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Hola...¿Como estás?
Mentiría si te digo que lo he superado, que ya no me importas o que ya no te amo. También estaría mintiendo si digo que algún día dejaré de amarte.

Fuiste mi primer amor, mi primera vez y mi primer corazón verdaderamente roto.

No te engañaré. Te tengo mucho rencor y hasta puedo decir que te odio un poco. Aunque me odio más a mi por el hecho de que, a pesar de todo el daño que me causaste, mi corazón y mi alma me harían correr a ti sin siquiera pensar medio segundo.

Tenía 16 años cuando esto comenzó, estaba segura de que eras tú. Que eras tú el que me amaría por siempre, aún cuando te fuiste por primera vez, yo quería que fueras tú. Por más de que yo no era y capaz nunca fui suficientemente buena para ti, siempre elegías a alguien más. Eso me destruyó.

Volvías y te ibas en un abrir y cerrar de ojos, me hacía pensar que yo tenía algo especial. Que tú también creías que yo era a quien amarías por siempre. Pero me doy cuenta de que solo querías asegurarte de que no te olvidara. Tenerme como una opción segura, que si no funcionaba con las demás, yo estaría ahí amándote con cada parte de mi.

No puedes imaginarte la cantidad de veces que le pedí al cielo que me eligieras a mi. Las veces en que llorando imploraba que por una vez yo sea la elegida, que me miraras como mirabas a cada chica qué pasó por tu vida. Tenía 16 y no merecía ser la segunda opción.

Solía pasarme horas frente al espejo, observándome y pensando en que podría hacer para gustarte más, en qué tal vez si fuera más delgada o con ojos más claros, con una mejor sonrisa, con un cabello más bonito o con un cuerpo más definido, tu me elegirías. Que estupidez, no?.

Cada vez que decidía conocer a alguien más, tu volvías. Me desarmabas el mundo y los planes con un simple mensaje. Reafirmabas que yo siempre te elegiría y luego te despedías. No me querías contigo, pero tampoco querías que esté con alguien más.

Tenía 17 y encontré a alguien más... Parecía un cuento de hadas, tanto que hasta tú me dejaste ser feliz. Pero no fue así.
Salí de tu prisión para entrar en un infierno en donde creí que estaría bien.
Cuando el infierno comenzó, me tenté en buscarte y rogarte que me salvaras... Pero no tendría sentido, tu ya me habías olvidado y era cuestión de tiempo para que yo termine acabada.

Un día, la mañana llegó con reclamos y gritos, pero también con un mensaje tuyo. Un punto.
Ese maldito punto que fue una lucecita de esperanza para mi alma en pedazos. Aunque no hice nada al respecto, fui feliz porque tal vez, solo tal vez, tu me salvarías.

Tenía 18 y tuve un día de libertad. Un día en que escapé de mi infierno, te vi. Pude volver a ver tu rostro y darme cuenta que mi corazón siempre te pertenecería.

Los días desde el reencuentro pasaban y lo único que me mantenía con vida era el hecho de que pude sentir nuestra conexión vibrar.

Bendito sea aquel reencuentro propuesto por los que eran mis amigos en aquel momento.
Benditas sean las latas de cerveza que nos dieron el valor de hablar.
Bendito sea aquel "te extrañé" que salió de tu boca y me devolvió a la vida.
Bendita sea la llamada de aquel demonio que me aprisionaba.
Benditos sean los gritos que te hicieron saber que yo estaba muriendo.
Bendita sea esa noche en la que dormí en tus brazos y volví a sentirme segura.

Me diste valor para huir de ese infierno. Prometiste protegerme y prometiste elegirme. Mi corazón no podía creer que lo que por tanto tiempo había deseado, se cumpliría.

Te tenía y me tenías. Me entregué a ti completamente, deje mis miedos y mis dudas. Mis inseguridades se desvanecían cada vez que recorrías mi piel.
Por fin estabas aquí, por fin era yo. Éramos nosotros contra quien sea y a pesar de todo.

Carta a mi primer amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora