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Cuando llueve la mejor opción por la que optaría una persona normal sería aprovechar a no hacer nada, ver películas, comer, incluso dormir. Sin embargo, quedarse abrazando sus rodillas en medio del campus de alguna forma parecía mucho más interesante que volver a casa. No es como si tuviera algo que perder, al fin y al cabo, lo único que hacía era buscar cualquier cosa insignificante con la cual distraerse y perder todo el tiempo que le queda hasta altas horas de la madrugada.

Era aburrido, pero él ya había aprendido a vivir con eso.

Las gotas heladas golpean contra su rostro pero él no se mueve ni un poco, con su cabeza viendo hacia arriba, cierra los ojos y respira profundamente.

De pronto siente un leve peso sobre su hombro, reconociendo de inmediato la figura de su amigo Jay observarlo con el ceño fruncido. Y aunque la diferencia de edad que tenía con el chico no era prolongada (vamos, solo se llevaban un par de meses) eso no evitaba que comenzara a darle un billón de reproches diciéndole que se iba a resfriar, tironeándolo del brazo para que se pusiera de pie y de paso limpiándole los restos de pasto que tenía impregnados a su uniforme.

No se molestó en objetar, tampoco se atrevió a preguntarle qué es lo que hacía él también a esas horas cuando se supone que a ningún alumno le correspondía quedarse; solo caminó junto al mayor hasta donde sus caminos fueron compatibles.

Lanzó su mochila hacia alguna parte apenas sus pies tocaron el piso de su habitación, caminando de manera paciente hacia el espejo que tenía colgado en la pared y pasar las frías yemas de sus dedos sobre las pequeñas bolsas debajo de sus ojos. Se detuvo a observarse a sí mismo un poco más, notando que no solo tenía ojeras, sino que su tez estaba un poco más pálida de lo normal y sus clavículas comenzaban a hacerse más notorias. Nunca imaginó que descuidarse tan solo unas semanas lo llevaría a quedar un desastre.

Aunque bueno, ¿Qué más podía hacer si le iba mal en los estudios, nada lo motivaba lo suficiente como para desarrollar un hobbie que lo ayudara a distraerse, y para colmo una voz cantando lo despertaba todos los benditos días de la semana tres horas antes de alistarse para el colegio? No eran cosas que él precisamente hubiera elegido. Está bien, no iba a culpar al chico de la bonita voz, después de todo Jake sabía que probablemente él era el único idiota que lograba despertarse por algo como eso.

Pero no se quejaba. Menos si era la primera vez que algo le daba tanta curiosidad después de mucho tiempo.

No sabe en qué momento se quedó dormido sin siquiera cenar, tampoco sabe cuánto tiempo transcurre desde que la suave voz en el balcón de arriba había comenzado a cantar. Se despega de su cómodo colchón a la vez que afina sus oídos, tallando un poco sus ojos antes de ponerse de pie y caminar hasta las puertas corredizas que dan a su balcón mientras intenta peinar su alborotado cabello con sus manos.

Se apoya sobre el barandal y escucha. Pero a diferencia de ocasiones anteriores, esta vez no reconoce la melodía, con suerte puede distinguir la frase ''Like a moonlight'' destacando de vez en cuando.

Entonces tiene un déjà vu, porque Jake siente haber escuchado esa canción al menos una vez en su vida.

Y apenas finalizando el primer coro, el muchacho se corta de repente, regalándole a Jake el ruido de las puertas corredizas cerrándose como última señal.

Heaven sighs ||JakeHoon||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora