Ver o solo mirar, o lo uno o lo otro

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Skull De Mort, el mejor especialista del mundo, la nube más fuerte y uno de los ahora ex-arcobaleno, la última generación de los siete con las llamas más fuertes. Acompañado de Oodako, un pulpo que es capaz de aumentar su propio tamaño gracias a las llamas d ela nube de Skull. Tiene lazos con los arcobaleno, Carcassa, los Simon y hasta cierto punto los Vongola. El tan llamado lacayo de los arcobaleno y el más débil de los siete más fuertes. Originalmente civil. ¿Ya está? ¿Eso es todo lo que sabéis sobre Skull De Mort? ¿Solo veis esa silueta? Bueno, supongo que podéis saber sobre su pelo y sus ojos morados como sus llamas, sus piercings, su tatuaje en forma de lágrima, su traje y su casco que lleva puesto a casi todas partes, su hábito de llamar 'senpai' a sus compañeros arcobaleno o el '-sama' que pone al final de su nombre. Seguramente sabéis sobre su personalidad ruidosa y escandalosa, su aparente valentía y sus excentricidades a pesar de ser un cobarde en el fondo, habiéndolo demostrado incontables veces. ¿Y qué más? ¿Eso es todo?

A veces, muchas veces, las personas son así. Miran y miran y dan por sentado que lo que ven es lo que hay. Claro, pueden saber que no saben cada pequeña cosa de una persona, pero le conocen lo suficiente. Es suficiente. Otros siguen mirando. Y miran. Y escuchan. Y ven. Pero llegan al mismo punto aunque sepan más que los que se han rendido antes. Dicen 'este eres tú', 'te conozco lo suficiente', 'eres Skull De Mort'. ¿Pero es eso verdad? ¿Solo hay 'eso' y ninguna cosa importante más?

Para muchos, eso es verdad. Son muy transparentes aunque no lo sepan. Unos más que otros. Y están también los que tienen una 'mala' personalidad detrás de una 'buena' o una 'normal' personalidad. Es un hecho. La gran mayoría de las veces no hay más. Porque las personas podemos ser muy simples a pesar de que nos guste diferenciarnos de los animales porque podemos 'pensar', somos más 'complejos'. Pero seguimos siendo personas, no tan simples como como alguien externo pueda pensar y no tan complejos como nosotros pensamos y dejamos ver. Y por eso, realmente, no les culpar si no saben ver mejor aunque te moleste. Porque sí, existen casos que los miras y no son lo que ves, no son un mito a pesar d elos pocos que son, pero ante esa gigantesca y generalizada mayoría, ¿qué puedes esperar? ¿Qué puedes hacer?

En esos casos que hay más, puede haber muchos tipos de situaciones. Pero yo quiero hablar de uno en concreto. ¿Sabéis que puede dar una rabia masiva cuando nadie quiere ver más allá? ¿Cuando todo el mundo supone que eres solo tú? ¿Ese tú tan falso y tan poco real? Pues sí, da rabia y mucha. Sin embargo, por un lado, no quieres que miren de más. No quieres que sean unos metomentodos y metan sus narices en donde ni les va ni les viene. No sin sus asuntos y nunca lo serán. Y ese a lo mejor es el caso. Nunca lo serán porque nunca lo intentaron. Y así viene el otro lado de la moneda: quieres que vean, que miren más de la cuenta y te vean de verdad. Es un sentimiento más profundo, seguramente muy acallado a la fuerza y golpeado hasta que no salga en tus pensamientos. Pero se cuela y vuelves a pensar en ellos aunque sea en el fondo de tu cabeza. Vuelve, y vuelve, y volverá una vez más. Es a lo mejor una parte que viene por defecto en nosotros mismos, que nos acepten a nosotros, no a un nosotros falso e irreal. Porque somos personas, estamos aquí, escuchadnos.

Así, entre un par de sentimientos tan contradictorios como cualquier otro par de contrarios y tan heterogéneos como el agua y el aceite, te puedes volver loco. O, como mínimo, deteriorarte. Mentalmente y emocionalmente sobre todo, pero puede llegar a lo físico con poca dificultad.

Parece que pueda estar diagnosticando una enfermedad mental, pero no lo es. Es una situación que pasa. Somos personajes en una historia, como en los cuentos o en las novelas o en las películas y series. Así somos para los demás. Es verdad, puede que nunca llegues a conocer completamente a una persona y mucho menos a varias, pero puedes esforzarte más por conocerlas. Porque no somos de verdad esos personajes que han sido imaginados y creados por la mente de un persona del mundo. Somos personas reales o tan reales como podamos serlo.

El caso más concreto del que quiero hablar es el de alguien que sabe actuar, alguien que empezó desde pequeño y lo llevó a su vida profesional hasta su vida personal. Al principio, te puedes sentir solo, inadaptado y no entendido por tus congéneres, incluso por tu propia familia y tus propios amigos. Poco a poco lo aceptas, al menos en el caso al que me refiero. Y una vez te haces adulto, intentas buscar un trabajo que implique actuar. Es lo que has hecho toda tu vida, ahora no vas a cambiarlo de repente. Y, a lo mejor, conoces de paso a alguien como tú. Te puedes decepcionar un poco al no conocer a nadie así, pero continúas y haces lo que llaman 'madurar'. Te va bien, a veces te cuesta un poco como respirar pero te va bien, mejor que antes, mucho mejor. Luego, puedes encontrarte con una persona o con un grupo de personas que no te caigan bien y tu primera impresión de ellos no es la mejor igual que la impresión suya de ti, porque ellos no saben que estás actuando. Más tarde, te parecerán aún más irritantes y molestos que lo que una vez habías pensado. Y, puedes negarlo todo lo que quieras que no va va a cambiar este hecho, les has pillado cariño. Después, con el tiempo, empiezas a preguntarte si te pueden ver de verdad, pero no lo hacen. Empiezas a querer que te vean por primera vez en mucho tiempo, en años. Y te preguntas que dónde estaba esa decisión de que no necesitas que nadie te viera ni necesitas a nadie más. Da igual lo que quieras, quieres que te vean como realmente eres. Sin embargo, no puedes dejar de actuar aunque a veces sea muy difícil mantener dicha actuación. Actuar es como respirar, pero hasta respirar puede costar a veces. Y no puedes dejarlo porque no conoces la realidad en que no lo hagas. No recuerdas siquiera un momento en el que no has actuado. Estás empezando a empeorar una vez más. El deseo se hace más fuerte y tú te rompes un poco más de lo que ya estás. Y un poco más. Y un poco más. Hasta que estás casi al límite.

En el caso que del que yo hablo, no llegas al límite tú solo. Lo hacen ellos. Te preguntan cosas o las dicen sobre ti como si fueran hechos irrefutables que ya todos saben. Y tú, solo tú, sabes que no son verdad. Seguramente no lo hacen con mala intención, y seguramente es una forma de recordar momentos en una de esas ocasiones en las que os habéis reunido y os habéis puesto nostálgicos a pesar que algunos del grupo digan que no y lo nieguen con todo su ser. Cuando empiezan a hablar sobre ello, tú empiezas a recordar esos momentos con cariño pero con un venenoso rencor porque en ninguno de esos recuerdos ellos te vieron realmente. Tu sonrisa se hace cada vez más falsa y aún así ellos no se dan cuenta. Y aún así, aguantas, uniéndote a ellos en sus burlas y risas. Hasta que te toca a ti ser el tema principal. Y esas cosas que dicen, que preguntan, te llevan al límite. Sus comentarios te hacen explotar.

Por un momento, te congelas, como si tu cerebro tuviera que pararse para seguir procesando tus pensamientos. Cuando vuelves en ti mismo, te das cuenta que has estado unos segundos parado. No mucho tiempo, pero sí el suficiente como para que ellos se den cuenta y te miren con preocupación. Te das cuenta de que ellos saben que ese es un momento serio, y bastante preocupante de tu parte. Por una vez, ellos te llegan a ver un poco. Con incertidumbre, uno de ellos, el que más ha supuesto de verte y el que menos te ha visto, te pregunta si estás bien. Por primera vez en tu vida y en la suya te ha preguntado en serio si estás bien. No como esas veces que lo hizo de broma o en forma de burla. Hasta su mirada, que normalmente solo llega a mostrar como mucho algo de diversión o sadismo, te mira con preocupación, a ti, hacia tu persona. Los demás también lo hacen. Y aunque sí, esa persona que te acaba de preguntar que si estás bien tiene algunos momentos en los que muestra una ligera preocupación física en su cara por la personas más cercanas a su corazón... nunca estuvo dirigida a ti. A lo mejor es porque las veces en las que estuviste a punto de morir o que moriste en un futuro que no fue esa persona no estaba allí para poder siquiera dirigirte una mirada porque directamente no estaba ni en el mismo país o en la misma ciudad que tú en esos momentos. Pero eso no quita el hecho de que nunca hubiera pasado. Entonces, te da cuenta de que a pesar de haberte dado cuenta de que te habías congelado unos segundos con cerebro incluido, no has llegado a descongelarte físicamente, externamente de tu cerebro. Y esa persona, la misma, te vuelve a presentar eso de esa forma que nunca lo había hecho antes por segunda vez.

No tardas mucho en enfurecerte, en enfadarte, hasta 'tener la cara roja'. Te preguntas cómo se atreve a preguntar 'si estás bien'. Cómo se atreve a preguntarte algo personal. Cómo se atreven ellos, todos ellos, a hablar como si te conocieran, como si supieran sobre ti como la palma de su mano. No tenían derecho. Ninguno. Después de todos esos años, décadas incluso, se atrevían a exigir información real sobre ti, sobre alguien que nunca había sido visto ni conocido por nadie.

Y, con llamas ardiendo y exigiendo ser liberadas formando alrededor un círculo, les dije de forma engañosamente calmada y tan fría de furia:

"¿Qué sabéis sobre mí?"

(1749 Palabras)

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⏰ Última actualización: Nov 25, 2021 ⏰

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