Un trago amargo.

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-Buenos días señorita, tengo una entrevista para el puesto de asistente editorial. –aún no digería lo que acaba de ocurrir. Creo que tampoco tenía intenciones de hacerlo. Era difícil olvidar el momento donde tuviste el mejor orgasmo de tu vida, pero eso no lo hacía parecer menos descabellado. No me sentía arrepentida, tampoco creo que fuera capaz de repetir. Reseteé el evento de mi memoria, pero no sabía que el destino nos usa como marionetas a su antojo.

Entro a la oficina después de retocarme el maquillaje en el baño de señoras. Su decoración era muy bonita. Tenía una combinación de colores azul celeste y gris bastante atractiva, un buró blanco como el coco, y detrás del ordenador estaba él.

¡Ay Dios mío! Debí equivocarme de oficina. No podría ser posible. Era aquel hombre guapo que desorbitó mis hormonas sin siquiera decir palabra. Mis piernas comenzaron a temblar, y a mi mente chocaron de golpe todas las imágenes del ascensor. Sentí como mi rostro empalidecía. Creo que ese ha sido uno de los momentos más intensos de mi vida. Quería que se abriera la tierra y me tragara.

¿Y que estaría pensando él? Que soy una fulana, o cualquier cosa peor. Ya no quiero el trabajo. Me retiro, con dignidad o sin ella, no sé si después de lo ocurrido tenga de eso. Quería saber como me miraba, pero era completamente incapaz de ponerme en contacto con su cara. ¡Qué enorme vergüenza! Se rompió el hielo con aquella voz aún más endulzante que el olor de su cuerpo.

-¿Es así como logra conseguir pasar entrevistas de trabajo?

Me hirió. No supe que contestar. Me levanté y dispuse a irme. No podía estarme sintiendo peor. ¿Estaba creyendo acaso que sabía que él era el Jefe? Bueno, cuando subes a un elevador y una mujer toca tus pantalones, te hace sexo oral y luego te deja poseerla, pues no hay muchas explicaciones. Sólo que también era posible la mía. Una mujer sedienta de sexo, que perdió los estribos, la vergüenza y todo cuanto demás tiene alguien recatado, cuidadoso y realista. Iba por mal camino eso de liberarme y tener experiencias intensas.

Desatorar el nudo que se hacía entre mi lengua y mi garganta estaba complicado.

-Yo quiero decir que lo siento. Y entenderé que no vaya a darme el trabajo.

-Entiende bien, ¿señorita…?

-Marina, me llamo Marina. –mis nervios a tope y no se abría el suelo para desaparecer.

-Bueno Marina, ni siquiera podré entrevistarla.

-Sí, claro. Con permiso. –la válvula de escape estaba justo a dos pasos de mí. Me levanté y cuando abría el cerrojo de la puerta lo escuché decir,

-Una cosa más. Esta es mi tarjeta. Llámeme si quiere quedar algún día.

¿Pero que se había creído este tipo? ¿Me humilla, me arrebata una oportunidad única de trabajo, y luego me propone salir? Debo merecerlo por atrevida, por promiscua, y por fornicadora.

Cosas positivas después de tan enredado día no muchas. Todo había sido un desastre. ¡Oh no, espera! Tenía su tarjeta. Podría llamarlo para insultarlo, a fin de cuenta el me siguió el juego. ¡Aprovechado! Mujer fácil y gratis. Que bajo he caído.

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2015 ⏰

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Un ángel sin vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora