ENTRE MAREAS(pausado)

Capítulo 1: EL ÁNGEL QUE RESULTÓ SER UN PIRATA...

Desperté en un lugar oscuro, no podía recordar nada de lo que me había pasado, ni tan siquiera cómo diantres había llegado hasta allí. Todo me parecía confuso, la cabeza me dolía y sentía náuseas. Intenté levantarme pero el suelo era inestable. Cerré los ojos un momento para calmarme y al abrirlos todo seguía igual, me apoyé en la pared y volví a notar como mi mundo se inclinaba. En mi cabeza miles de posibilidades danzaban una tras otra <<¿Donde estoy?>> <<¿Como he llegado hasta aquí?>> . En lo que mi mente buscaba una explicación lógica a lo que me ocurría, yo me centré en encontrar una salida- porque tenía que haber una ¿no?-. Por más que me esforcé, no encontré nada, sólo había una puerta, y esta estaba cerrada. Me dejé caer por la pared hasta el suelo y me quedé quieta a la espera de oír algo que me indicase que allí fuera había alguien. Nada. Con un suspiro me rendí y al poco rato me había dormido.

Al abrir los ojos de nuevo, estaba rodeada de luz poco a poco mi vista se acostumbró a lo que veía y pude darme cuenta de que ya no estaba en la diminuta habitación. Estaba en el océano. Una oleada de pánico me invadió y comencé a mover brazos y piernas frenéticamente para mantenerme a flote. Pero el oleaje era demasiado intenso, una ola me sorprendió y me sumergió por completo en las profundas aguas. Mi corazón latía desbocado y con desesperación nadé hacia la superficie. Emergí con rapidez y tosí para expulsar el agua que había tragado. Detrás de mí oí un trueno y al girarme distinguí un enorme remolino a pocos metros de donde me encontraba. La corriente era muy fuerte y me arrastraba hacia allí sin remedio. Todo era inútil, las olas me cubrían y podía notar como las fuerzas me abandonaban. Otra ola más grande me volvió a empujar hacia el fondo marino, y esta vez no logré salir. Lo único que podía hacer era observar como las aguas me engullían y la luz quedaba cada vez más lejos... Todo se volvió blanco y por un momento creí que había muerto ahogada, no obstante algo me zarandeaba y una voz me llamaba.

-¿Estás despierta? ¿Levanta, vamos! - Estaba confusa ¿estaría soñando todo aquello? La voz volvió a hablarme y con lentitud salí del sueño. Abrí los ojos lentamente y me encontré en la habitación de antes, pero no estaba sola. Había dos hombres conmigo. El que tenía más cerca era moreno, vestía una ropa muy sucia y desgastada, sus cabellos estaban igual de enmarrañados y apestaba a alcohol. El otro estaba de espaldas, era alto, su pelo era largo, rubio y estaba recogido con un lado azul. Su vestimenta era sencilla y tenía un aspecto más limpio, su camisa era blanca, llevaba unos pantalones oscuros y unas botas que le llegaban hasta las rodillas.

-¿Quienes sois? ¿Donde estoy? -Pregunté intentando no sonar tan asustada como parecía.

-Capitán, ya esta despierta- ¿Capitán? ¿Que era aquello? El hombre siguió hablando y yo me centré en el diálogo- ¿Quiere que la interrogue...? -. El hombre al que había llamado Capitán le interrumpió girandose hacia él con rapidez, y por fin pude verle la cara. Su piel era ligeramente morena, su rostro era muy bello, no encajaba con esa ropa sucia y aquel lugar extraño. Y sus ojos... sus ojos del color del hielo se clavaron directamente en mí. Su mirada me atravesó por completo y no fui capaz de dejar de mirarle. Permanecía erguido, estaba muy calmado en apariencia, pero sus ojos le delataban, en ellos podía distinguir una chispa de ansiedad... y también curiosidad. Él habló por primera vez desde que yo me encontraba despierta.

-No Merrik, yo me encargo de la señorita-Dijo con una voz profunda y áspera-.

-Sí señor, ¿puedo ayudarle en algo más? - Preguntó Merrik solícito.

-No gracias, puedes volver a cubierta. - Merrik se marchó y nos dejó a solas a mí y a aquel hombre. Le observé mientras caminaba lentamente de un lado a otro del cuarto, mantenía las manos a la espalda y parecía estar meditando sobre que decir. Finalmente se paró en frente de mí, volvió a observarme con intensidad y me habló en un tono amigable, quizá notaba lo asustada que yo estaba.