¿Qué? ¿Tú? [Fanfic TsukishimaxYamaguchi]

III.

- ¡Oh! ¿Son ya las nueve? -proclamó Yamaguchi con voz alta y excitada mientras le echaba un vistazo a su reloj de pulsera-. Tengo que ir corriendo a casa, mis padres no son muy permisivos con estos temas -añadió con la mirada baja, notablemente afligido. Pero, recuperando su normal entusiasmo, le dedicó al compañero que tenía al lado una amplia sonrisa mientras sus mejillas se coloreaban ligeramente.- Supongo que tenemos que dejar ya la sesión de estudio.

Al observar que no obtenía respuesta alguna de parte de Tsukishima, relajó su posición y se mordió ligeramente el labio inferior, en un gesto de decepción que ni siquiera se molestó en ocultar. El rubio lo miraba de reojo con expresión aburrida, como hacía siempre. Yamaguchi no quería marcharse en absoluto, sinceramente, no le hubiera importado quedarse con su amigo para siempre. Porque... ¿seguían siendo... solo amigos, verdad? No, no, no le iba a empezar a dar vueltas de nuevo, había tenido suficiente con la regañina que Tsukki le había propinado tras entrar en su propia habitación y encontrarlo con una risilla idiota en la cara y sus preciados cascos puestos. Aunque Yamaguchi reconocía que había sido extremadamente gracioso contemplar la cara toda sonrojada y avergonzada de su amigo mientras se ponía a balbucear palabras bastante poco educadas. Esa era una de las cosas que le gustaban de él. Iba por ahí fingiendo que todo le importaba poco o nada, pero cuando un sentimiento era tan grande que no podía retenerlo, no había quien pudiera detener el temperamento de Tsukishima. A cualquier persona le habría molestado un comportamiento tan cambiante, pero a Yamaguchi, estos ataques de su amigo le parecían... adorables.

El moreno se levantó resignado de la silla en la que había pasado toda la tarde sentado, estudiando, y comenzó a recoger todo su material, que se hallaba desperdigado por el escritorio de Tsukki. Mientras metía sus bolígrafos en el pequeño estuche negro que usaba, dirigió la mirada momentáneamente a la ventana situada en la parte posterior del cuarto. Puso una expresión que denotaba una mezcla de cansancio y decepción.

Inmensas gotas de agua caían del cielo a alta velocidad, como si de balas se tratasen. Yamaguchi no había visto una tormenta tan fuerte desde hacía varios años. ¿Es que toda la mala suerte del mundo había decidido centrarse en él y hacerle la vida imposible?

Suspiró pesadamente, imaginando ya el tormentoso viaje que le esperaba por  delante. Terminó de recoger los restos de goma desperdigados por el escritorio y se levanto, dispuesto a marcharse y a dejar de darle problemas a su amigo. Se detuvo en seco, con los ojos abiertos de par en par, cuando sintió que algo lo sujetaba por la parte posterior de su camiseta, pues su mente le había dado una imagen demasiado buena para ser verdad. Pero comprobó, al girarse precipitadamente, que lo era.

Tsukishima, con una mirada de medio enfado medio molestia lo sujetaba, ejerciendo una pequeña pero electrizante conexión entre ambos.

- ¿No ves la que está cayendo? -dijo el rubio mientras lo miraba orgulloso pero visiblemente avergonzado a los ojos- Quédate aquí a dormir esta noche. Te prepararé un tatami -apenas había terminado de decir la frase, Tsukki se levantó con decisión y se dirigió fuera de la habitación, posiblemente a buscar unas mantas a uno de los muchos armarios con los que contaba la casa.

Yamaguchi tardó unos segundos en procesar las palabras de su compañero de equipo. No había sido una sugerencia, la idea que Tsukki le había planteado había sonado más como una orden que el moreno debía cumplir por las buenas o por las malas.  Pese a que sus palabras no habían sido del todo amables -cosa que habría sido imposible viniendo del rubio-, Yamaguchi no pudo evitar emocionarse y ponerse rojo hasta la médula como un adolescente al que las hormonas le estaban dando una mala jugada. Y realmente eso es lo que era, pensó mientras sonreía tímidamente. Entonces alzó la voz y le gritó a su compañero con timbre tembloroso: