La cafetería de Mikuni era bastante conocida incluso por personas extranjeras, todos hablaban sobre el maravilloso lugar que sin problema alguno podrías llamar hogar.
Las mesas estaban lo suficientemente espaciadas para que moverse en el sitio no resultara un inconveniente, estas eran decoradas con manteles color guinda y pequeños insertos cilíndricos de madera que contenían magnolias artificiales las cuales oscilaban entre rojo y púrpura; en realidad todo el sitio gozaba de numerosas plantas y flores artificiales, podrían encontrarse alrededor de veinte repisas dispersas por las paredes con claveles, orquídeas, gardenias y geranios, así como unos cuantos potus y un mural de pasionaria junto a la entrada. Diminutas luces colgaban del techo recorriendo de un extremo a otro, los invitados solían mencionar que lucían como estrellas.
En definitiva se trataba de un sitio que parecía llevarte a otra realidad, una en la que podías dejar tu mente y preocupaciones, librarte del estrés del día a día.
Lo cierto era que la popularidad de la cafetería de Mikuni no era por las mágicas estrellas en el techo ni por las encantadoras flores, siquiera por sus apuestos camareros y baristas.
De hecho, quizá sí era por sus apuestos camareros y baristas.
— ¿Qué hace una dulzura como tú en un prostíbulo de mala muerte como este? — Lawless se acercó coquetamente a Licht, rodeándolo por los hombros. Lo vio entrar por el mural y fue incapaz de quitarle la mirada debido a que resaltaba, todos allí vestían ropa tan ostentosa que harían ver a un mocoso con una sudadera y jeans como una mancha de pintura blanca en un lienzo totalmente negro.
— Vine a ver a Mikuni.
Los ojos de Lawless se abrieron con sorpresa, era sumamente interesante que el mayor de los Alicein tuviera algo que ver con un tipo que lucía en extremo común.
— Así que él también puede tener buenos gustos — bufó con gracia, pensando en voz alta.
— Si no te importa, agradecería que me soltaras y dejaras de estorbar.
Lawless largó una carcajada, por alguna razón que en esos instantes desconocía, le parecía excesivamente adorable. Acató las indicaciones y se apartó lo suficiente del chico. Se dio el tiempo de darle un rápido vistazo, tenía una extraña apariencia frágil que no combinaba en absoluto con el ceño fruncido que se empeñó en mantener desde que ingresó al lugar, aunque el rubio pensó que fuera de hacerlo parecer intimidante, pues su actitud podría lograrlo, la realidad era que quizá él mismo era lo bastante retorcido para encontrarlo lindo.
— No se encuentra en estos momentos, pero no creo que demore mucho, puedo hacerte compañía mientras lo esperas; siendo franco, no es prudente quedarte solo en este tipo de lugar con ese rostro tan angelical tuyo.
— Después de todo, soy un ángel.
— Claro — dijo con ironía, Licht lo había dejado sin palabras. Algún defecto debía tener, pensó y se llevó los dedos a la cien para acariciarla con un poco de fastidio. — Como sea, te acompañaré.
— No, gracias. Volveré otro día.
Alrededor de seis horas transcurrieron e incluso con la gran cantidad de personas con las que estuvo no fue capaz de olvidar la hostil actitud del niño autoproclamado ángel ni su espalda al retirarse, esta lucía tan llena de confianza que si se tratara de una de esas películas de ciencia ficción y el joven fuera un villano, definitivamente devoraría el mundo por completo.
— Un mocoso vino a verte — murmuró delineando el abdomen de Mikuni con su dedo índice. Una parte de él ansió que el dueño de la cafetería no lo hubiese escuchado.

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La cafetería de Mikuni [LawLicht]
ФанфикLa cafetería de Mikuni era un sitio al que personas de todas partes disfrutaban acudir, el café y los postres eran en definitivo deliciosos manjares dignos de alabanza; y ciertamente sus empleados también. En especial el rubio de encantadora sonris...