellos.

Deseo palpable, muy palpableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora