Capitulo 37

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Capítulo 37

Narrador Omnisciente

Ella sacó las llaves de su cartera y comenzó a caminar. Estaba por llegar tarde a la presentación de su hijo, y no se podía permitir aquello. Se subió al auto y arrancó lo más rápido que pudo. Cuando llegó se bajó y casi corrió hacia dentro del auditorio. Un poco agitada se acercó a una de las profesoras.
—Señorita Esperanza, ¿Dónde está mi hijo? —le preguntó recuperando un poco el aire que había perdido.
—Bruno está detrás del escenario, señora Hernández—le señaló el camino con el dedo.
Bernie asintió con la cabeza y movió de nuevo sus piernas para acercarse al lugar. Corrió una cortina y lo divisó parado en medio de todas las niñas. Sonrió levemente. Él levantó su pequeña mirada chocolatata y sonrió mostrando todos sus dientes tan blancos como perlas, al verla.
—Lo siento señoritas, pero llegó mi reina —les dijo a las niñas y se abrió camino de ellas para acercarse a su madre. Bernie se agachó cuando él estuvo cerca.
—Eres todo un galancito —le dijo divertida.
—Lo sé mami, pero solo me interesas tú —dijo él.
—Okey, acabas de ganarte un helado para cuando termine la función —dijo ella y acomodó un poco sus rebeldes rulos — ¿Estas nervioso?
—No, para nada mami—afirmó y sonrió.
Su madre levantó su mano y acarició su rostro. Sus mejillas estaban pobladas de pequeñas pecas, su nariz pequeña adornaba su cara de niño. Él era tan bello, su pequeño bebe. Con solo 5 años ya era todo un hombre, y hablaba como tal.
Una de las profesoras de ballet se acercó a ellos.
—La función ya va a comenzar —les avisó. Ambos asintieron y volvieron a mirarse.
— ¿Papá vino? – le preguntó él esperanzado.
—No Bruno, papá está ocupado —dijo ella.
—Siempre está ocupado —susurró bajando la mirada.
Bernie tomó su mentón e hizo que la mirara a los ojos. Ella no podía permitir que la concentración y la autoestima de su hijo bajaran por eso.
—Pero yo estoy aquí y yo quiero verte brillar. Taylor también vino a verte…
— ¿Taylor  está aquí? —dijo entusiasmado.
Taylor siempre venía a verlo y eso lo alentaba. Bernie sonrió.
—Sí, está aquí y ambos queremos que seas el niño más lindo de todos.
Bruno rió divertido.
—Soy el único niño, mami —le dijo.
—Tienes razón, pero no importa. Para mí eres único y estoy muy orgullosa de ser tu madre. Ahora sal a ese escenario y haz lo que sabes hacer —dijo y le dio una pequeña palmada en su trasero para que caminara.
Bruno movió sus pequeñas piernas hacia en escenario y Bernie lo perdió de vista.

Se sentó en el gran piano de la casa de su abuela. Tenía que terminar de saber las notas, antes de que su madre llegara. Levantó la tapa del piano y se sentó en el asiento. Sus pequeñas piernas no alcanzaban el pedal. Así que buscó un libro y lo apoyó sobre él para poder tocar tranquilo. Miró las 88 teclas del majestuoso piano de cola. Con cuidado apoyó uno de sus pequeños dedos sobre una de ellas.
—Cuando toques el piano, siempre has de cuenta que estas tocando un pedazo de tu alma, y tócalo con cuidado... porque él siente las emociones que tienes cuando lo tocas —le dijo su madre sentándose a su lado.
— ¿El siente mis emociones? —le preguntó él algo asombrado.
—Claro que él te siente. Ahora pon tus manos como te dije la otra vez, y solo toca después de que yo lo haga —le dijo ella.
Bruno vio como su madre apoyaba sus manos sobre la otra mitad del piano, en la que él no estaba. Sus largos y finos dedos empezaron a moverse, causando que la música saliera suave y melodiosa.
El pequeño castaño comenzó a mover los dedos también, copiando el acto de su madre. Bernie sonrió contenta mientras veía todo lo que su pequeño de 7 años había avanzado solo en dos semanas. Bruno miró a su madre y le sonrió, enseñándole una sonrisa con falta de dientes. Le encantaba tanto llegar de la escuela y sentarse a tocar con su madre. Amaba pasar la tarde con su madre, hablando de los músicos más importantes de la música clásica. Y aprendiendo a tocar algún instrumento nuevo.
—Mami, ¿crees que algún día seré un gran hombre? —le preguntó él.
Bernie dejó de tocar y lo miró.
—Claro que sí mi amor, serás un hombre de bien —le dijo ella acariciando su mejilla.

Dulce &  Peligrosa ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora