17|Los códigos de Kasen

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-Vuelve aquí -pide Kasen justo al momento en que engulle una cucharada de helado.

Mis mirada está fija, algo borrosa, pero fija en mis manos entrelazadas, que ahora están sobre mis piernas.

Siento que me observa, que quizás me está analizando, que sé yo.

La brisa fresca bate mi cabello de un lado a otro, formando una cortina sobre mi cara.

-No sé de qué hablas -murmuro. Dudo que él haya alcanzado a escuchar algo, pero en estos momentos no estoy bien del todo- ¿Podríamos irnos? Este helado me ha dado náuseas -miento con tal descaro que es impropio de mi persona.

Levanto la mirada y la desvío hacia él, tiene el ceño profundamente fruncido, y una mueca de confusión en su rostro, su mirada es penetrante, y por un momento me siento desnuda, expuesta ante el chico que alguna vez fue mi amigo.

«Lo sigue siendo», rebate la voz en mi cabeza.

-¿Aún sigues amando el helado de chocolate? Puedo comprarte otro sabor si gustas -pregunta mientras su cuerpo se arrastra por el césped hasta que su hombro choca con el mío, la brisa atrae el olor a fresas que siempre desprende, y aunque quiero aspirar su aroma, en su lugar, me quedo quieta.

-Yo... Sí, lo sigo amando. Pero no hace falta que pidas otro -me apresuro a decir con nerviosismo-. Me siento un poco mal, es todo -confieso entre susurros.

-¿Sabías que desde pequeño te admiraba porque no te dejabas pisotear por nadie? -pregunta. No hay mentira en su voz, ni siquiera en su mirada.

O es muy buen mentiroso o está diciendo la verdad.

-No creo que eso sea posible, Egerton. Era un piojo. No puedes admirar a alguien que estaba prácticamente que en la misma posición que tú, o peor-espeto con algo de incredulidad ante lo que él había dicho-. O sea, ¿Cómo...? ¿Cómo puedes admirar a alguien que sufría gracias al bullying? ¿Cómo puedes admirar a alguien que sufría día tras día y que lloraba en un rincón del baño, en silencio? Creo que te has equivocado de persona - estoy completamente segura que Kasen está equivocado de persona, no fantaseaba con una Ileignaire muy distinta a la que yo era.

-Nosotros mismos no somos capaces de ver nuestra valentía, fortaleza, determinación, resiliencia. Otros, Ileignaire, otros si se dan cuenta de eso porque no tienen ese bloqueo que tú tienes ahora. Y cuando te digo que te admiré desde ese entonces es porque es la pura verdad.

»A pesar de que pasabas por burlas cada día, a pesar de que pasabas por críticas hacia tu cuerpo y también por ser la inteligente del salón, yo te admiraba. A esa niña de cabello largos y ondulados envueltos en un moño desordenado sobre su cabeza, esa niña que explotaba en rabia contra sus agresores, y colocaba los puntos sobre las íes.

-¿Sabes algo? -cuestiono al fijarme en su rostro, la comisura de sus labios está llena de helado, tal cual a un niño pequeño que no sabe comer bien.

Interrumpo su discurso como si nada.

1 punto para Ileignaire.
0 puntos par Kasen.

-¿Qué?

-Tienes helado... Aquí -señalo con timidez el lugar donde tiene manchado.

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