Cruzando la calle

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Yo no sé si lo que voy a escribir lo viví o lo soñé. Quiero creer que lo soñé, porque de haberlo vivído no sé cómo viviría con la certeza de que algo así existe.

Esa mañana no era especial. no había una luz especial que iluminara el ambiente, ni algún tipo de desarrollo prodigioso del día... No. Era de lo más común y rutinario, sin nada que lo haga especial. Nada, hasta ese encuentro.

Iba a comprar algo para acompañar el mate, parecía que estaba por largarse a llover, hacía calor. Estoy bajando un pie de la vereda cuando mi vista cruza antes que yo al otro lado y lo ve: un hombre canoso, en sus ochentas, por cruzar la calle. Él me mira, y está extrañado. No es el único.

Ese hombre era mi papá.

Cualquiera podría preguntar en este punto, y no lo culparía, qué tiene de sobresaliente algo así. O sea, te cruzas a tu viejo haciendo los mandados, es algo bastante común. Pero no es el cruzarlo lo sobresaliente. lo sobresaliente, lo imposible, es que mi papá murió hace 4 años. Y no, no es que vi alguien que se parecía. ERA mi papá. La forma de su espalda, de sus piernas, lo cabezón - cosa que me heredó, tal vez su única GRAN herencia -, ese pelo blanco pilincho que era como le quedaba cuando se acercaba el timpo de ir a la peluquería... La mirada que rapidamente se vidriaba al emocionarse con facilidad - y que también me heredó -... 

Todo me indicaba sin lugar a dudas que era él. O sea, en ese momento, de alguna manera que es imposible para mi explicar, la calle había dejado de ser sólo una calle para ser un pasaje a otra dimensión, otro mundo u otro tiempo, no sé. Pero en ese "otro lado" él estaba vivo, y congelado al verme. Poco me importaba el tránsito si venía coches de alguno de los lados o no, por un segundo pensé en correr e ir y abrazarlo como no pude - por pudor, o por idiotez... o por ambas - mientras estaba vivo. Por un segundo pensé en gritarle "¡Viejo!" y traerlo hacia este lado. Fue un segundo... Pero cuando ese segundo pasó, lo ví...

Él me miraba a mí con la misma sorpresa y el mísmo anhelo que yo lo veía a él de este lado. Ví la mano temerosa y dudosa de levantarse y saludar, vi los ojos deseosos de decir algo que la boca no expresaba. Y ahí lo entendí... En ese otro lado el muerto no era él, era yo. Es ese otro lado de la calle la historia fue distinta. De ese lado, no fuí yo el que se quedó solo. sino que a él le arrancaron un pedazo de corazón, o el corazón completo, al morir yo apenas cumpliendo los 30. Quizás, si el paralelo oscuramente poético fue completo, morí en mi cama, en sus brazos, sin que él pudiera decirme una última vez cuanto me quería.

Cuando aquel primer segundo pasó, cuando me detuve por la revelación, él también lo hizo. Volvimos, casi como si fuera un espejo atemporal o interdimensional, a nuestras respectivas veredas. Y nos miramos un rato. Pocos segundos, en los que ninguna palabra viajo en ninguna dirección pero en la que en las miradas se reflejaban amor y deseo de paz y felicidad. Deseos de lo mismo paras los que quedaron a nuestro lado y a quienes tambien les faltamos, según de que lado de la calle hablemos. Y entonces, un camión paso por enfrente nuestro, y el otro lado ya no estaba. La calle volvió a ser otra más de Lanús, común, corriente... y sin él.

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