0 1

8.4K 243 61
                                    

13 de marzo, Buenos Aires, Argentina. Estoy en la oficina terminando un mail de trabajo cuando mi jefe me llama a su oficina. Dejo lo que estoy haciendo y me dirijo a su despacho preparada para lo que me va a decir.

- Emi, yo sé que me venís pidiendo vacaciones hace un montón, pero necesito que esta semana la labures sí o sí. De todos modos, podés hacerlo desde tu casa si así lo preferís. Prometo darte las vacaciones en cuanto terminemos con estos quilombos que tenemos.

- Me imaginé que esta semana iba a ser imposible, no te preocupes. Voy a aceptar lo de laburar desde casa, total son los últimos detalles.

- Buenísimo. Pedile a Marcos tu notebook así te la llevas hoy y podés configurarla para mañana temprano empezar. – dijo mientras le daba un sorbo a su café.

- Está perfecto Santi, ¿hay algún plan que haya que seguir? ¿Lineamientos o algo? De todos modos, tengo que terminar de preparar el plan de acción para Quilmes. Me dijeron que pensaban atrasarlo un poco, ¿puede ser? No me parece correcto.

- Comunicate mañana con la gente de Quilmes, explícales los pros y los contras de atrasar la presentación y que ellos lo decidan. Si deciden esperar, hace un presupuesto estimativo y mandámelo.

- Genial, mañana temprano hago eso y te lo mando. En caso de que decidan hacerla ahora, ¿seguimos como siempre?

- Sí, seguimos como siempre. Ahora termina lo que estabas haciendo, busca la notebook y ya ándate a tu casa. Necesito que armes una lista con los empleados que vas a necesitar para la reunión del viernes y me la mandes mañana a más tardar.

- Dale, la armo ahora y después me voy – dije y me fui a mi oficina.

Ya en casa, con mi nueva oficina instalada, me metí a bañar. Luego de media hora bajo el agua salí, y con la toalla en la cabeza me dispuse a ver qué podía cenar. Eran las siete de la tarde, pero quería aprovechar a cocinar temprano ya que casi nunca puedo y acostarme a descansar. Estaban siendo días largos debido al trabajo. La agencia de Relaciones Públicas en la que trabajo, en la actualidad tiene clientes bastante importantes y, por ende, son trabajos a mayor escala y requieren muchísima creatividad. Mi jefe confía mucho en mi criterio y sabe que puedo, por eso los casos más grandes me los deja a mí. Y si bien tengo un equipo a mi disposición, a veces es demasiado y hago muchísimas horas extra en la oficina y en casa. Amo lo que hago y soy feliz, pero a veces termino saturada.

Después de cenar, salí al balcón a tomarme una cerveza y a fumarme un cigarrillo. La noche estaba hermosa, la temperatura justa y una cantidad de estrellas impensada. Vi luces en el balcón lindante al mío y me extraño, no sabía que alguien se mudaba. Terminé el cigarrillo y, cuando me dispuse a abrir la puerta balcón para ingresar a mi departamento, un chico apareció en el balcón de al lado y se abrió una lata de cerveza.

- Hola vecina – me sonrió. Qué voz.

- Hola vecino – dije yo. Me dediqué a mirarlo detenidamente. Rubio de pelo largo y alborotado, alto y lleno de cadenas en el cuello. Me sonaba de algún lado, pero estaba muy cansada como para ponerme a pensar.

- ¿Cómo te llamás? – preguntó sacándome de mi trance.

- Emilia, ¿vos? – contesté apoyándome sobre la baranda del balcón.

- Guido, un gusto Emilia – dijo estirándome su mano.

- Igualmente, Guido – tomé su mano en un apretón suave – No sabía que alguien se mudaba, bah, nunca me entero de nada yo si casi ni estoy acá – dije riendo.

- Arranqué con la mudanza ayer a la mañana, me ayudaron bastante mis hermanos, y terminé hoy. Me queda ordenar, pero por el momento con tener la cama armada me conformo – dijo risueño - ¿Por qué nunca estás acá?

- Me están matando en el laburo y me estoy quedando hasta muy tarde, son épocas igual – contesté – de hecho, hoy debería empezar mis vacaciones, pero me pidieron que espere y que labure esta semana desde casa como recompensa, por eso estoy temprano acá.

- ¿De qué laburas? – preguntó dándole un sorbo a su cerveza y yo aproveché para prenderme otro cigarrillo.

- En una consultora de relaciones públicas, me recibí hace dos años y lo que era una pasantía se convirtió en un trabajo full time que me consume la vida, pero me gusta – dije dándole una calada a mi cigarro.

- Uy, qué divertido eso, me viene bien conocer a una licenciada en públicas, che – dijo y estrujó su lata vacía.

- Ah, ¿sí? ¿Por qué? – pregunté curiosa.

- Soy músico, bah, con mis hermanos tenemos una banda. Me sorprende que no me conozcas, con humildad te lo digo eh, pasa que hace mucho que estamos en la movida – pude ver cómo se sonrojaba un poco.

- Me resultás familiar, pero ni idea de dónde, quizás sí te conozco, pero no lo recuerdo – dije sincera - ¿Cómo se llama la banda?

- Airbag – dijo sonriendo grande.

- Jodeme boludo, con razón me resultabas tan conocido. Pasa que tengo el bocho re quemado y no podía asociarte a nada – dije riendo – no lo puedo creer, yo los re escucho, o sea, no soy la más fan, pero tienen unos temones bárbaros – Guido rió fuerte.

- Bueno, gracias. Espero que como fan nos des una mano con las promociones – dijo guiñando un ojo y yo reí.

- Decime qué querés y te paso el presupuesto, rubio – dije imitando su gesto – Me voy a dormir, aprovechando que hoy puedo hacerlo temprano. Un gusto, Guidito – dije tirándole un beso.

- Igualmente, Emilita – y me guiñó el ojo.

Ingresé a mi departamento sin entender nada. Había laburado con gente famosa y tuve oportunidades para ser muy cholula, pero esto no lo imaginaba. Me puse una remera que me quedaba grande y me acosté a dormir; no sin antes configurar mi alarma para las 8:30. Increíble poder dormir dos hora más que de costumbre. En menos de dos minutos, dejé de existir. No daba más. 

IntoxicarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora