"Ángelito"

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Agosto, 27.

El día en Inglaterra era tan gélido como de costumbre. El viento soplaba fuertemente haciendo mecer los árboles de lado a lado, haciendo que algunas de las hojas ya marchitas descendieran de éstos para aterrizar en el suelo, yaciendo inertes. En el cielo, las nubes cubrían cualquier rastro de rayos del sol que permitiera iluminar la ciudad, mientras que el césped, por alguna extraña razón, seguía de un verde vivaz en su sitio a pesar del frío. La ciudad de Doncaster era bellísima, acogedora y reconfortante para cualquiera que decidiera visitar aquellos lares.

Louis se había levantado desde muy temprano debido a que ocupaba responsabilidades, una de ellas, una salida muy especial que tenía planeada su pareja Dyland McGoover, aquel pelinegro de ojos color chocolate que tanto le había cautivado desde un principio. Su estado de ánimo cambiaba a la melancolía tan sólo con recordar sus primeras interacciones, la forma en la que se conocieron, su primer beso y también su primera noche juntos. Louis había terminado sucio y exhausto, tanto que sus piernas dolieron durante un par de días, pero tampoco podía culpar a Dyland siendo que él mismo podía llegar a ser un insaciable. Sin embargo, aquella bella actitud del principio había cambiado de manera radical para convertirse en un agresor de primera; conforme su relación avanzaba, en cuanto al tiempo, las humillaciones físicas y verbales hacía Louis crecían cada vez más, rebajándolo como si de una basura sin importancia se tratase.

Al levantarse de la cama, se había dado una larga y relajante ducha que le sirvió para deshacerse del desasosiego que sentía en su propia habitación. Había cambiado sus ropas de pijama por un jean color negro junto a un jersey gris y sus distintivas Vans, a decir verdad, no sé sentía él si no las traía consigo en cualquier ocasión. Su cabello lacio estaba peinado hacía un lado de su rostro y le cubría parte de este, por último, se colocó los lentes que utilizaba para mejorar su visión. Estos lo hacían lucir más tierno de lo usual, por alguna manera, sus facciones se suavizaban hasta derretir hasta el más fuerte de los minerales.

Escuchó como la puerta fue tocada un par de veces, él cedió rápidamente sabiendo de quien se trataba: su madre, envuelta en un bellísimo vestido de corte princesa y color azul cielo con ligeros detalles en color blanco. Su cabello, de color muy parecido al suyo, adornaba sus hombros en ondas suaves y su rostro lucía mucho más jovial por el maquillaje que llevaba ese día. Quería muchísimo a su progenitora, más cuando ella le había brindado la confianza que nunca alguien más, sin embargo, todavía sentía que faltaba algo dentro de sí. Estaba acompañado, pero seguía, de algún modo sintiéndose solo.

— Cariño, ¿Estás listo? —Cuestionó su madre, acercándose a él para dejar un beso en su frente. Estaba tan agradecido de tenerla.

— Sí, mami —Respondió, con un ligero asentimiento de cabeza y una sonrisa pequeña plasmada en sus labios.

Tanto Louis como Jay, su madre, caminaron fuera de la habitación para dirigirse hacia la sala. De la forma más amable, Jay le ofreció un par de galletas y leche a su hijo, quién las aceptó para comer entretanto esperaba que su novio, Dyland, lo llamara para correr inmediatamente a sus brazos. Porque así era. E incluso, se sentía sucio. En ocasiones, Dyland solamente lo llamaba para pasar el rato y luego lo desechaba como si se tratase de una prostituta o algo parecido, lo enviaba a su casa en un taxi y el resto era historia. Louis no se sentía cómodo con eso, pero no sé atrevía a hablar con él sobre sus deplorables actitudes carentes de cariño.

Se mantuvo hablando con su madre para pasar la última media hora antes de que le llegase un mensaje de Dyland, avisándole que no iba a poder verse con él porque "estaba ocupado, tenía demasiado trabajo y no quería perder su tiempo", era la excusa que siempre decía para irse con cualquier otra persona a enredarse entre sábanas. Sencillamente, Louis se había cansado de su actitud basta y déspota, de sus humillaciones y sus desprecios, de sus infidelidades y su poco tacto. Tenía tanto miedo de quedarse solo, pero era suficiente, sentía más repulsión hacia el maldito que había estado engatusándolo y utilizándolo como un juguete.

Angelito || l.s [OS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora